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En medio de un sueño pesado, despertó por sentir su cuerpo estremecerse ante el deslizamiento de unos dedos que le hicieron despertar lentamente, recordando de inmediato... Su noche de pasión.
El solo saber que la persona que estaba detrás de él acariciándole la piel, le ponía nervioso y ansioso; tanto sus hombros como su rostro se acaloraban por sentir su corazón extraño, pero totalmente felíz. Después de unos segundos, las caricias se intercambiaron por besos que robaban sus bajos suspiros y cerraba sus ojos, disfrutando de esos mimos que creía ser la primera vez que recibía algo así. El cuerpo que lo acompañaba se apegaba al suyo, buscando su calor, queriendo ser más atrevido, empujando su abdomen hacia atrás con cuidado y hacerle sentir la erección rozarle el trasero. No pudo ocultar su necesidad, comenzando a frotar sus glúteos sobre ese pene que deleitó toda la noche, escuchando los jadeos de su amante justo detrás de su oreja, junto a ese apretón en su abdomen y los besos sobre su hombro, hasta que la lengua se deslizó por la curva de su cuello, llegando así a su boca para besarlo en los labios, lento y lujurioso; como el mejor amante.

— Buenos días... —le susurró después, mirándolo a los ojos con tanto amor que le hizo estremecer por completo. La mirada de Min YoonGi brillaba tanto cuando lo miraba.

— Buen día. —fue su respuesta tímida ante las caricias que él le dejaba en el lóbulo de su oreja, después de haber cruzado su brazo por debajo de su cuello— Uh, debería darme una ducha; anoche me dormí después de... e-eso.. —dejó de mirarlo al sentirse tímido aún, haciendo sonreír al escritor.

— Te limpié mientras dormías. —el menor volvió a verlo de nuevo, pero esta vez como si hubiera dicho la cosa más horrible en ese momento; estaba sumamente avergonzado— Pero si gustas, podemos ducharnos juntos. —lo acercó más a su cuerpo, sonriendo de lado cuando el menor tragó saliva al sentir de nuevo su erección y su mano acariciarle el abdomen.

El solo hecho de pensar que lo limpió mientras dormía le daba mucha vergüenza, pero al mismo tiempo, su corazón palpitaba muy fuerte ante ese detalle de cuidado; era tan...  diferente— B-Bueno, tomemos una ducha juntos. —el escritor sonrió aún más por la respuesta que definitivamente esperaba que fuera esa.

— Lo prepararé entonces. —dejó un beso en su frente antes de salir de entre las sábanas; pensó que estaría igual de desnudo que él, pero el mayor llevaba su short oscuro. En el transcurso que fue al baño, no dejó de mirarle la espalda; sin duda le gustaba mucho su tatuaje.
Se recostó de nuevo sobre la cama, dando un suspiro después de tocar su frente; la zona donde el beso de YoonGi fue dejado dulcemente. Miró hacia la puerta de baño de la habitación, escuchando el agua correr y pensar en el azabache que preparaba esa bañera para los dos.

YoonGi se mostraba tan dulce y atento con él que se sentía como en un sueño, como ese tipo de hombre con el que siempre anhelas el futuro; temía a que eso cambiara algún día y que todo haya sido parte de un hermoso sueño. Y si en verdad lo era, no quería despertar jamás; no quería que ese hombre que lo despertaba con una caricia y lo besaba con tanta pasión se convirtiera en alguien totalmente diferente con el tiempo. De solo pensarlo sentía un dolor inexplicable en el pecho, que lo llevó a ponerse de pie y caminar hasta el baño totalmente desnudo. Entonces, lo vió allí, de cuclillas frente a la bañera mientras tomaba la temperatura del agua y colocaba un jabón con aroma a unos cítricos delicioso. Se mantenía serio, mostrándole el perfil de su rostro, pero no mirándolo; su espalda casi visible, y sus brazos un tanto flexionados que solo le hacía ver cuanto deseaba que lo rodearan como hace un minuto y cuando esos ojos lo miraron, sintió como si se derritiera por dentro, como si le quemara tanto que le daba placer y ya no sentía miedo de mostrarse completamente, confiando ciegamente en él.

El escritor se puso de pie en cuanto notó la mirada serena y el silencio profundo de Park Jimin, queriendo acercarse a él para tomarlo de las manos al creer que nuevamente se había arrepentido de pasar la noche a su lado, entregándose. Pero no hizo falta mover un solo dedo cuando el menor con tan solo unos pasos llegó a abrazarlo con necesidad y no dudó en corresponderle, con el corazón latiéndole tan fuerte entre el miedo al creer que se estaba arrepintiendo, y el gusto que le daba sentir su calor.

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