Capítulo 18

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Abby no necesita nada más para ponerme sobre ella, une sus labios a los míos, desde el principio el beso es demandante, apasionado, no duda un segundo en poseer mis labios, en pegar mi cuerpo al suyo, en acariciar mis muslos, esta vez tiene más anillo, por lo qué, el frío del metal, eriza mi piel aún más.

—¿Como sabemos que nadie va a venir?

—Porque Gregory esta aquí y posiblemente les diga a todos que me quede follando a la cumplañera.

Sus manos van al cierre del vestido y lo baja, acariciando mi espalda en el proceso, desliza los tirantes por mis brazos y me ayuda a quitarme el vestido. Sus ojos me recorren, la admiración en ellos es tan notoria, que solo sube mi ego, la forma en que lame sus labios, como su respiración se vuelve más pesada y sus pupilas se dilatan. Tengo el control, sin tenerlo realmente.

Una de sus manos se desliza en el interior de mi muslo, haciendo a un lado mi ropa interior, sus ojos están fijos en mi rostro, siempre lo hace, siempre que me va a tocar, mira mi rostro, absorbiendo cada expresión.

—No—La detengo, ella se detiene, sin chistar.

—¿Pasa algo?

—Si, quiero que hagas algo antes.

—Dime.

—Desnudate, quiero sentir tu piel contra la mía.

Sus labios se curvan en una sonrisa, sus manos van hasta su pantalón, me siento a un lado para que ella pueda quitarse la ropa con comodidad, mis ojos absorven cada centímetro de su piel, guardo en mi mente cada lunar, tatuaje y aro que tenga en su cuerpo.

—Oh sí—Saca una barra de metal de su pantalón, la saca una bolita del extremo y se lo pone en la lengua.

Oh Santa Madre de Dios, no voy a sobrevivir a eso.

—Quítate las bragas, recuestate y abre tus piernas para mi.

Si a todo, si a todo.

Obedezco, saco mis bragas, me recuesto sobre el colchón y abro mis piernas. Abby relame sus labios, jugando con el aro en su lengua, una sonrisa se asoma sobre sus labios y pasa sus dedos lentamente, mirándome fijamente.

—¿Te he dicho lo mucho que me gusta tenerte así?

Niego con la cabeza, siendo incapaz de hablar, sus dedos se mueven con agilidad, sabe que puntos tocar, sabe como tocar y eso me eleva hasta la locura, creo que incluso olvidó mi nombre. Abby es de las chicas que le gusta el sexo rudo, sucio y a veces se pone sadomasoquista, solo cuando se lo permito y cada vez que lo hace, mi placer aumenta por mil.

Lleva los dedos que estaban en mi entrepierna, hasta mi boca.

—Abre.

¿Ven? Una sucia, mi sucia.

Abro la boca y ella mete los dedos, chupo y llamó sus dedos, arrancandole un jadeo, viendo como sus ojos pasan de grises a negros, por lo dilatadas que están sus pupilas.

No pierde su tiempo, baja hasta mi entrepierna y desliza su lengua, el escalofrío placentero recorre mi espalda, sintiendo el frío del metal, lame, succiona y muerde con suavidad, mandando mi cordura por un caño, lo único que escucho son mis gemidos, y su boca contra mi, su lengua es ágil, se mueve en círculos, la introduce dentro de mí. Mi espalda se arquea cuando su lengua hace presión en mi punto nervioso y mete tres dedos dentro de mí.

—Dime que es lo que quieres, Genevive.

No se, pastel de chocolate, tal vez.

—A ti—Balbuceo, perdida en el placer que me generaban sus dedos.

Bajo una tormenta. {✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora