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Me encamino lentamente hacia la escalera, intentado hacer el menos ruido posible, la alfombra color vino me ayuda bastante. Sólo debo llegar hasta arriba, entrar en mi cuarto, quitarme la ropa y acostarme a dormir, como si nada de lo ocurrido las últimas horas hubiera pasado. Todavía llevaba mis manos dentro de mis bolsillo cuando despedía a Eric, unos metros antes de llegar a mi puerta. Mientras más lejos mejor. Ahora no puedo evitar pensar en lo cerca que estoy de leer las palabras escritas con bolígrafo azul. Unos cuantos escalones me separan de conseguir algunas respuestas. Pero nunca es tan fácil.

-¿Ana?- pregunta una voz desde el living a unos pocos metros de la escalera. El cuarto está a oscuras pero no vacío. Jack está esperándome. Siento el sudor frío recorrer mi nuca y saco las manos del bolsillo como si él pudiera descifrar que guardo en él.

-Si, soy yo. Lamento mucho...

Mis palabras no terminan de salir de mi boca cuando el lado izquierdo de mi rostro es azotado por la gran mano masculina de Jack. El choque es tan repentino que mis ojos se llenan de lágrimas obstruyendo mi visión. El contador mental de días sin un golpe vuelve a cero para iniciar un nuevo conteo. Mi mejilla arde en llamas.

-¿Dónde estabas?- pregunta tan firme y claro como su mano. El ambiente está demasiado oscuro como para ver su expresión pero puedo imaginármela.

-La fiesta de Lisa- respondo con los ojos pegados a la sombra de Jack que se extiende en la alfombra pintándola de oscuro.

-No es verdad- sus palabras logran atraer mi atención. Lo miro. En la oscuridad parece realmente un desconocido-, hablé con Hans y él no tenía idea de esa fiesta. Como sea ese no es tu problema, es de su hija pero me mentiste Ana. Dijiste que ibas a ir a esa fiesta y no fue así. Hans dijo que no estabas en su casa. ¿Puedes explicarlo?

Si Hans desconoce que estuve en su casa, no sabe que hable con Lisa y mucho menos sabe que su hija me reveló una ayuda importante. La imagen del faro se dibuja en mi mente y pronto la mejilla ya no me duele. Puedo hasta oler el aroma a sal del mar. La luz del hall me despierta violentamente. Ahora puedo ver todo con una claridad que me irrita los ojos, tengo que fregarlos con mis puños para poder ver a Jack en su traje arrugado y sin corbata. Es la preocupación personificada. La imagen me invade como una ola de tres metros, imponente y salada. La culpa no tarda demasiado en hacer lo suyo. Lo siento.

-Estoy esperando una respuesta. ¿Qué? ¿Por qué estás manchada de tierra en tus rodillas?

-Estuve en el bosque- respondo mientras miro mis rodillas sucias y húmedas. No hay excusa posible-, con Eric.

-¿Eric Miller?- ahora Jack parece desconcertado. No esperaba una respuesta así y creo que yo tampoco pensaba dársela. La situación es demasiado bizarra.

-Íbamos a ir a la fiesta pero... No quise ir al final, y Eric paso un rato conmigo. Caminamos y sin darnos cuenta llegamos al bosque hasta... La costa. Había mucho barro entre los pinos, llovió esta tarde.

-¿Desde cuándo son amigos?

-No lo sé, sólo es un compañero de la clase- respondo alzando los hombros para quitarle importancia al tema. Me preparo mentalmente para más preguntas pero jamás llegan.

-Esta bien- murmura entre dientes, Jack. Parece más aliviado ahora que estoy en casa y todo está aclarado. Quisiera borrar la parte del cachetazo pero creo que en parte yo me lo he buscado. Sólo está preocupado por mi como cualquier padre-. La próxima vez invítalo a casa, no quiero que estés afuera de noche cuando tienes colegio. Además creo que sería bueno que traigas amigos, te haría bien.

Las últimas palabras de mi padre suenan tan suaves como la alfombra bajo nuestros pies. Lo está intentando y yo debería hacer lo mismo, después de todo vivimos juntos.

-Gracias, lo invitaré a Eric algún día de estos- contesto con una media sonrisa pero ni yo me creo lo que digo. Tampoco entiendo por completo la postura de Jack, invitando a Eric Miller a nuestra casa, cuando sé perfectamente que le cae pésimo su madre, la fanática cristiana. Sin embargo prefiero terminar la conversación en ese momento, mañana tengo que levantarme temprano y todavía siento curiosidad por las cartas en mi bolsillo.

-Y Ana... Perdón por... Tú sabes. Te amo hija, ve a dormir.

-Yo también Jack- digo con una sonrisa. Sé muy bien que odia que lo llame por su nombre y no le diga papá. Tiene algo enfermizo con ese asunto que a veces hasta lo usamos como un chiste personal. Quiero intentarlo yo también.

-Sólo por eso voy a castigarte. Vete. Ahora- responde con una carcajada y la escena se vuelve más cálida que antes. Prefiero quedarme con estos últimos minutos de la noche y guardarlos en mi corazón antes de dormir.

Una vez en mi cama, totalmente tapada y lista para abandonar la tierra y la realidad para llegar al mundo de los sueños, me doy cuenta que no soy capaz de leer las cartas. Todo el peso del sueño cae sobre mí con violencia obligándome a cerrar los ojos. Tomos las seis hojas rayas de cuaderno y las inspecciono como si fueran pergaminos antiguos escritos en una lengua muerta. Hay tanto para leer pero mis fuerzas son nulas, lo único que difiero enseguida es que Tamara ha transcrito varios fragmentos de poesía. Algunos los reconozco casi de inmediato como las palabras de Edgar Allan Poe. Uno en particular está escrito tan delicadamente que no puedo evitar leerlo con curiosidad. Se titula "¿Deseas qué te amen?".

¿Deseas qué te amen?

Nunca pierdas, entonces,

el rumbo de tu corazón.

Sólo aquello que eres has de ser,

y aquello que simulas, jamás serás.

Así, en el mundo, tu modo sutil,

tu gracia, tu belicisimo ser,

serán objeto de elogio sin fin

y el amor, un sencillo deber.

¿Un poema de amor? Estas cartas no son otra cosa que cartas de amor. No hay nada más intimo que una carta de amor escrita a mano. ¿Tamara y Lisa? No lo entiendo. Lisa tiene algo con casi todos los chicos de la escuela y hasta me arriesgo a señalar que también tiene su historia con Eric. ¿Ellas estaban juntas? ¡Pero si se odiaban! Entonces no sólo eran amigas en secreto, ellas mantenían una relación amorosa a espaldas del pueblo. No tengo que preguntarme porque lo escondían porque ya se la respuesta. Bluebeard no tiene habitantes homosexuales o si los tiene nadie lo sabe abiertamente. Tal vez el mundo avance pero hay ciertos rincones oscuros donde la luz no alcanza. Pensandolo bien la madre de Tamara es una loca cristiana como la madre de Eric, ellas y un puñado más de mujeres están a cargo de muchos talleres y las misas de los domingos aquí en el pueblo. Siempre están interviniendo en el labor del padre Joaquín cada vez que pueden, son insoportables, jamás hubieran aceptado esto. Lisa y Tamara debieron de tener tantas confusiones y temores, pero lo único que sienten es amor, sincero amor. ¿Qué sucedió para que se destruyera? ¿Por qué discutían en el baño?

Siento una punzada de culpa en la nuca por estar leyendo estas cartas. Estoy invadiendo la privacidad de dos personas, yo no soy así, ¿cómo llegué a esto? No quiero leer ni una palabra más. Guardo las cartas en la funda de mi almohada y me siento dentro del cuento de Edgar Allan Poe, "Corazón Delator". Es curioso me siento el villano de un cuento, el asesino de la historia, cuando nada más quiero saber la verdad. Pero tal vez estas cartas no tengan nada que ver conmigo, me he equivocado en robarlas y ahora me arrepiento con cada fibra de mi cuerpo. Quiero dormir, dormir y jamás volver pensar en lo que leí, aunque sé perfectamente que es imposible. Ni en mis sueños más locos hubiera imaginado todo lo que ocurrió a lo largo de esta noche. El último pensamiento antes de dormir es el dibujo de un faro pero esta vez Aiden no está saliendo de él.

La Silenciosa Ana. (editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora