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A L I C E

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A L I C E

Dame unos días de paz en tus brazos, lo necesito muchísimo. Estoy agotada, exhausta, hecha un guiñapo. Después podré enfrentarme al mundo.

henry miller

━━ ۵ ━━

EL VIAJE DE vuelta se me hizo silente. Escuché distraídamente a Iwaizumi y Matsukawa comentar los exámenes. En general les había ido bastante bien, según lo que decían ellos. Como no conoceríamos los resultados hasta dentro de unos días, los alumnos solían apuntarse las respuestas en un folio para luego comprobarlas en casa. 

Con la cabeza apoyada sobre mi mano, observaba el paisaje que se presentaba ante mí a través de la ventana. Visto desde dentro del tren, parecía que nos desplazáramos a poca velocidad. Los árboles desfilaban uno por uno y, por detrás de estos, el sol había tomado ya un color anaranjado.

Mañana se venían los tres últimos exámenes, pero no era eso lo que me preocupaba realmente, sino el hecho de que volvería a ver a ese chico, ya que su asiento asignado estaba al lado del mío.

—Esta es mi parada.

El tren se acercaba a la estación. Me levanté de mi asiento y pasé delante de mis dos amigos.

—Hasta mañana —susurré—. Ya le dirás adiós de mi parte, por favor.

Issei se había dormido, y no quería despertarlo. Iwaizumi asintió y se despidió de mí. Cuando me puse delante de la puerta del tren para salir, aún podía sentir que me estaba mirando. No me había hecho ninguna pregunta, pero era evidente que se había dado cuenta de algo.

Olvidé sujetarme a una de las barras metálicas cuando se detuvo el tren, y por culpa de eso perdí el equilibrio y estuve a punto de caerme.

—Tonta, eres tonta... —me repetí a mí misma.

Al bajarme, noté que el andén estaba completamente vacío. El ambiente era bastante fúnebre, y le envié un mensaje a mi tía para pedirle que me viniera a recoger a la estación.

Aquella noche no repasé para los exámenes del día siguiente. Lo primero que hice al volver a casa fue tomar una larga ducha. Tenía que quitarme ese "algo" que llevaba encima desde que había hablado con ese chico.

No podía dejar de frotarme los labios y la mejilla, hasta el punto en el que me empezó a arder la piel. Al mirarme en el espejo, vi que tenía la mejilla irritada por la fricción constante. Cuánto me odié a mí misma ese día.

No podía quitarme aquel pensamiento de la cabeza, y siempre se repetía ese mismo desagradable momento en el que me había sentido vulnerable de la peor manera posible.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora