•EL VIEJO ROBLE•

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Corría el mes de abril, el cuarto mes de su embarazo y la panza se le notaba cada día más, ya empezaba a ser preocupante por que sabían que esto no podría ocultarlo mucho tiempo.

Por suerte, Perú y USA ya tenían más o menos un plan, su padre últimamente había estado viajando en busca de nuevas criaturas para su colección privada, pues dentro de este negocio, quién tuviera el mejor híbrido no solo se llevaba una jugosa suma de dinero por quién se ofrecía a comprarlo, si no el respeto de los demás; pues con cada año que pasaba parecía que los buenos híbridos de a poco desaparecían y el número de natalidad de las especies descendía cada vez más.

Teniendo en cuenta eso, y que Francia, la madre de USA y Canadá casí nunca estaba en casa al igual que los gemelos, podrían aprovechar una de esas oportunidades y fugarse, pero había dos grandes problemas que se los impedía.

Uno, Uk siempre se llevaba a Argentina con él, no importaba a dónde fuera, él era su "perro de compañía" y lo seguía a todos lados. Ni México ni Perú se querían ir de ahí si no era con su hermano.

Y dos, Canadá, el chico se la pasaba todo el tiempo con México, no lo dejaba ni respirar se podría decir, lo tenía de aquí para allá con él y era difícil idear algo para que se alejara, en especial cuando USA no se llevaba con él.

Dejando de lado todo eso, México suspiró cansado por tercera vez en lo que llevaba ahí. Canadá, luego de interrumpir su ducha, lo había llevado a un pequeño picnic que organizó para que ambos pudieran disfrutar del atardecer que de a poco se veía.

Ambos estaban en una pequeña colina, el pasto era alegre y había cientos de pequeñas flores amarillas por todo el lugar, y al final de la colina había un enorme campo de flores y un enorme roble, además del hecho de que estaban demasiado lejos de la casa de Canadá, fue media hora de camino hasta ahí.

Era encantador para una cita, el problema era que México no lo veía asi. Canadá todo este tiempo se había portado dulce y tierno con él, algo empalagoso y asfixiante pero era lindo al tratarlo, pero el corazón de México siempre sería para ese ruso, no había nadie como él y ninguno ocuparía ese lugar.

- Mexique mira tu estomago - río un poco Canadá - creo que a crecido demasiado -

México de inmediato se cubrió con su cola y trago saliva nervioso - si... creo que es por tanto dulce que me das, cada que salimos me compras comida - rápido inventó esa excusa, aun que era cierto, y agradecía en que Canadá le cumpliera los antojos sin que lo supiera, pero hasta parecía que lo quisiera engordar a propósito.

- Cielos lo siento - rio Canadá - es que sinceramente es difícil negarte algo, te veo y en lo único que puedo pensar es en que debo cuidarte y consentirte - la mano del canadiense viajo hasta la mejilla del contrarió y la acarició suavemente, Canadá lo veía con una sonrisa genuina de felicidad.

Felicidad que no era correspondida, México se separó con una sonrisa incomoda e intento disimular con que comía de los sandwiches que preparo Canadá.

- Si - río incómodo - estos sandwiches están deliciosos - trato de cambiar de tema pero vió la cara de descontento del mayor - oye, ¿cómo encontraste este lugar?-

- hace mucho que vengo aquí - Canadá pareció ceder a cambiar la conversación - mi padre hace tiempo viajo cerca de aquí, como a unos diez minutos caminando, yo lo acompañé por que estaba aburrido pero luego me separé de él, y dí con este lugar, lo volví como mi lugar secreto, aquí vengo cuándo me siento muy abrumado -

México se vió interesado en ello, por la palabras de Canadá, había civilización cerca de ahí, calculando el tiempo, quiere decir que había otro pueblo al que podrían llegar al escapar él y sus hermanos, recuperarían fuerza ahí y luego se irían lejos. El solo pensarlo hizo que su cola se sacudiera de un lado al otro con alegría, más intentó disimular eso.

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