《𝐀𝐁𝐑𝐀𝐊𝐀𝐃𝐀𝐁𝐑𝐀 #𝟐》
Luego de descubrir de la peor manera el secreto de su Arcano, Hazel se prometió a sí mismo dejar de hacerlo enojar. Debió haber sabido que la paciencia jamás encajaría entre sus virtudes.
Moon se resiste a abrirse...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Actualidad
Chernóbil, Ucrania.
Zona de exclusión.
Moon
Hazel se lanza a mis brazos llorando a moco tendido. Si no fuera porque el alivio extremo y el amor se vierten por mis bordes al tenerlo conmigo de nuevo, no dudaría en darle unos buenos azotes en el culo como sugirió Mikaela.
—Omega problemático...
—¡Tenía mucho miedo!
—Ojala fuera el suficiente como para mantenerte obediente y seguro en el castillo.
Hazel lloriquea en el hueco de mi cuello, frotando su cara contra mi piel con desespero. Lo subo a mi regazo en donde se hace una pequeña bola tembleque y quejosa.
—Nunca tendré suficiente miedo como para dejarte solo...
Mi estúpido corazón salta de júbilo, engrandecido, frenético, como si en mis manos estuviera la posibilidad de apoderarme de este omega para hacerlo feliz durante el resto de nuestras vidas. Lo abrazo, como si fuera verdad, como si hubiera cumplido mi más grande afán: fusionarme con su cuerpo y alma en una utópica completitud.
—Casi me matas de una explosión cardíaca... —Suspiro.
Mi pequeño sinvergüenza no para de hipear y de buscar mi olor, pero aún en su estado más vulnerable se las arregla para imponer su intrepidez.
—¿Eso es acaso posible para tu corazón de piedra?
Sonrío.
—Se trata de ti. Eres lo único que puede causarme lo inimaginable.
—Vaya —exhala con su vocecilla suave, esa que pone cuando me coquetea—. Me alegra haberte encontrado en tu temple sensiblero. Juraba que ibas a estar en modo capullo.
—Solo espera a que mis cojones vuelvan a su sitio. —Sostengo su fino mentón para traerlo frente a mi rostro—. Te podrían haber matado.
—Lo sé.
—Podrían haber tirado abajo tu avión.
—Lo sé —reitera. Su nuez de Adán ondea y sus preciosos ojos de miel escapan de mi increpante mirada—. No soy idiota, como todos ustedes piensan. Fui consciente del peligro. Solo... no lo pude evitar.
—Por Cerbero, solo tenías que hacerme caso. Solo una vez, Hazel.
Sus pupilas se centran en las mías con una convicción admirable.
—No. Y no vuelvas a decirme que me quede atrás, porque no lo haré. Tampoco me alejaré de ti. Da igual lo que digas, si creen que me faltan algunas tuercas o que soy imbécil... da igual... Solo lamento haber estropeado el plan.