Overlord: El que se quedó PRT. 2

Capitulo 38 Volumen 6

Problemas de internet pero aquí está en Capitulo.
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Gustav hizo una mueca bajo la lluvia, hizo una mueca mientras observaba a sus soldados caminar por el lodo, al verlos abrazar sus capas con más fuerza contra sus cuerpos, y peor que eso, hizo una mueca mientras dividía sus fuerzas. "Cinco mil hombres aquí para mantener la ilusión de cualquier explorador yananiano de que todavía estamos en nuestra posición, cuantos más crean que somos, más esperarán para reforzar Astraka".

Tomó la mayor parte del día y los soldados se vieron obligados a dormir en el barro oa compartir las pocas tiendas de campaña intactas esa noche, pero por la mañana pudieron marcharse.

'Si yo fuera él, iría a algún lugar con abundantes suministros, y eso significa una ciudad, tiene que ser así. Y la ciudad más cercana con amplios suministros es Prart. Es una conjetura, pero tan buena como cualquier otra.Consideró la apuesta que estaba tomando, y sus hombros se inclinaron hacia adelante, pesados ​​con el peso de su decisión, su ceño fruncido y su cabello, una vez vibrante y brillante, se sentía y se veía más blanco en sus ojos con cada hora que pasaba.

'¿Es mejor o peor si tengo razón...?'Gustav también se preguntó eso, la mueca en su rostro se mantuvo firme mientras conducía la marcha forzada, sus soldados comían mientras caminaban, se detenían para hacer sus necesidades y marchaban de nuevo. "¡Marcha hasta que tus pies se ahoguen, luego marcha un poco más!" Un comandante gritó en algún lugar al final de la línea.

El campamento estaba sombrío esa noche, sin tiendas de campaña, solo sacos de dormir, y en eso, Gustav se unió a sus hombres.

Se tumbó boca arriba, cubriendo su rostro con una manta gruesa para protegerse de la lluvia, pero todo lo que hizo fue colocar un paño empapado sobre su rostro después de unos minutos. Sus huesos estaban empapados, sus botas eran pequeños charcos, su ropa estaba empapada más allá de lo razonable, su cuerpo temblaba y no podía contener la tos o el estornudo, ni siquiera mientras dormía.

Solo el hecho de que soportó con sus soldados, los mantuvo dispuestos a sufrirlo a su vez. Así fue la marcha forzada, cubriendo el doble de la distancia normal en un día y sin escuchar ni una sola vez de un explorador, Gustav finalmente encontró la respuesta a su pregunta de días antes.

'Peor... definitivamente peor...'Se dio cuenta cuando vio el estandarte de la Casa de Astraka, una espada de acero sobre un escudo de acero en un estandarte rojo, ondeando sobre las almenas de la ciudad. Sus oficiales jadearon o gritaron alarmados cuando vieron lo mismo que él.

El trueno seguía resonando en lo alto, pero al menos, por húmedos que estuvieran todos, cansados ​​y horrorizados como estaban, el anciano general no había perdido el humor negro. —Bueno —dijo Gustav con un encogimiento de hombros indiferente que ocultó su horror mudo—, al menos no lucharemos bajo la lluvia.

Las risas a medias de los hombres que se consideraban medio muertos, subieron entre las filas antes de que las grandes campanas tañeran dentro de la ciudad de Prart al darse cuenta de que el ejército de Gustav Montagnés los había alcanzado.

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Illyana se arrodilló en el suelo en Nazarick junto al cuerpo, no había dejado ese lugar en la sala del trono en días. Sus brazos sostenían el cadáver de Skana con tanta fuerza como si fuera un bebé que necesita ser abrazado. "Lo siento... lo siento... lo siento". La elfa lloró sobre el cadáver, sus manos acariciaron el cabello lacio, incluso la magia utilizada para evitar la descomposición no pudo hacer que el cuerpo pareciera vivo. Las manos de Illyana temblaban como si estuviera atrapada en un invierno helado, las extremidades flácidas de Skana no podían devolverle el abrazo, pero eso no detuvo a Illyana en sus torpes intentos de envolverse a sí misma.

"No deberías haber hecho eso, no deberías haber... estúpido Skana... ¿por qué harías eso... por qué?" Besó la frente, las mejillas y los labios muertos tan suavemente como lo haría con un amante dormido a quien no deseaba despertar de sus sueños. Sus manos estaban manchadas con sangre seca de la herida que tocó una y otra vez, tratando de quitarla. "Los humanos no hacen esto por los elfos... no es... me escondí, te dejé salir y me escondí y lo siento..."

Los días de su luto incesante lo hicieron casi rutinario, allí arrodillada, indiferente a su propia inmundicia mientras su Ama la dejaba para atender otros asuntos. La sala del trono era poco visitada por nadie en ausencia de su Padre Todopoderoso, por lo que ella permaneció imperturbable mientras su vientre gruñía y se encogía, su lengua se secaba y sus labios se agrietaban y sangraban.

Imperturbable en la tumba que estaba, hasta que Albedo completó sus asuntos y volvió para encontrar al elfo todavía aferrado al cuerpo de la joven. ¿Te has quedado con ella todo este tiempo? Albedo preguntó con una mirada hacia abajo a la pareja.

"N-no puedo- Yo... no hay nada que podamos hacer... ¿Señora? ¿No es nuestro Señor un Dios... no puede hacer algo por ella... nada...? Illyana preguntó con dificultad, las lágrimas corrían por sus mejillas para caer sobre el cadáver y rodar sobre la carne húmeda y sin vida o mojar la sangre seca que aún quedaba en la camisa que alguna vez fue fina.

Albedo lo pensó, el credo de su Señor vino a ella, 'Mal por mal, bien por bien. Y ella fue útil... ¿quizás vuelva a ser útil?'

"Te permitiré rogar por su vida, cuando mi Señor regrese. Si él lo elige, se podría hacer algo con ella, aunque ni siquiera yo puedo decir qué. Respondió Albedo, e Illyana asintió patéticamente.

"Yo entiendo... Haré cualquier cosa que mi Señor quiera..." Su labio inferior tembló, y se aferró un poco más fuerte al cadáver, y besó la frente fría, "Solo espera... solo espera un poco... de una forma u otra... las cosas saldrán bien." Prometió el cadáver y se quedó quieta.

Albedo dejó que el elfo se quedara allí y puso los ojos amarillos en blanco, metió la mano en su dimensión de bolsillo y sacó un anillo, se lo arrojó al elfo, "Póntelo al menos, no puedes rogar por ella si te mueres de hambre". ¡o sed!"

Illyana atrapó el anillo con una mano, sus orejas bajaron cuando abrió la palma y miró la pequeña cosa plateada con el cristal azul brillante que pulsaba con luz en la superficie. "¿Amante?" Preguntó, con la voz quebrada, se aclaró la garganta y volvió a preguntar: "¿Mi señora? ¿Qué es?"

Es algo que te presto para que lo uses mientras esperas. Eres inútil para mí hasta que esto se resuelva, estoy seguro. Úsalo y mantente con vida hasta que puedas rogar por su vida, no te necesitaré por un tiempo aún de todos modos". Albedo dijo con brusquedad nítida, e Illyana se apresuró a ponerse el anillo.

"Entendido, M-mi señora". Tartamudeó, tan pronto como comenzó, sus punzadas de hambre y sed, su agotamiento físico, todo desapareció.

Esperaré aquí todo el tiempo que me ordenes. Incluso si son otros mil años. Illyana juró, su voz un poco más fuerte que antes, trató de darle una sonrisa frágil y esperanzada a su Dama, pero Albedo ya se había ido a algún otro asunto misterioso, dejando al cadáver y a la mujer solos de nuevo en la base del Trono. de Reyes

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