Capítulo XXXVIII: Adiós, Eel.

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—Sería todo de mi parte, emisario Isilmeir.— me levanté de mi sitio, el elfo dedicándome una pequeña reverencia.

—Le agradezco su tiempo, jefa Aerye.— replicó. —Dentro de poco tendremos los resultados, pero parece que las cosas van bien.— respiré con dificultad, pues sabía perfectamente lo que pasaría si ese resultado salía negativo.

—Es lo menos que podemos obtener tras tantos sacrificios.— comenté. —Leiftan, Jamón, ¿podrían escoltarlo a la salida?— los dos chicos asintieron, acompañando al emisario poco después.

—Alguna orden para mí, ¿su majestad?— no pude evitar poner los ojos en blanco al escuchar a mi esposo, que me estaba ofreciendo su mano para levantarme.

—Una, este no es un reino, así que sólo dime jefa en todo caso.— lo corregí, y simplemente rió. —Dos, siempre hay trabajo para ti, pero esta es una orden extraoficial llamada cita de control con la doctora Eweleïn.—

—¿Y mi beso?— por más que quisiera hacerlo, estos últimos tres meses habían estado acompañados de una repulsión ante la idea de besar a alguien, por lo que tenía que rechazarlo.

—Me encantaría, pero me sigues dando náuseas.— le contesté en un tono más bien apenado, y simplemente me dio un beso en la frente.

—Como me gustaría ser tu antojo de embarazada y no tu repulsión.— contestó, más en tono de broma que de otra cosa.


El vampiro me ayudó a levantarme, la gran panza que tenía en estos momentos sintiéndose como la mochila que solía llevar en mis tiempos de universitaria, sólo que, en vez de sentir que me iría para atrás, me tambaleaba para adelante.

Mi mejor amiga estaba casi segura de que el bebé nacería pronto, por lo que quería asegurarse de que todo estaba en orden antes de dictar cualquier cosa. En Eldarya, las cesáreas sí existían, por lo que tendría dos opciones: expandir mi pelvis de manera sobrehumana para sacar un ser vivo de ahí, o dejar que abrieran quién sabe cuántas capas de mi cuerpo para sacar el bebé. Cualquiera de las dos opciones me aterraba, pero estaba tan cerca de la fecha como para echarme atrás.

Tras tomar nuestra decisión de seguir con el plan del Mnemosine, tardamos un mes en que todo se organizara. Los espers conocían una clase de magia antigua que sellaría los recuerdos de todos los terrestres sobre Eldarya, sin distinción alguna. Había sido un conjuro que requirió de muchísima energía, tanto que tuvimos que reunir a la mayor cantidad de eldaryanos en la ciudad. En mi vida había tanta gente, ni siquiera la capital de Alemania se sentía así en las fechas festivas.

Las demás naciones se habían encargado de hacer el ritual en sus respectivos lugares, y, aunque aparentemente no había sucedido nada, puesto que nuestras islas seguían desaparecidas y seguíamos teniendo edificios, sólo nos quedaba esperar.

Aunque odiaba ocultar las cosas de esta gravedad, les pedí a los chicos que habían participado en esa junta que no dijeran nada respecto a la posibilidad de que tuviera que sacrificar literalmente mi vida no tangible si la estabilidad del maana se veía afectada, y pedí la misma discreción para la decisión de Nevra por acompañarme. Era algo difícil, pero teníamos que permanecer fuertes, al menos hasta que esa fecha llegara. Les había pedido a los elfos de Lund'Mulhingar que trabajaran en conjunto con Huang Chu para que analizaran las lecturas y supervisaran los portales que seguían abiertos, y así detectar alguna anomalía importante.

De una forma u otra, le diríamos adiós a Eel.

Hoy, el emisario Isilmeir había hecho acto de presencia para informarme que los resultados estarían listos dentro de un mes. Tenía un breve destello de esperanza, incluso si nuestro mundo seguía teniendo los ciclos del día y la noche alterados, entre otras cosas más. A fin de cuentas, podía ser que sólo se tratara de una herida que tardaría en sanar, pero que, de ahora en adelante, nuestro mundo se dedicaría a sanar. Podía sentir que el Cristal era cada vez más fuerte, por lo que mi fe estaba puesta en alto.

Re;Start [Eldarya] (Re;Birth #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora