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Jimin dejó besos en el glande de YoonGi cuando éste alzó su pene para acercarlo a su rostro. Sentía demasiada pena, porque realmente nunca había hecho algo así; no sabía lo que era hacer orales y sólo se atrevía a dejar pequeños besos en la punta de ese pene que le daba miedo ver por lo grande que era. Cuando sacó su lengua para lamer el mismo lugar, YoonGi se tensó por completo; ansiaba que Jimin fuera más intenso que esto y si seguía así iba a envejecer ahí.
Lo tomó del mentón para que lo mirara, mostrándose molesto en su expresión y dejar que Jimin pensara eso. Rozó su labio inferior con la yema de su pulgar, teniendo demasiadas ganas de follarse esa boquita tan dulce, sintiendo miles de sensaciones ante la brillante mirada que mostraba una inocencia que lo volvía loco.

— Abre la boca y saca la lengua...—el menor le hizo caso sin excepción, abriendo su boca para él— Y no dejes de mirarme o te irá mal. —no podía mentir al pensar que esto era excitante, para los dos era demasiado morboso, pero grandioso— Si lo haces bien, vas a tener un premio.

No tuvo tiempo de al menos preguntar que YoonGi se la metió a la boca, logrando que tuviera una arcada y quisiera alejarlo, pero no quería que él se enojara de nuevo, ni perder la oportunidad. Dejó que el escritor se meciera y que lo jalara del cabello con una fuerza que no disgustaba, saboreando su verga mientras oía sus graves gemidos. La manera en la que respondía ante su felación lograba excitarlo demasiado, cerrando los ojos por un segundo y colocando sus manos sobre el trasero del mayor para sostenerse, dándole un apretón que no recibió reprendida. YoonGi lo miraba embobado; la boca de Park Jimin era tan cálida y su lengua le provocaba espasmos, mucho más cuando alzó la vista y conectó con él. Si no lo detenía ahora se vendría en su boca y no quería arruinarlo; al menos no esa noche. De tanto verlo mientras seguía moviéndose, no se dió cuenta de las intenciones del menor al sacarse el pene de la boca para sostenerlo en su mano y pasar la lengua por su longitud sin dejar de hacer contacto visual, dejando al escritor anonado, y deseoso por más; había logrado satisfacerlo. Lo obligó a sentarse al borde de la cama, abriéndole las piernas para arrodillarse entre ellas y una sonrisa de absoluto placer se formó en el rostro de Min al ver que tomó las riendas por poco tiempo, porque sólo él podría mandar. Jadeó cuando Jimin hizo círculos con la lengua en la punta de su pene y luego se lo metió a la boca él mismo, sin ser mandado, sin pudor; lo guiaba a un precioso orgasmo.

Lo tomó del cabello de nuevo, siendo cuidadoso al alejarlo de su pene, haciendo que Jimin lo mirara de nuevo con curiosidad y una inocencia fingida en su mirar que lo volvía loco. El hilo de saliva aún unía esa hermosa boquita con su falo; y esa era una imagen que jamás podría borrar aunque quisiera— Mejor de lo que creí; bien hecho, pero no eyacularé en tu cara... Al menos no ésta noche.

— Entonces...—sus manos posadas sobre las rodillas ajenas hicieron presión, dándose cuenta que le había gustado— ¿Eso es todo?

— Ansioso, ¿verdad? —alzó ambas cejas, tomando el mentón de Jimin para después quitar de los labios del menor su esencia, rozándole los labios para dejarlo más ansioso y luego negándole el beso que esperaba.

Con gran habilidad tomó la cintura de Jimin y lo impulsó hacia su cuerpo, girándolo después para dejarlo contra el colchón, alejándose de él y poniéndose de pie. Se abrochó el pantalón bajo la mirada desilusionada del menor, pero sus intenciones no eran irse, sino que fue en dirección a la pequeña mesa de noche en donde sabía con certeza que estaría lo que necesitaba. Sólo tomó el lubricante de sabor, observando con tentación los condones y negando al tomarlos al no querer follarselo; solamente le daría el mejor orgasmo y luego se iría.
Se sirvió un vaso de whisky que estaba en la misma mesa, dándole un sorbo cuando volvió a posarse frente a la punta de la cama, mostrando el lubricante en su mano derecha y una sonrisa coqueta que puso nervioso al menor. Sólo con su dedo le indicó que se pusiera de pie frente a él y Jimin no sabía cómo demonios obedecía, pero ahí estaba, frente a él, y su intimidante dominancia.

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