26/OLI

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Llevaba media hora en el avión. No sabía que hacer a parte de mirar por la ventana. El móvil no lo había traído y mi madre estaba dormida.

Faltaba unas horas para año nuevo y no sabía si iba a ser tan bueno como creía hace unos meses.
Suspiré y miré otra vez por la ventana. El cielo era más hermoso desde aquí arriba y se veía los pájaros a lo lejos, todos viajaban de un lado a otro, dejando siempre una forma de v abierta. 
Las personas no se veían, eran más pequeñas que unas simples hormigas.
Las ciudades se veían pequeñas como si pudieras ir de un lado hacia el otro en menos de cinco minutos cuando en realidad eran horas para recorrerlas.

Cerré los ojos, estaba cansado.
No había pegado ojo esta noche y llevaba dos días sin parar de pensar. Estaba seguro que estaba a salvo pero su mente le traicionaba.

Después de la discusión no tuvo ganas de quedarse en la fiesta, después de todo para él, Dylan no era más que un amigo ahora mismo.
Quería tener una vida tranquila, cumplir su mayor meta y que nadie le hiciera cambiar de opinión, pero sus sentimientos por Dylan habían ido demasiado lejos, perdiéndose en el camino.

Llegar de nuevo a la ciudad donde se mudó hace varios años, era extraño, como si nunca hubiera vivido allí. Se había acostumbrado a ver la universidad y estar en el campus. Caminar todos los días por allí suele habia hecho costumbre. Parecía que Minerva tenía razón cuando le dijo que solo conocía el campus y la universidad, debía conocer más la ciudad donde habitaba ahora, pero el tiempo parecía perderse.

Cambiar de residencia era como cambiar de vida, aquí solo le quedaban algunos amigos con los que había dejado de hablarse, no por una pelea si no simplemente por no quedar y no hablar. Cada uno había tirado por un camino diferente.

Soltó la maleta en el que era su salón y miró los cuadros que su madre había pintado junto a él cuando era pequeño. Siempre quiso pintar como su madre así que le ayudaba de vez en cuando.

Volteé y vi a mi madre sonriendo.

—Te echaba de menos en casa, esta muy vacía sin ti.

—Yo también mamá —respondí sincero—. ¿Me puedo quedar unas semanas?

—Claro —dejó la maleta junto a la mía y me abrazó—. Sabes que si te ocurre algo me puedes decir, ¿verdad?

—Mamá... Solo necesito pensar bien las cosas y despejarme un poco.

—¿Ocurrió algo con tu amigo? —preguntó inocentemente—. Me pareció una persona perfecta para ti pero si te ha hecho algo lo odiaré si quieres —dijo seria, cosa que me hizo reir.

—No me ha hecho nada —dije sonriéndole— Solo estoy... cansado. Quiero enfocarme en mi ahora mismo, y lo mismo para él. Necesitamos un tiempo separados para aclarar las ideas. Además... me abruma el hecho de que los demás lo sepan y empiecen a meterse en nuestra relación, a parte que hace poco que perdió su padre —llevé mis manos a mi rostro—. No sé qué hacer ahora mismo mamá. No sé cómo actuar, y como ayudarle.

—Oh cariño —mi madre se separa de mi y me frota los brazos suave en un esfuerzo de dar calor—. Sabes que no pasa nada que ellos se enteren, a ti te gusta y tu le gustas a él. Nadie se atreverá a meterse y si lo hacen, le pegas una patada donde más le duelan —su rostro parecía destellos de luz, su pequeña sonrisa para consolarme y sus palabras habían hecho que despejara un poco la neblina de mi mente—. Pero tienes que tener paciencia, todas las relaciones pasar por momentos delicados y hay que saber esperar si es la persona correcta. Ayúdale de forma sutil, sin llegar a ser demandante. Tienes que hacer que él pueda confiar en ti para ser su hombro donde pueda ir cuando esté mal. Como también tienes que ser el abrazo que hace falta cuando te da una buena noticia. Tenéis que complementaros para lo bueno y lo malo y saber estar. Por qué eso es lo que hace una pareja y dos personas que se aman. Tu para él, y el para ti.

•°MI PEQUEÑA PERDICIÓN°• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora