☽ Capítulo 26 ☾

169 20 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Hazel


Zumbo entre árboles y sotobosque. El aire me azota la cara y el bombeo de mi corazón truena en mis oídos. Ya casi es hora. Mi reloj me informa que quedan treinta segundos y la adrenalina me da alas.

Tendrás que esforzarte para recibir tu recompensa, alfa.

Los segundos se agotan y levanto el hechizo de anulación. No me he alejado demasiado del castillo porque he evitado ir en línea recta. La principal herramienta de Moon será su olfato. Mientras más esparcido esté mi olor, más se despistará. También se valdrá de su audición. Me concentro especialmente en mis pasos, enviando un poco más de prana a mis pies para volverme sigiloso como un felino.

Avanzo varias decenas de metros más hasta hallar un escondite no demasiado evidente: solo es un árbol entre tantos, pero está ubicado en una pendiente que facilita mi escrutinio. Trepo con cuidado. Cuando llego al árbol, una mano aparece desde detrás del tronco y se precipita hacia mí. Mi cuerpo reacciona antes que mi cabeza, esquivando las garras por un pelo. Sin embargo, el movimiento brusco y sorpresivo me hace perder estabilidad y resbalo en el terreno escarpado. Luego de algunos tumbos, aterrizo con el culo al inicio de la pendiente.

Moon salta desde la cima y cae sobre mí con sendos pies descalzos a cada lado de mi torso. Lo miro incrédulo y con el pulso desbocado. Mierda. ¡¿Cómo es posible que me haya encontrado tan rápido?! Ni siquiera me da tiempo a acabar de procesar las circunstancias. Veo sus manos abalanzándose sobre mí una vez más. Sus ojos están avivados por algo muy cercano a la bestialidad y brillan como las farolas traseras de los carros.

¡Ah, lo siento por esto!

Al son que sus manos me buscan, las mías suben hacia él con la magia chisporroteando en ellas. La explosión resuena en el bosque, zamarreando el suelo y haciendo levantar vuelo a varias lechuzas y murciélagos. Un pequeño truco que aprendí en Prípiat, cuando el vampiro gilipollas me llevaba por los aires. En aquel entonces, Dubrak no tuvo más opción que dejarme ir. Ahora, Moon tropieza con idéntico obstáculo. El estallido lo avienta lejos y salgo pitando hacia las profundidades del bosque, con una parte de mí ansiosa por huir y la otra ansiosa por regresar, preocupada por Moon. Le prohibí usar magia, y tampoco imaginé que me vería obligado a recurrir a ella tan pronto. ¿Qué tal si lo lastimé y no puede curarse? Niego con la cabeza a mi propia pregunta. Él es inmortal, no debería sufrir más que algunos rasguños, sanarán en un santiamén...

Aquella fracción de segundo en la que me distraigo en mis rumiaciones, el alfa la aprovecha para finiquitar la mísera distancia que he recorrido. Sorteo pinos, fresnos y helechos que me golpean la cara y se enredan entre mis pies mientras siento su respiración casi rozando mi nuca. ¡Es ridículo que sea tan ágil con ese cuerpo titánico!

Entre un salto y otro, Moon consigue acercarse lo suficiente para patearme los tobillos, lo que me cuesta otro hostiazo de manera inevitable. Golpeo su mano antes de que pueda sujetarme del pie y agarro un puñado de fango para lanzárselo a la cara. Gracias a los cielos se echa para atrás para limpiarse los ojos. Lamentablemente, los míos se detienen demasiado tiempo en su cuerpo desnudo. Las pocas prendas que llevaba deben de haberse rostizado por la explosión, y sin embargo su piel luce sana y salva más allá del lodo que se le ha pegado. Siempre tuve la impresión de que mi fuego no daña a Moon. Debo estar en lo cierto. Mis ojos descienden un poco más, específicamente hacia lo que cuelga entre sus piernas. ¡Por Cerbero! Dura parece una rama de NiaDsyr, pero ahora es algo así como la trompa de un elefante.

REDEMPTION【Libro II】| Disponible en físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora