49. [Final]

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¿Cómo miras a alguien a quien quieres más que a la vida misma y sabes que ha llegado el momento de decirle adiós y dejarle marchar?

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¿Cómo miras a alguien a quien quieres más que a la vida misma y sabes que ha llegado el momento de decirle adiós y dejarle marchar?

desconocido

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EL CALOR DEL verano se desvanecía gradualmente, dando paso a un viento fresco que anunciaba la llegada del otoño. Las tardes se volvían más frescas y las hojas de los árboles, una vez exuberantes en su verdor, comenzaban a transformarse en una paleta de colores más cálidos.

—¿Lo tienes todo?

La tía de Alice apareció en el umbral de la habitación que estaba llena de cajas cerradas. El sol de septiembre filtraba a través de la ventana, destacando el polvo en suspensión.

—Esta era la última.

Alice cerró la caja y la apiló con las demás. Miró a su alrededor. La habitación, que había sido su refugio durante un año entero, estaba ahora vacía y silenciosa. Las fotos que antes adornaban las paredes, los recuerdos que se agolpaban en cada rincón, ahora estaban cuidadosamente embalados en cajas.

—Gracias por haberme aguantado durante este año. Volveré a visitarte en las próximas vacaciones.

Su tía esbozó una sonrisa agridulce.

—Sé que estos meses han sido agitados para ti. Este es un cambio grande, pero recuerda que siempre tendrás un lugar aquí. Esta seguirá siendo tu casa.

Las lágrimas hicieron su intento por escapar, acumulándose en los bordes de los ojos de Alice, pero ella se las arregló para contenerlas. Se había prometido a sí misma que no se desmoronaría hasta que estuviera sola. 

La presencia de su tía desapareció, dejando a Alice sola en la habitación unos instantes, quien se había detenido en el umbral del cuarto. Echó una última ojeada y cerró la puerta, pero la sensación de dejar algo importante detrás la hizo volver a abrirla. 

Regresó a la estantería donde reposaba su peluche de la infancia y se detuvo frente a esta. Sus dedos acariciaron la tela gastada. Entre las pocas cosas que quedaban en la habitación, el peluche era una de las que había decidido dejar atrás, pero algo en su interior la impulsó a tomarlo consigo.

Alice lo guardó dentro de su mochila y la colocó sobre su hombro. Inhaló profundamente, sintiendo cómo la realidad del momento se asentaba en su pecho, y bajó las escaleras; todo quedaba atrás. 

A paso firme, se dirigió hacia la puerta. El abrazo que le dio su tía le brindó un fugaz consuelo. 

—Recuerda, llámame tan pronto llegues —le instó esta—. Y no te olvides de comer bien.

—Lo haré. Muchas gracias por todo.

Alice cruzó el umbral y se encontró fuera. Sin más palabras, se subió al coche. Procuró sonreír a su tía, pero sus ojos delataban lo que sentía realmente. Takeo, al volante, le ofreció una sonrisa.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora