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JungHwa había tomado un taxi mientras leía atentamente los documentos que prácticamente robó, se metería en problemas. Pero de nuevo se estaba poniendo en riesgo, y no podía detenerse, no quería. Tenía todo a su alcance, podía hacer algo.

Chu DakHo.

Estuvo en el orfanato Saemteo, mismo en el que se encontraba MoonJo de pequeño, en el que creció, en el que cometió asesinatos.

Él...

Vio demasiado.

- ¡MoonJo! ¿Dónde estás? - Se oyó la voz de la mujer, se oía algo molesta.

DakHo sabía que iba a regañarlo como siempre, MoonJo, los mellizos y el otro niño raro eran muy malos, muy malos con todos. Tomó una cucharada de su avena mientras seguía estudiando el Hangul, puesto que aún no perdía su idioma natal, hace más de un año que había llegado y le costaba un poco hablar coreano con fluidez. Tenía 7 años en ese entonces.

MoonJo había cumplido los 13 y poco a poco su cuerpo iba adoptando cicatrices.

Una vez lo vio en las escaleras, cortándose a sí mismo el muslo de la pierna, sus ojos brillaban al ver su propia sangre y se apretaba los dientes mientras jadeaba ligeramente.

DakHo lo miró con el ceño fruncido y alcanzó a huir antes de MoonJo se le lanzara encima como bestia salvaje.

MoonJo nunca se le acercó, al menos no de alguna forma tan cercana e íntima. Nunca hablaron con formalidad, al menos no hasta ese día.

El día del accidente, del incidente, donde MoonJo ya iba a cumplir los 15, y DakHo acababa de cumplir 9.

DakHo actualmente no podía recordar bien qué pasó, ni siquiera recuerda que conocía a MoonJo, todos sus recuerdos se habían quemado con el fuego del orfanato.

Todo se supone que se había ido.

Pero a veces podía ver algunas cosas en sus pesadillas.

Siempre veía a una niña, a una pequeña y dulce niña llorando con amargura, hasta que pronto su cuerpo se volvía cenizas y su llanto permanecía en el aire, causando un molesto eco en sus oídos haciendo doler su cabeza y que en sus costillas se sintiera un doloroso cosquilleo, seguido de la incapacidad de despertar.

Hasta ahora, sólo recordaba haber pasado por una intensa terapia debido a su dolorosa adolescencia, y sus problemas mentales. Se suponía que ahora estaba bien, pero ahora estaba confundido, había cosas que recordaba con claridad y otras que se distorsionaban.

Y la llamada que había recibido no era muy agradable.

No después de haber hablado con la señorita Lim, no después de su muerte.

Probablemente no mientan y él si la mató, por algo querrían arrestarlo, ¿no?

Su teléfono vibró y al ver de quien se trataba contestó.

- ¿Dónde estás? - Oyó la voz de su ami... de la oficial, al menos la que aún intentaba ser una oficial. Hacer las cosas bien.

- ¿Para qué quieres saber? ¿Vas a meterme a la cárcel?

- DakHo, por favor...

- No fui yo, JungHwa... No maté a nadie ni ayudé a MoonJo... - Su voz sonaba cansada, agotada, pero vacía y fría.

- ¿Estás seguro? - Hubo silencio, uno inquietante - ¿Dónde estás, DakHo? Déjame ayudarte.

- Mentirosa...

TóxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora