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Entre mares, galaxias y lunas, tuve suerte de pisar la misma tierra de la que soñé bajo las mismas estrellas que tú

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Entre mares, galaxias y lunas, tuve suerte de pisar la misma tierra de la que soñé bajo las mismas estrellas que tú.

nighty drunk lovers

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LA LEYENDA DE Ícaro era una de sus favoritas. Era hijo de Dédalo, genio de la antigüedad que le había mostrado a Ariadna cómo Teseo podía encontrar el camino en el laberinto de Minos, donde se encontraba el Minotauro.

Con su ayuda, Teseo fue capaz de matar al Minotauro, por lo que el rey Minos encerró a Dédalo y a Ícaro en el laberinto. Con la intención de huir, Dédalo fabricó unas alas para él y su hijo. Las adhirió con cera a los hombros de Ícaro y luego en los suyos, e iniciaron el vuelo que los conduciría a la libertad.

El padre le había advertido a su joven e imprudente hijo que no volara demasiado alto ni demasiado bajo. Sin embargo, pese a las advertencias de su padre, Ícaro, el joven temerario fascinado por lo maravilloso del vuelo, se elevó por los aires desobedeciéndolo.

Allí, Ícaro se sintió dueño del mundo y quiso ir más alto todavía. Pero se acercó demasiado al sol, y el calor que había derritió la cera que sostenía sus alas, por lo que las perdió. El desdichado y temerario joven acabó cayendo al mar, donde murió.

Alice esperaba que algún día alguien le mostraría el mismo amor y fascinación que Ícaro sentía hacia el sol.

—Estaba pensando en si los osos tienen cuatro piernas o dos piernas y dos brazos.

Alice tuvo que hacer el esfuerzo más grande del mundo para no ponerse a reír a carcajadas ante la respuesta del chico.  

—Diría que dos brazos y dos piernas.

Enderezó su espalda, sintiendo sus huesos crujir. La banqueta del piano se encargaba de recordarle que debía mantener una postura correcta.

—Pensaba que era todo piernas.

—No soy bióloga, pero creo que cuando están de pie son probablemente brazos. Las piernas, por definición, son usadas para sostener el cuerpo y caminar. Además, los osos tienen dos rodillas, no cuatro. Y pueden caminar únicamente usando las patas traseras.

El chico quedó con un aire pensativo; parecía auténticamente intrigado por el tema, hasta que la miró, convencido de su respuesta.

—Supongo que tiene sentido.

—Te pasas —sonrió ella, pensando en las bobadas que podía llegar a decir o preguntar.

Una cálida y familiar sonrisa vino a dibujarse sobre el rostro de Tooru al mismo tiempo que la suya.

—Tienes talento para tocar. ¿No has pensado en estudiar un grado en composición musical?

Ella movió los pies inquieta.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora