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Con el corazón en un puño, corro como si un gran lobo feroz salido del cuento de La Caperucita Roja, me persiguiera, y yo soy la frágil abuela. Al repasar todo lo ocurrido las últimas veinticuatro horas, decido que nunca tuve un tiempo de relajación. Un momento para detenerme y respirar. Y ahora, para colmo, me encuentro literalmente corriendo hacia el bosque con Eric, huyendo de algo que desconocemos, sin certezas y agobiados de preguntas. Siento un escalofrío, la noche es demasiado fría para estar afuera entre los pinos y no hay luna siquiera para brindar un poco de claridad en esta oscuridad. Nos encontramos en la boca del lobo feroz, tal vez ya no tenemos que huir de él, de alguna manera él ya nos había encontrado y devorado de un bocado. Un escalofrío me recorre la espalda, siendo el sudor frío recorrer mi nuca, y los oídos me zumban. No puedo seguir. Quiero detenerme. Lo hago e inspiro profundamente. El aire helado raspa mi garganta como si intentara tragarme un arbusto de espinas, estoy segura que un resfriado es lo mínimo que obtendré como consecuencia de esta noche. Coloco mis manos sobre mis rodillas para recomponerme, no tengo ni idea en donde estamos o si la casa de Lisa quedó más lejos de lo que queríamos conseguir, pero algo es seguro, no quiero seguir huyendo. Eric corre unos metros más delante de mí cuando se percata que no estoy a su lado, vuelve por mí y al verlo regresar en sus pasos, sé que las preguntas se aproximan.


-¿Estas bien?- pregunta Eric invadido por la agitación del momento, pareciera que no puede encontrar su voz entre respiración y respiración. Tiene gotas de sudor en su frente pálida, por sobre encima de sus cejas negras, evitando que lleguen a sus ojos. En estos momentos podría jurar que son de color negro oscuridad.


-Sí- respondo y siento el fuego abrirse paso por mi traquea. No recuerdo cuando fue la última vez que corrí de esa manera, o tal vez fue la desesperación del momento lo que lo hizo todo aún más dramático y complicado.


-¿Qué mierda está pasando, Ana?- Eric recupera su voz y ahora puede gritar todo lo que se le antoje-. Intento seguirte, de verdad lo hago, pero no puedo hacerlo si no me dejas participar. ¿Por qué Lisa, mi amiga de toda la vida, me pide que me escape, como un ladrón, de su casa? ¿Qué tiene Hans en contra tuyo? ¿Qué estaba pasando entre tú y Lisa? Necesito respuestas y no voy a esperar a obtenerlas una por día, como hablamos en el faro. Eso es un juego y esto no tiene nada de divertido, entonces, ¿vas a hablar conmigo o vas a seguir corriendo?


Las palabras de Eric salieron disparadas como proyectiles dispuestos a herir todo mi cuerpo, pero el lugar más dañado es mi mente. Me estremezco con su última pregunta. No quiero seguir corriendo, toda mi vida lo he hecho, correr u ocultarme del lobo feroz, y ahora en este momento, en mitad del bosque con Eric, me doy cuenta que estoy exhausta. Simplemente exhausta. No tengo fuerzas para seguir corriendo pero tampoco las tengo para enfrentar todos mis demonios. Necesito tiempo. Tiempo. ¿Qué hora es? Eran las once de la noche cuando llegamos a la casa de Lisa pero, ¿ahora?


-¿Qué hora es?


Eric parece decepcionado.


-¿De verdad me estás preguntando sobre la hora?


-Mi padre dijo que tenía que volver a las 12- murmuro casi con culpa. Eric lo estoy intentando de verdad, solo necesito ayuda. No quiero correr más.


-Son las 11:40. Ya lo sé, es noche de escuela. Volvamos antes de que tengas problemas- responde Eric totalmente agotado, tiene los hombros bajos y los ojos llenos de amargura. Cree que no voy a ceder pero se equivoca.

La Silenciosa Ana. (editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora