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Mina.
—Doctora, el paciente de la cama cuatro está despertando.
Asiento con la cabeza mientras sigo redactando mi informe médico.
—Gracias, Smith, enseguida voy.
Miro mi reloj, diez con cuarenta, la jornada apenas comienza y a pesar de que el turno de madrugada no es mi fuerte, no estoy en posición de ponerme en modo diva.
Me levanto para caminar entre las camillas.
—Johnson ¿Cómo se siente? —el gran hombre asiente débilmente. —Permíteme esto, por favor.
Entre mis manos tengo la luz que le pedí a la enfermera. Coloco mi dedo índice delante de sus ojos y enciendo la linterna.
—Sigue la luz, por favor.
Muevo mi dedo y posteriormente intercambio de manos.
—Los reflejos están mejorando.
Camino y reviso las bolsas que contienen el líquido intravenoso que estamos administrandole.
—Seguirás en reposo hasta el día de mañana, después serás dado de alta.
El soldado asiente y salgo de ahí en dirección a mi escritorio nuevamente.
—Doctora, una emergencia.
Correcto, la noche será larga.
—Llevenlo a la campaña de atención —me subo las mangas de mi bata y me ato el cabello en una colilla. —¿Que ocurrió?
La enfermera me sigue y me entrega el papel con los datos.
—Herida de bala en el brazo izquierdo. La bala no ingresó al cuerpo pero sí generó una herida que tiene que ser suturada.
—¿Edad? —leo el formulario con el historial clínico, alergias, consideraciones y demás.
—Veinticinco años, doctora.
OK, un contemporaneo.
—¿Nombre? —digo cuando estoy por entrar a la carpa.
—Styles, Harry, doc —asiento y mis manos abren las puertas de tela.
Ingreso rápidamente y hay un par de enfermeros moviéndose para evitar que el soldado perdiera más sangre.
—Doctora, la herida se quiere infectar.
Cuando camino hasta la camilla, me encuentro con un gran hombre con expresión dura, pero de dolor. Sus rasgos son finos y me atrevería a decir que es la primera vez que se encuentra en la guerra.
—Doctora Mina, un placer —le sonrío y el pobre hombre como puede me devuelve el gesto. —De acuerdo, aguja con hilo y un poco de anestesia.
