Capítulo XXXIII: Desacuerdos.

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—¿No nos había prometido que podríamos tener una semana de descanso?— el vampiro parecía demasiado irritado, y compartía su sentimiento.

—Bueno, Miiko dijo que podríamos tener una semana para irnos de luna de miel cuando no hubiera demasiado trabajo.— le recordé, recostándome a su lado una vez más.

—¿Lista para no tener luna de miel?— replicó con sarcasmo, y no pude evitar reír.

—A este paso, podríamos tenerla en la sala del consejo...— le seguí la corriente, su mal humor disminuyendo gradualmente. —¿Sabes de qué va la junta de hoy?— escuché un suspiro por parte del azabache, por lo que supuse que era una negación.

—No lo sé, pero tengo un mal presentimiento.— me dio un beso en la frente. —¿Y tú? ¿Ya desayunaste?— asentí, pese a que era parcialmente cierto: seguía vomitando todo.

—No se te olvidó nuestra cita de hoy, ¿verdad?— estaba bastante ansiosa por contarle todo, y aunque tenía miedo de que esto pudiera tornarse contra mí, tenía fe de que el vampiro se lo tomaría bien.

—¿Cómo podría olvidar la primera cita a la que mi bella esposa me invita?— al notar mi gesto, rió. —Bueno, me has invitado antes. Me refiero a ahora que somos esposos.— me era difícil estar molesta con él ante cualquier mención de nuestro nuevo título.


Estos días habían sido relativamente tranquilos: después de la boda, habíamos regresado a Eel. Nevra vivía oficialmente conmigo, pero al igual que mi estancia en este lugar, era temporal. En pequeños espacios que habíamos tenido en nuestras agendas, habíamos ido a un pequeño pueblo que estaba un poco más retirado de donde vivía Ezarel, pero que a ambos nos había gustado bastante. El precio de las casas entraba en nuestro presupuesto, tanto que podíamos permitirnos pagar una de contado.

Nada era seguro aún, y por más que quisiéramos haber llegado a nuestro nuevo hogar tras la boda, sabíamos que el simple hecho de casarnos había sido un lujo que nos habíamos podido permitir sólo porque nada lo interrumpió. Corríamos el riesgo de que Eldarya se destruyera en ese momento, de que los humanos atacaran una vez más... no pasó nada, sí, pero había sido un riesgo que corrimos en su momento.

Además de Eweleïn y Lance, nadie más sabía de mi embarazo: al menos que yo estuviera al tanto. Había pensado en decirles a mis padres antes de irme de Reessia, pero sabía que eran capaces de no dejarme ir y exponerme al peligro en una situación tan vulnerable. Tenía miedo de que Nevra pudiera tener la misma reacción, pero confiaba en que podría convencerlo de que había riesgos que debía tomar, y que, si no me ponía en peligro en esta ocasión, ya no habrá un futuro seguro.

Sin mucho ánimo, el vampiro y yo nos dirigimos a la sala del consejo, y cada uno tomó su sitio. Yo me senté al lado del lobito y de Lance, que por sus rostros, tampoco parecían estar al tanto de lo que nos traía hoy a este lugar. Es decir, no había ningún miembro adicional a la guardia Brillante, además de...


—...Mathieu.— musité tan bajo que esperaba que nadie me hubiera escuchado, pero el humano se dio cuenta de que lo estaba observando. Bajó la mirada, casi respondiendo a mi acusación.

—Quiero agradecerles por su puntualidad.— comenzó la kitsune, su serenidad extrañándome un poco. —Esto no es algo que me gustaría que estuviéramos pasando, pero espero que, con el relato de Mathieu, las cosas sean más claras para todos nosotros.— pude notar la confusión en la sala, y todas las miradas se dirigieron hacia el joven.

—B-Buenas tardes...— fue lo primero que atinó a decir. —Voy a ir directo al grano: he mentido sobre muchas cosas, incluida la razón por la que estoy en Eldarya.—

Re;Start [Eldarya] (Re;Birth #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora