Capítulo 21

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Montar a caballo, es una de mis cosas favoritas en la vida, es una forma de liberar todo y dejar cada aspecto de mi vida, que me acomplejaba, atrás, al menos por unos segundos o minutos.

Estaba sentada frente al río, con una manta debajo de mi y mirando el agua correr, llevaba cuatro días en Bibury, mañana ya era año nuevo y no sabía a qué hora llegaría Abby, ella tampoco me había mandado mensajes para decirme si ya tomó el vuelo.

Eran las cinco de la tarde, el sol ya no golpeaba como en la mañana y eso lo hacía perfecto. Tormenta estaba durmiendo a unos metros lejos de mi, si no la despierto, ella abre sus ojos hasta la noche.

Unas manos tapan mis ojos y el olor al perfume de Abby, me confirma que es ella.

—No me avisaste—Aparece a mi lado con una sonrisa enorme.

—Sorpresa, creo.

—¿Como llegaste aquí?—Apartó un mechón de cabello, dejándolo detrás de su oreja.

—Sam me trajo, dijo que después volveríamos a caballo, no me gusto la idea pero me gusta estar a solas contigo.

Una sonrisa se forma en mis labios y hago que se siente en medio de mis piernas, rodeando su cintura con mis brazos y dejando un beso en la curvatura de su cuello.

—Hola, vidia—Murmuro.

—Hola, pinkie pie.

—¿Que tal estuvo el viaje?—Acarició su mano, sin quitar mi vista del río.

—Aburrido, pero bien, una señora se hecho un gas y el avión era un martirio, fue horrible—Suelto una risa al tiempo que ella se pegaba más a mi—No te rías, casi muero intoxicada en un avión.

—Oh pobre de mi chica, casi se me va en un avión.

—Dilo de nuevo—Se voltea, quedando de rodilla frente a mi.

—¿El qué?—Frunzo mi ceño, ¿Tengo que repetir toda una oración?

Mi chica, dilo de nuevo, por favor.

Ah, eso. Bah, pensé que ya lo había dicho frente a ella.

—Mi chica.

—Tuya, si.

Sus ojos se oscurecen y me hecho a reír, ponerla cachonda es tan fácil algunas veces, más cuando no me ha tocado por una cantidad larga de días, por ejemplo, ahora.

Han pasado dos semanas desde la última vez que estuvimos sin ropa, pobrecita, al parecer no ocupa su mano en ella misma.

—¿Te estas riendo de mi?

—Me estoy riendo de lo fácil que es ponerte, a veces, Abby.

—Oh... ¿No me has extrañado?

—No te veo hace cuatro días, el sexo no es fundamental para mi en la relación.

No se si se enoja o se ofende, pero una de esas dos cosas pasan, pensando que se va a alejar y sentar con los brazos cruzados, como lo hace siempre, alzó una ceja divertida pero en cambio de eso, toma mi mano, metiéndole debajo de su falda y mi respiración se atasca al sentir lo mojada que esta.

—Yo si te extrañe, Genevive.

Si, ya veo, madre mía, no llevamos ni veinte minutos juntas.

—Desde que me subí a la camioneta, he pensado en tenerte bajo de mi.

Ah, eso explica mucho.

—Estoy debajo de ti, Abigail.

—No como quiero tenerte—Jala mis piernas, dejándome recostada bajo ella—Me encanta tu vestido por cierto, el verde te queda genial.

Bajo una tormenta. {✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora