Diferentes Sinfonías (Jelsa)

Capítulo 28

Narrador

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Cuando divisó el familiar campo a través de la ligera neblina, una oleada de emoción la recorrió. El guardia la dejó pasar sin más, reconociendo su rostro tras tantas visitas. Avanzó por el recinto buscándolo, sus tacones resonando contra el suelo, con la cinta blanca alrededor de su cabello, la misma con la que a él le encantaba jugar en secreto. Su vestido azul, ceñido a su cuerpo, resaltaba sus curvas como un zafiro brillante, especialmente para cierta persona.

A medida que se acercaba, su corazón latía con una mezcla de nervios y emoción. Sabía que Jack estaría allí, tal vez distraído, pero segura de que su rostro se iluminaría al verla. Norte, el entrenador, le ofreció una sonrisa y un abrazo antes de señalarle con un gesto hacia las primeras filas de las gradas, donde Jack descansaba. Elsa no necesitó más indicaciones, conocía bien el lugar. Su corazón latía más fuerte, con cada paso que daba.

Sin embargo, su sonrisa se desvaneció de golpe al notar una figura familiar a lo lejos. Un frío recorrió su espalda mientras un nudo apretaba su estómago. Allí estaba Jack... pero no estaba solo. Una mujer alta, de cabello negro recogido en un moño impecable, lo abrazaba con una intimidad que no parecía casual. Elsa sintió el aire escapar de sus pulmones.

Por un instante, todo su mundo se detuvo. No estaba segura de sí Jack correspondía al abrazo, pero eso ya no importaba. El dolor en su pecho era insoportable. El ruido a su alrededor desapareció: las voces, los autos... Todo. Entonces, sus miradas se encontraron. Jack la vio. Sus ojos se agrandaron y su cuerpo se tensó, comprendiendo el peso de lo que estaba ocurriendo. Pero para Elsa, ya era demasiado tarde. Lo que vio era suficiente.

Krista Black, la exnovia de Jack, giró la cabeza al notar la presencia de Elsa, esbozando una sonrisa, casi maliciosa, disfrutando del daño que había hecho. Elsa sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Krista... La única mujer que Jack realmente había amado, la modelo que había coincidido con ella en París. La única que, según algunos, nunca salió por completo de su corazón, y ahora la tenía de frente, abrazada a él.

Jack intentó soltarse de Krista, queriendo ir tras Elsa, pero los brazos de la mujer lo retenían. Gritó su nombre, pero Elsa ya se había alejado, moviéndose automáticamente mientras las lágrimas comenzaban a caer por su rostro. No sabía si debía gritar o simplemente huir.

Cuando llegó a su auto, se dejó caer en el asiento del conductor, apoyando la frente contra el volante. Las lágrimas salían sin control, nublándole la vista, mientras su respiración se volvía irregular y entrecortada. No lloraba solo por la escena, era mucho más que eso. "Siempre supe que nunca me amaría como a ella", pensó, y esa idea la atravesó como una daga, destrozando cualquier esperanza que aún guardaba en su corazón.

De repente, la puerta del pasajero se abrió.

—¡Jack, sal! —gritó Elsa, su voz rasposa y llena de enojo.

—Me alegra no ser él —respondió Hans con una sonrisa fría, mirándola fijamente—. Vamos, Elsa. Vámonos de aquí, lejos de él.

Elsa, levantó la cabeza, lo observó a través de las lágrimas, confundida.

Las palabras de Hans no la reconfortaron. "¿Lejos de Jack?" "¿Eso es lo que quiero?" Bajó la mirada hacia su mano izquierda, donde el anillo de compromiso brillaba tenuemente. Los recuerdos de todas las promesas, los momentos compartidos, las risas, las miradas llenas de amor... Todo eso parecía desvanecerse en un solo instante.

Con un gesto rápido y decidido, se quitó el anillo. Lo sostuvo por un segundo, sintiendo su peso simbólico, antes de lanzarlo hacia el asiento trasero. El sonido metálico del anillo al caer resonó como el eco de una puerta cerrándose. Una puerta hacia un futuro que había imaginado junto a Jack. Sin pensarlo más, arrancó el coche y aceleró, alejándose de él, de ese lugar, y de los sueños que había construido a su lado.