Capítulo 8

459 52 3
                                    

Narrador

. . .

Cuando llegó al salón 'Orquídea', Elsa fue recibida por la maestra Miroslava, una mujer de piel oscura, cabello corto y castaño, que vestía un leotardo negro. Ella la esperaba en la puerta con una sonrisa.

—Hola, Elsa. Sé que la maestra Marie habló contigo sobre la situación que tenemos con las dos bailarinas, y te agradezco mucho por ayudarnos —dijo Miroslava, algo avergonzada.

—Sí, ya me contó lo sucedido. Es una pena —respondió Elsa mientras entraban al aula.

Al entrar, el silencio cayó sobre los estudiantes, que la observaban con curiosidad. Algunos murmullos se escucharon de fondo. El ambiente era un poco incómodo, ya que Elsa solía asistir a clases avanzadas y, a sus veinte años, era mayor que la mayoría de los alumnos del grupo, quienes rondaban los dieciocho años.

—Estudiantes, ella es Elsa. Creo que muchos ya la conocen. Ella reemplazará a Raquel en el recital, así que espero que no haya problemas durante su estadía con nosotros —anunció Miroslava en voz alta—. Elsa, puedes dejar tus cosas donde prefieras.

Asintiendo, Elsa se dirigió a una esquina donde había varias mochilas en el suelo. Al levantar la vista, vio a una joven castaña saludándola. Era Emma Overland. Elsa le devolvió el saludo, sorprendida de verla en la clase. Esto le alegró, pues ahora tendría con quién hablar durante los descansos.

—Hoy practicaremos el primer acto para que Elsa se familiarice con la coreografía —anunció Miroslava—. ¿Te parece bien si tomas asiento por ahora y luego nos unimos contigo en las siguientes escenas?

Elsa asintió y se sentó en la orilla del salón, apoyándose contra la pared para no estorbar en el centro. Miroslava reunió a un grupo de estudiantes que se posicionaron para comenzar. En cuanto la música llenó la sala, el grupo empezó a bailar. Los demás estudiantes, al igual que Elsa, observaron desde los bordes.

Mientras veía la actuación, notó que Emma y otra chica se acercaban para sentarse a su lado. La desconocida era unos centímetros más alta que Emma, rubia de ojos azules, con el cabello recogido en un moño y vestida con un leotardo beige. Era muy guapa.

—¡Hola, Elsa! Me encanta que seas la suplente de Raquel —exclamó Emma emocionada.

—Hola, Emma. Me alegra poder ayudarlos, pero me preocupa no aprender la coreografía a tiempo —dijo Elsa, observando a los bailarines.

—¿Quieres que te ayude a aprenderla? —preguntó Emma.

—¿Harías eso por mí? —Elsa la abrazó con entusiasmo—. ¡Gracias, me sería de mucha ayuda!

Notó que la otra chica la observaba con una mirada extraña, por lo que decidió soltar a Emma para evitar malentendidos.

—Oh, lo olvidé. Elsa, ella es Samantha, mi novia —dijo Emma, besando la mejilla de la chica rubia.

Elsa se sorprendió, pero sonrió.

—Sam, ella es Elsa, la prometida de mi hermano —bromeó Emma, mientras Samantha la observaba con recelo.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Samantha arqueando una ceja.

—Tengo veinte años —respondió Elsa con amabilidad.

—¿No eres muy joven para casarte?

—Sí, pero mis padres no piensan lo mismo...

Antes de que Elsa pudiera continuar, Miroslava anunció:

—Vamos a comenzar con la escena dos. Elsa, Emma, Helena y Felipe, tomen sus posiciones.

Elsa se levantó rápidamente, y Miroslava le indicó que observaría primero cómo hacían la coreografía con los otros bailarines. Elsa asintió y trató de memorizar los movimientos mientras la música comenzaba de nuevo. Cuando terminó la secuencia, fue su turno de intentar recrear los pasos. Nerviosa, se preparó para no cometer demasiados errores.

[...]

Después de algunos minutos, la escena terminó. Elsa, aun respirando agitada, notó que todos la miraban con sorpresa. ¿Había cometido demasiados errores?

—¿Habías practicado esta coreografía antes? —preguntó Miroslava. Elsa negó con la cabeza—. Solo cometiste cuatro errores en toda la secuencia. ¡Eso es increíble! —aplaudió, y algunos susurros recorrieron la sala—. Si sigues así, dominarás la coreografía mucho antes de lo que pensábamos.

Elsa sonrió aliviada. El ensayo continuó, pero se sentía cada vez más segura.

. . .

Después de una intensa práctica, Miroslava anunció un descanso de cincuenta minutos, lo que desató gritos de alegría entre los estudiantes. Emma se acercó a Elsa, tomada de la mano de Samantha.

—¿Vienes a la cafetería con nosotras? —preguntó Emma.

—¡Claro! Las veo allá —respondió Elsa.

Después de cambiarse las zapatillas rápidamente, Elsa se dirigió a la cafetería, compró un tazón pequeño de ensalada y se sentó con Emma y Samantha. Durante el descanso, hablaron sobre la relación de las chicas, y Elsa no pudo evitar sentirse fascinada por lo tierna que era la pareja...

[...]

. . .

—¡Ten un lindo fin de semana! —gritó Emma mientras salía del salón.

—Adiós, Elsa. Cuídate —dijo Samantha antes de seguir a Emma.

Después de despedirse, Elsa guardó sus cosas y caminó hacia los baños para cambiarse. Se puso los jeans y el cárdigan que había traído, deshizo su moño y cepilló su cabello platinado, dejándolo caer sobre sus hombros. Una vez lista, salió con calma.

De repente, se topó con Astrid.

—Hola, Astrid. ¿Sabes si Punzie ya vendrá por nosotras? —preguntó Elsa.

—Hola, Els. Dijo que llegará en diez minutos, parece que tuvo un inconveniente —respondió Astrid mientras revisaba su teléfono.

Justo en ese momento, una chica de cabello corto y rojizo se acercó apresurada hacia ellas.

—Elsa, un chico vino por ti —dijo, aun tratando de recuperar el aliento.

—¿Quién? —preguntó Elsa, extrañada.

—Dice que es tu prometido. Está afuera de la academia.

Elsa se quedó helada por un momento. Su estómago dio un vuelco. Sin decir más, comenzó a caminar rápidamente hacia la salida, seguida de cerca por Astrid y la chica.

—Por favor, no. No puede estar aquí... —murmuró mientras avanzaba.

Diferentes Sinfonías (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora