Capítulo XXXVI: Sacrificio.

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—Aerye, vám...— antes de que la mano del dragón pudiera alcanzarme, lo alejé de un manotazo.

—Vete tú.—


Sin mirar para atrás, comencé a avanzar hacia la puerta de Eel. Tragué con fuerza, inspirando todo el aire que pude, pero no parecía hacer ningún efecto. Incluso si no era una vampiresa, el olor penetrante de la sangre inundó mis fosas casi al instante. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no vomitar, y sabía que la pesadilla recién había comenzado.

No era ni siquiera necesario enfocarme en algún lugar en específico: podía ver los cadáveres de desconocidos, pero también de conocidos. Personas con las que pude haber cruzado palabra en alguna ocasión, y aquellas de las que recién me enteraba de su existencia. Niños, adultos mayores... no parecía haber una distinción específica para la persona que cometió estos crímenes. En el refugio, el panorama era el mismo, al igual que en el mercado.

Los purrekos tenían sus tiendas cerradas, por lo que me imaginé que habían logrado escapar antes de que esto sucediera... lo cual no terminaba de cuadrarme.

Me detuve en mi camino para intentar agarrar fuerzas, pero era imposible. Tanto civiles como reclutas habían sido asesinados, y los humanos habían escogido una fecha en la que sabían que nadie volvería de misión. Nos habían visto la cara con tanta facilidad, y el hecho de que tuviera el poder de acabar con nuestras vidas así de fácil me hacía rabiar de una manera impresionante, sobre todo porque sabía que no teníamos oportunidad contra ellos.

Después de todo, este ataque era su muestra de ello, ¿no? Los humanos siempre habían sido así, y era tonto pensar que nos tratarían diferente.

Entonces, recordé algo.

¿Y Miiko? No era posible que la Guardia estuviera en este estado y que ella estuviera...

El terror me invadió aún más, incluso si pensaba que ya no era posible. Corrí hacia la habitación de la kitsune, pero como me lo suponía, nadie contestó. Tampoco había señales de que alguien hubiera intentado entrar, por lo que, si algo le había pasado, no estaba ahí. El otro lugar donde podía estar era en la sala del consejo, y cada paso que daba hacia ese lugar, más sentía la pesadez en mi cuerpo. Sabía que iba a encontrar algo que no quería, y ese sentimiento me aterraba enormemente.

Por una parte, sabía que como eldaryana tenía la obligación de asegurarme de que el Cristal se encontraba bien. Después de todo, era la fuente de maana, y si nos habían robado el Cristal, el mundo no tardaría en colapsar. Incluso si sabía esto, no me podía importar menos el mundo en este momento.

El hecho de que mi amiga siguiera viva o no me carcomía, por lo que, con todo el dolor del mundo, seguí. El corazón me latía con fuerza, y cada vez que inspiraba un poco de aire, sentía como si me clavaran cuchillos en los pulmones. Estaba al borde del desmayo, lo sabía. Pero si de pura casualidad tenía suerte y Miiko estaba con vida...

Al estar frente a la sala del consejo, mi esperanza comenzó a desvanecerse poco a poco. No podía escuchar ni un solo ruido detrás de la puerta, pero, sobre todo, el olor a sangre era obvio hasta para alguien que no era una vampiresa. Era egoísta pensarlo; incluso me sentía una mierda al hacerlo. Pero casi rezaba porque el dueño de esa sangre no fuera la kitsune.

La fuerza abandonó mis piernas, y me hinqué frente a la puerta. Como pude, y con un último impulso hacia mi cuerpo, abrí la sala. Reinaba un silencio abrumador, pero el lugar estaba completamente destruido. Los grandes vitrales, las sillas que habían sido testigos de peleas, noticias desgarradoras... todo estaba hecho un desastre.

Fue entonces que la vi.

Una melena oscura teñida de carmesí.

Un cetro con un fuego extinto.

Re;Start [Eldarya] (Re;Birth #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora