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Estaba jugando con mi mascota Dahlia, después de un entrenamiento de magia exhaustiva. Sin darme cuenta se escapó, y aquí estoy persiguiéndola por todo el pueblo, la gente ya me conocía por ser la hija del jefe, por eso no se reían de mí o solo lo hacían los niños.

Yo odiaba eso, no quería ser tratada diferente por ser la hija de alguien importante, y eso significaba no tener amigos tampoco.

Vi a lo lejos como Dahlia se subía a hombros de un chico, él estaba de espalda, solo podía ver su arco. Me acerqué un poco con miedo, no tenia ni idea de quien se trataba.

Esta bien, tu puedes, no te pongas nerviosa.

–¡Dahlia, te pillé!

Aquel chico se giró sorprendido y nuestras miradas se cruzaron, lo que más me llamó la atención eran aquellos ojos azules tan intensos. Entablamos una conversación y al final le dije que aquel hombre que le ayudaría era mi padre. Dios ¿porqué dije eso? Yo también quise ayudarle a pesar de mi desconfianza, yo soy fuerte claro, pero ese chico colaboró en la muerte de Odin, debería sentirme segura ¿Verdad?

Aveces odiaba mi pasado y todo lo que conllevaba.

Desde que descubrí aquellas pinturas he estado pensando en los Jötnar, pero abandonando aquella idea tiempo después ya que era considerado tema tabú.

Si lo que descubrí puede ayudar a Atreus, estaré satisfecha conmigo misma.

Regresé a mi entrenamiento de tiro con arco después de dejar a Dahlia en casa. Quería seguir practicando la magia con las flechas, una habilidad especial que traía mi familia muchos años atrás. Consistía en llevar la flecha hacía su objetivo y teletransportarla hacía otro. ¡Era complicado! No sonaba tan bien como la teoría.

Tras varias horas acabé ahogada de tanto cansancio, mis brazos ardían del peso del arco.

–Bueno por hoy es suficiente, me sale cada vez mejor.– Sonreí para mi misma.

–¡Hija a cenar! –Esa era la voz de madre. Entré de inmediato a casa y me dirigí al salón.

–Que bien tenía mucha hambre. –Y me topé con aquel chico, Atreus, saludándome con nerviosismo.– Oh, hola.

–Hija, lo invité a cenar, el pobre estaba muerto de hambre.– Rió padre.

–Bueno ya le dije señor que no hacía falta.

–Tonterías hijo, es lo mínimo que podemos hacer por ti– Dijo mi madre poniéndole un plato en la mesa, después hizo lo mismo con los demás. –Sois de la misma edad ¿no? Espero que seáis buenos amigos.

–Madre... –Le dije mientras me sentaba de la vergüenza.

Todos nos dispusimos a comer, en ocasiones observaba a Atreus y como devoraba el plato, lo que hacía preguntarme cuánto llevaría sin comer un plato de comida de verdad. Alimentandose solo de carne o frutas del bosque, si es así se conservaba bastante bien.

_____ cállate.

–Bueno Atreus no has venido aquí para nada.– Comenzó mi padre hablando.– Sobre los gigantes, antaño esta tierra estaba repleto de ellos, se decía que iban y venían justamente por donde nos encontramos ahora. Llegó un día que simplemente desaparecieron y mis antepasados se hicieron con este lugar para huir del mando de Odín.

Esa confesión me dejó sorprendida, yo no tenía conocimiento de ello.

–¿En serio? Quiero decir, no dejaron rastro alguno, ¿sobre lo que pasó?– Atreus me miró, yo le indiqué con la cabeza que no dijera nada sobre la cueva, que no tenían que saberlo. Por suerte pareció entender.

–No, por desgracia no. Pero eres libre de explorar en los alrededores, ojalá encuentres algo.

–Gracias señor, yo también lo espero.

Todos terminamos de comer, aún eran las ocho de la noche porque faltaba una hora para nuestro encuentro en la entrada del pueblo. Atreus se despidió de todos y a mi me sonrió, a decir verdad tenía una sonrisa muy bonita.

Padre intentó convencerlo de que se quedara a dormir en la habitación de invitados, pero él se negó alegando que vivía en una cabaña no muy lejos de aquí. Cuando se marchó, fui a mi habitación y me cambié de ropa por una más cálida, claro que convencí a mi madre de que no entrara a la habitación por hoy, ya que supuestamente estaba cansada y me iba a dormir.

Esperé a que durmieran y fue ahí cuando salí de casa, espero por los Dioses que no se den cuenta de mi ausencia. Suelo ser una chica bastante obediente y no hago este tipo de cosas, pero la situación lo requería.

Llegué a la entrada del pueblo y salí al bosque, no había rastro de Atreus por ningún lado.

–¿Atreus? ¿Estás por aquí?

Me asomé por los árboles y nada. Hasta que oí un ruido proveniente de unos arbustos y me acerqué a ver. Abrí los ojos de la sorpresa al ver como un Draugr devoraba a otro llenándose así su boca de sangre.
No tenía ni idea de que hacer, hasta que de pronto sentí una mano que me tapaba la boca y me atraía hasta el nivel del suelo. Levanté la vista y ahí estaba Atreus, haciéndome seña de silencio con el dedo.
Quitó su mano y él me susurró.

–Lo siento ____, tuve que hacerlo. Hacía mucho tiempo que no veía uno de esos, raro ¿verdad?

Se alejó de aquella zona en cuclillas y yo le seguí de la misma manera.

–Supongo que sí, tendré que prepararme bien la próxima vez... por cierto, ¡no vuelvas a asustarme!– Susurré.

–Lo siento, lo siento. ¿Nos ponemos en marcha? Yo te sigo.

Aquel chico se notaba emocionado, y me inquietaba la manera en la que confiaba en mí apenas sin conocerme. Su deseo de búsqueda es mucho más fuerte que la desconfianza.

–Vale, sígueme.–Le dije con una sonrisa.

𝙼𝙰𝚂 𝙰𝙻𝙻𝙰 𝙳𝙴𝙻 𝚁𝙰𝙶𝙽𝙰𝚁𝙾𝙺 - 𝓐𝓽𝓻𝓮𝓾𝓼 𝔂 𝓽𝓾 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora