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A L I C E

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A L I C E

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CONFESAR MIS inseguridades a otra persona no se sentía como yo me había imaginado. En ningún momento me sentí estúpida por haberle dicho todo aquello, y tampoco intenté ocultarle la verdad. Lo único que me sorprendió de todo fue la facilidad con la que pude pronunciar las palabras.

No podía definir qué me gustaba de Tooru. Era como si a veces hubiera un niño dentro de él. Era un apasionado de lo que ama. Jugaba al voleibol como si no hubiera mañana. Le encanta soñar a lo grande y no parecía ser el tipo de persona que dejaba que el "mundo real" empañara sus sueños.

«Pienso que en cualquier momento, si bajo la guardia, me superarán.

Trabajo durante horas para compensar el talento que no tengo.

Siento recelo hacia ciertas personas por no ser como ellas».

Antes de conocerlo, si alguien me hubiera dicho que Tooru era así en lo más profundo de él, me hubiera reído en su cara diciendo que no era posible. Pero sí lo era. Y no entendía por qué me lo había tenido que decir todo a mí. Quizás no había ninguna razón, y le estaba dando demasiadas vueltas. Aun así, ahora más que nunca quería seguir conociéndolo.

Creía firmemente que había belleza detrás de todas las imperfecciones, y quería seguir conociendo al chico que me había dado una oportunidad; una oportunidad que nadie más me había concedido. Tal vez esto era la respuesta que había estado buscando, pero que se me había presentado de una forma distinta a la que yo había pensado.

Hasta ahora siempre había habido una falta de conexión emocional y de autenticidad con las personas con las que hablaba.

A veces sentía que no les gustaba a los demás porque no hablaba mucho. Era como si todos los demás hubieran tomado clases sobre cómo hablar con la gente, menos yo. No sabía qué decir, no lograba implicarme en las conversaciones. El problema no eran los demás, sino yo. Yo era el problema.

—Cuando te hagas famosa y vengan a hacerte entrevistas, no olvides mencionar que fuiste la amiga de Tooru Oikawa. Y si quieren, pueden hacerme una entrevista a mí de paso.

—Lo tendré en cuenta.

Le sonreí. Qué tonterías decía a veces. No podía saber si lo estaba diciendo en serio o no. Había aprendido que con Tooru podía esperarme a cualquier cosa, así que me lo tomé como que sí.

La mirada de Oikawa se cruzó con uno de los marcos que tenía sobre mi escritorio. Él se había empeñado en querer ver mi habitación, y yo no había visto ningún inconveniente en enseñársela.

Por un breve instante, fui capaz de visionarlo todo de nuevo: las olas del mar chocando contra la arena, las gaviotas, los niños gritando y riendo, el olor de la playa, y la brisa del viento chocar contra mi piel. No eran más que recuerdos lejanos que aportaban una inmensa nostalgia. Estaba en una especie de trance melancólico en el que me volví completamente absorta en sensaciones específicas. 

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora