Capítulo 29

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Narrador

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Eran alrededor de las ocho de la noche cuando Jack se encontró conduciendo a un ritmo sorprendentemente lento, algo inusual para él. A su lado, Elsa dormía acurrucada en el asiento del copiloto, con las piernas dobladas sobre el cuero negro y la cabeza apoyada en su brazo. Mechones de cabello desordenados cubrían parte de su rostro, mientras su respiración, suave y regular, llenaba el silencio del auto.

A simple vista, parecía estar en paz, pero Jack sabía que esa calma no era más que una fachada. Elsa no dormiría así a menos que estuviera completamente agotada. Lo había visto antes, ahora en ella y en sí mismo, después de las noches más difíciles de su vida.

De vez en cuando, la miraba de reojo, observando cómo su pecho subía y bajaba lentamente. Sabía que esa posición incómoda le causaría dolor al despertar: el cuello torcido, las piernas encogidas contra el asiento. Su instinto le decía que acelerara, que llegaran cuanto antes para que ella pudiera descansar en un lugar adecuado. Pero si lo hacía, seguramente la despertaría.

Las manos de Jack se aferraron al volante con fuerza. Sus pensamientos lo atormentaban. "Quiero cuidarte." Pero esas palabras quedaron atrapadas en su garganta, como tantas otras que había reprimido desde el inicio de todo esto.

El trayecto se le hizo eterno, pero finalmente llegaron a un imponente rascacielos de vidrio que reflejaba las luces de la ciudad, con luces doradas filtrándose desde los departamentos. Jack estacionó con cuidado, intentando no hacer ruido, mientras el ronroneo del motor apagándose rompía el silencio de la noche.

Por un momento, se quedó inmóvil. Las manos aún en el volante. Su mirada volvió a buscar el rostro de Elsa, iluminado por la tenue luz del tablero. Parecía tan pequeña y frágil en ese instante que un nudo se formó en su pecho. Exhaló un suspiro pesado, como si intentara liberar todo el peso que llevaba encima, y salió del auto.

Con movimientos calculados, abrió la puerta del copiloto y se inclinó hacia ella. Su rostro, relajado y ajeno a todo, se veía aún más hermoso bajo la luz cálida del auto. Un mechón de cabello caía sobre su mejilla, y Jack, sin pensarlo demasiado, lo apartó con cuidado.

El contacto, aunque mínimo, despertó algo en su interior. Sus dedos quedaron suspendidos en el aire por un instante, tentados a deslizarse por su piel y acariciar la suavidad de su rostro. Pero algo lo detuvo. Tal vez era el respeto por los límites que Elsa había impuesto. O quizás el miedo a romper el frágil equilibrio que ambos habían construido.

"No es el momento." Se obligó a repetirlo. Aunque ese pensamiento le dolió más de lo que esperaba.

Con una delicadeza que parecía impropia de él, la cargó en brazos. Elsa, aún dormida, se acomodó instintivamente contra su pecho, como si buscara refugio. Su respiración se volvió más tranquila, y Jack sintió que esa cercanía era tan peligrosa como reconfortante.

El vestíbulo del edificio, con su brillo dorado y su elegancia imponente, los recibió en completo silencio. Pero Jack no le prestó atención. Sus pensamientos estaban fijos en la mujer que llevaba en brazos y en lo extrañamente diferente que se veía todo.

Al entrar al ascensor, presionó el botón de su piso con una tensión que se clavaba en su pecho. Era miedo. Un miedo nuevo, que lo aterrorizaba más que cualquier carrera o situación límite que hubiera enfrentado antes. El miedo de equivocarse con Elsa.

Cuando llegaron al departamento —un lugar moderno y lujoso que siempre había considerado frío y vacío— cruzó el umbral en silencio. Sus pasos resonaron en el suelo de mármol mientras su mente se llenaba de un único pensamiento: ella.

Diferentes Sinfonías (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora