Capítulo 4

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Miraba por la ventana del auto que me estaba llevando a casa de mi madre, la había llamado hace un día para avisarle que viajaría a verla, a ella y a la psicóloga que tiene dentro, ella aceptó y me dio a hermosa noticia que vendría toda mi familia de Bibury.

No me caen muy bien, chismosos y juzgones. Menos mi abuela, ella si me cae bien.

La universidad me había permitido salir tres días antes de lo estipulado, con la condición de que llevara fotos y pinturas cuándo volviera, no tuve mucho problema, fotografíar Bibury o pintarlo, era uno de mis pasatiempos favoritos.

Eso que me permitirían salir antes de vacaciones.

Me había comido la cabeza durante estos días pensando en todo lo que estaba pasando, como todo había dado un giro de ciento ochenta grados y ahora estaba viendo mi vida desde otra perspectiva, una completamente distinta a la que estaba acostumbrada.

Gregory y Thomas trataban de guiarme lo mejor posible, aún así, sentía que todo iba raro, algo en Gregory no era normal y Thomas parecía querer huir todo el tiempo. Pero, trataban de ayudarme, incluso me presentaron amigos que pasaron por esa fase y todos me dijeron lo mismo: Todos o al menos la mayoría, vivimos lo que tu estás viviendo.

Se que no eran palabras de consuelo, era más bien para decirme que dudar o estar asustada, no estaba mal, más bien era algo completamente normal.

Como para unos era algo sencillo y fácil de sobrellevar, para otros no lo era y estaban como yo, huyendo del tema porque el simple hecho de mencionarlo los ponía nerviosos.

No se si me asustaba el hecho de admitirlo o lo que sigue después de admitirlo, tampoco se muy bien que debo admitir. Mi cabeza es un lío y el hecho de que, el rostro de Abby no quiera desaparecer de mi cabeza, no estaba ayudando en lo absoluto.

El taxi estaciona frente a la casa y le pagó lo correspondiente, me despido y camino hasta la puerta de la casa. Escucho el bullicio que hay del otro lado y eso me pone aún más nerviosa, es como si al entrar, todos voltarean a verme y sabrán lo que esta pasando.

Golpeó la puerta y no pasa mucho para que mi abuela la abra, pegue el grito al cielo y me envuelva en sus brazos, yenandome de su olor a vainilla y galletas de chocolate. Una sonrisa se forma en mis labios y le devuelvo el abrazo.

—Mi retoño de primavera—Acaricia mi mejilla y la pellizca.

No se si ella sepa que los retoños de primavera son horribles, pero lo tomaré como un halago.

—Abuela, los retoños de primavera son horribles y estaría de acuerdo contigo si no compartiera cara con ella.

Sam aparece detrás de ella, mi hermano mellizo, cabello rubio y ojos grises, igual a mi, pero con una "antena" entre sus piernas.

—¡Sam!—La abuela me deja pasar y me lanzó a los brazos de mi hermano.

—Hola, mi pequeña lavanda.

Lo irónico de su apodo es que soy alérgica a la lavanda, pero esa misma flor, ayuda a relajarte y descansar tu cabeza. Según mi hermano soy su cueva para olvidar el mundo exterior.

—Hola, Sam.

Soy pésima poniendo apodos.

Abby no dice lo mismo.

—¿Donde esta mamá?

—¡Aquí!—Voy a abrazarla y siento que estoy en una nube.

Mamá es de esas personas que con solo un abrazo te hará sentir bien, es de las mujeres más hermosas que verás y una de las que hizo de madre y padre a la vez. Una familia promedio, le digo yo.

Bajo una tormenta. {✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora