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En el pasado.

Mi madre es enfermera en el hospital del pueblo, aunque yo creo que podría ser una mejor doctora. Puede hacer  de todo, desde curar un corte superficial, hasta enderezar un hueso dislocado, pero lo que más adora es tratar con niños. En el fondo siento unos celos salvajes sobre esto último. Cualquier niña de 10 años no estaría muy conforme con que su madre pase tanto tiempo con un grupo de niños que no conoce. Pero yo nunca fui una niña normal, un padre importante en la comunidad y una madre trabajando a tiempo completo ¿quién podría ser normal con esa vida? Creo que mi madre lo está empezando a notar porque el domingo a la noche me pide que la acompañe al hospital para verla trabajar por primera vez. Pero yo tengo otros planes para mi lunes y consistían en dormir hasta tarde, comer en la cama y ver mucha televisión, porque los libros que tengo ya los leí como tres veces cada uno y papá dice que no hay dinero para cosas innecesarias. No tendría clases porque han encontrado ratas en el laboratorio, eso llegó a los oídos de la mamá de Karen West y ella lo había convertido en asunto de estado. Puso el grito en el cielo y al otro día sus quejas dieron frutos. El colegio había contratado un grupo de fumigación y nosotros gozaríamos de un fin de semana largo. Gracias mamá de Karen West. 

-Deja a la muchacha si quiere quedarse yo podría tomarme el día y cuidarla- dice mi padre sentado desde el sillón del living mientras mira el partido de esa noche. No parece el intendente de Bluebeard, sólo es un hombre normal. Su equipo está dándole una paliza al de New York y eso lo pone de buen humor. 

-No. Tiene 10 años y no conoce mi trabajo, ya creo que es hora que las chicas en el hospital pasen tiempo con mi niña- responde mamá, sin ser demasiado agresiva pero totalmente determinada. Puedo notar en su rostro que no quiere dejarme sola con mi padre. Una parte de mí se lo agradece. Es la misma parte que ya no me deja abrazar a Jack como antes. Es la misma parte que no me deja olvidar   esa noche cuando apenas tenía 6 años. Es la misma parte que me regaló un silencio especial para que no sufra cada vez que ocurre. Pero aun así es mi padre y él nunca me levantó la mano y creo que mamá quiere que eso siga igual, por eso prefiero ir al trabajo de mamá mañana y no discuto.

-Como quieras solo cállate que el partido se está poniendo bueno.

A la mañana siguiente acompaño a mi madre al hospital.  Mamá usa  su uniforme de enfermera, pantalón y camisa del mismo color. Éste es de color celeste (mi color favorito) y sé que lo ha elegido por mí, para que no me sienta tan nerviosa. Siempre hace cosas como estas, pequeños detalles que me transmiten tranquilidad y amor. La amo tanto por eso. 

-Ana, hoy serás el centro de atención porque nunca te he traído antes pero vivo hablando de ti con mis compañeras. Quiero que seas una buena niña. 

-Sí, lo entiendo- respondo con nudos en el estómago. No me gusta ser el centro de atención desde... Bueno desde que tengo 6 años y una bestia interrumpió mi sueño para mostrarme la pesadilla en la que estaba viviendo sin tener idea de nada. 

-Sé que no hablas mucho con otras personas- continua mi madre aumentando la presión con la que me sujeta mi diminuta y blanca mano. ¿Está preocupada?-. Te he estado observando Ana. No te gusta hablar con desconocidos ¿verdad? 

Es completamente cierto. En casa puedo gritar, cantar, bailar y hasta discutir con mis padres. Bueno con Jack no tanto. Pero la cosa cambia totalmente en otros espacios como el Instituto. No tengo amigos porque no puedo hablarle a los niños de mi clase, simplemente no puedo, prefiero el silencio. Los profesores siempre intentan integrarme pero creo que ya se están dando por vencidos, excepto la Señora Andrea Torrent, la profesora de Literatura. Creo que es mi profesora preferida. Ella me regaló mi primer libro: Las aventuras de Tom Sawyer. Siempre está intentando que leamos pero al parecer yo soy la única que la escucha. 

La Silenciosa Ana. (editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora