Capítulo XXXIV: El Oasis en la Piedra.

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Si mi primer viaje hacia Yaqut había sido tenso, en esta ocasión había sido muchísimo peor.

Para empezar, se podía notar esa misma clase de tensión que hubo en nuestra misión a Genkaku, pero con diferentes razones. Nevra y Karenn estaban tensos por el hecho de regresar a su lugar de origen, aunque podría decirse que Nevra estaba mucho peor que su hermana. Chrome, Lance y Valkyon habían hecho alguna clase de acuerdo para proteger a Mathieu de la furia del vampiro, mientras que Leiftan y yo íbamos en la parte trasera de nuestra caravana.

Sí, Nevra ya había superado por fin su aparente odio eterno hacia Leiftan, por lo que podía sentirme un poco menos nerviosa de estar hablando con el aengel sin las miradas llenas de celos del vampiro. Chrome y Karenn se habían peleado por alguna extraña razón, y aunque todo estaba bien entre mi esposo y yo, podía darme cuenta de que no se sentía especialmente feliz de volver a Yaqut, y, por más que quisiera estar con él y apoyarlo, sabía que él necesitaba apoyar a Karenn.

Al llegar al límite del pueblo, esperamos a que Nevra hiciera las negociaciones correspondientes para que nos dejaran pasar, pero, a diferencia de la primera vez, parecía estar tardando demasiado. Intercambié una mirada con Leiftan, que parecía igual de confundido que yo con toda esta situación. Le di la indicación a mi shau'kobow de que siguiera avanzando hasta donde estaba el segundo al mando, y por el gesto de este, me imaginé que algo andaba mal.


—¿Por qué dejaríamos entrar a un fugitivo?— uno de los vampiros comentó, y sabía que faltaba una palabra más para que mi esposo explotara contra ellos.

—No recuerdo que estuviera encarcelado en algún momento para que me consideren fugitivo, Mahid. A menos que consideres que Yaqut es una prisión, claro.— recalcó el azabache. —Nos ha llegado su solicitud de ayuda a la Guardia de Eel, y como nosotros tenemos un poco más de decencia que ustedes, hemos venido.— ante las palabras de Nevra, noté que uno de ellos comenzaba a enojarse.

—Aquí nadie solicitó su ayuda, ni siquiera la señora Maora.— contestó, muy seguro de sí mismo.

—Y el señor Kellinroe menos, incluso en su estado act...— el tal Mahid le dio un codazo a su compañero, y Nevra alzó una ceja.

—Pues él mandó la carta, así que tienen que dejarnos pasar.— pude notar como intentaba mantener la calma respecto a su padre, pero era difícil.

—Orgelz dio la orden explícita de que no quiere que la Guardia ponga un pie en Yaqut.— volvió a contestar Mahid.

—Yo no soy de la Guardia.— el aengel avanzó hacia nosotros, y casi pude ver como el segundo al mando se tragaba una sonrisa. —Eso debería significar que puedo pasar, ¿no es así?— ante la actitud retadora de nuestro compañero, ahora eran los vampiros quienes parecían molestarse.

—N-Necesitan una invitación.— el otro guardia tartamudeó.

—Apenas y se pueden mantener de pie, idiotas.— agregó Nevra. —Qué con Kellinroe, ¿por cierto? Si está mal, tanto Karenn como yo tenemos derecho a verlo.— pese a que quería sonar como una exigencia, pude notar que el vampiro estaba más bien preocupado por su padre.

—Déjalos pasar, Mahid.— una voz familiar se adentró en escena. —No estamos en posición de negar ayuda, la hayamos pedido o no.—


Pese a que Maora no era la mayor autoridad dentro de Yaqut, los guardias le hicieron caso. Nos dieron un lugar para dejar nuestros shau'kobows, y con un poco de nerviosismo, nos adentramos en el pueblo.

A diferencia de la primera vez que estuve en este lugar, podía sentir verdaderamente el hambre que tenían los vampiros. Me imaginaba que se habían estado alimentando de las reservas que les quedaban, pero al ya no tener un trato con los humanos, no era de extrañar que estas tuvieran un fin. Tampoco sabían fabricar sangre artificial por los años que habían estado consumiendo sangre humana de manera exclusiva, y los otros clanes de vampiros se negaban a ayudarlos por sus métodos tan crueles.

Re;Start [Eldarya] (Re;Birth #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora