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Abro los ojos y por un momento no sé dónde me encuentro. Adoro esa sensación tan fugaz como aterradora y agradable, al despertar y tener que reconstruir toda tu vida nuevamente en tu cabeza. Pensamiento tras pensamiento, recuerdos y más recuerdos, piezas de un rompecabezas mental que se encastran dentro de mí mente para poder, tan sólo, recordarme que acabo de despertar; que estoy acostada en mi cama; que mi mano derecha me sigue doliendo y que Eric tiene que ver con todo esto. 

Escucho ruido debajo, en la cocina más específicamente, porque los sonidos son de heladeras abriéndose y platos chocando levemente. Papá está despierto y está preparando el desayuno. Eso es bueno, por lo menos no tengo que enfrentarme a la resaca de Jack en estas condiciones. Necesito vendarme la mano o la herida terminará por infectarse, tal y como me advirtió Betania. La pieza de mi rompecabezas psicológico que alberga los recuerdos de la noche anterior donde está ella, se une al juego. 

Recuerdo el hedor del baño público, a Betania en frente mío con ojos preocupados pero a la vez enfurecidos y determinados, a Chloe en la puerta conteniendo la impaciencia de Marcus, y yo en el piso como una completa loca. Me avergüenzo casi de inmediato cuando la cadena de recuerdos queda terminada. Chloe no tuvo la oportunidad de verme en esas condiciones, pero Betania sí, ella me vio en mi estado más animal y débil, un estado que no pensé que podría tener nunca. 

Abro las cortinas blancas para dejar entrar la luz de un nuevo día. Sábado. Hoy me toca trabajar en el bar y no tengo ni idea de cómo presentarme ante los ojos de Betania después de lo ocurrido. Solo espero que Marcus le haya dado el día o debo decir la noche. Creo que es noche de Rita y eso solo significa que tendré que trabajar el doble si se encuentra con algún hombre que sea de su agrado, y la paleta de opciones es grande. 

De pronto me doy cuenta de lo estúpido que suena lo que pienso. Claro que puedo enfrentar la mirada de Betania, aunque me acuse de loca con sus ojos grandes, puedo con eso. Pero con la mirada de Eric y los demás, no. Y solo pensar en que dentro de unas horas el lunes estará tocando a mi puerta, y yo deberé presentarme en el Instituto con una máscara de vergüenza mientras todos comentan por lo bajo que la hija del intendente es una mesera en un bar de mala muerte, me revuelve el estómago. Los rumores llegarían a Jack antes de que puediera negarlos. 

 -Siéntate. Preparé huevos. 

Jack está con su camisa roja de leñador, su favorita, especialmente cuando tiene una partida de cartas, cocinando los últimos huevos para él. Mi plato está esperando por mí en la mesa de madera. No tengo hambre pero no pienso romper con su "aparente buen día".

-Gracias.

-¿Qué te ha sucedido en la mano?- pregunta con una ceja levantada. 

Miente. 

-Creo que soñé demasiado y rasgué la madera de mi cama, dormida. Estoy bien solo debo vendarla cuando termine de bañarme. 

Lamentable. Ana no sirves para mentir.

-¿Estas segura qué es eso?- ahora me está mirando directo a los ojos y los huevos pasaron a segundo plano. Está preocupado o intrigado, cualquiera de las dos no me sirve, no pienso explicarle a Jack sobre mi ataque de histérica (si eso es lo que fue) porque implicaría revelarle mi lugar de trabajo-. Se ve bastante feo ¿te duele?- estira su brazo sobre los platos, vasos y cubiertos. Quiere examinar la herida pero yo no deseo que lo haga y quito la mano casi como un reflejo.

-Te he dicho que no es nada. Gracias por preocuparte.

-Eso es lo que hago, me preocupo por ti, porque soy tu padre y los padres hacen esas cosas.

No sé si lo dice como un chiste, un comentario al pasar, una verdad que sabe está escondida en alguna parte de él o tan sólo quiere terminar la conversación para poder desayunar. Pero yo no puedo evitar contestar.

-Wow, eso es nuevo. 

¿Cuándo aprenderé a mantener la boca cerrada? El cuerpo de Jack se tensa en todas direcciones, no le ha gustado nada mi contestación. 

-¿Qué insinúas, Ana?- interroga Jack con voz cortante. 

Detente ahora. No sigas. 

-Nada, es bueno saber cuál es el trabajo de un padre, de vez en cuando. 

Eres una estúpida. 

-Quieres decir que yo no te lo demuestro todos los días- no estaba preguntando-. No te lo demuestro con todas las cosas que compro para tí, o no te lo demuestro con todo el buen trabajo que hago en este pueblo para que tengas un buen futuro aquí conmigo. Eso, Ana, es lo que estás diciendo ¿verdad?

No contesto porque sé que hice mal en responderle de esa forma su manera de preocuparse por mí. Después de todo es mi padre ¿no? Pero es que estoy tan alterada por cosas que no puedo contarle y he aquí el resultado. Estropeé su buen humor. 

-¡¿VERDAD?!- chilla de repente Jack con una voz sorprendentemente grave. Golpea la mesa de madera para acompañar la única palabra que sale de su boca. Los huevos en su plato se sienten cada vez más ignorados.

-No- respondo con la voz entre cortada, pero intentó que suene lo más cariñosa posible-. No quise decir eso papá, sabes que te agradezco todo lo que haces por mí. Eres un excelente intendente, mantienes a Bluebeard segura y a mí también- lo amo, amo a mi padre, es la única persona que me queda, mi único familiar, está lleno de defectos pero aún así lo necesito. Me gustaría purgar todos sus demonios, convertirlo para siempre en el intendente de Bluebeard, porque esa cara de Jack es mucho más sana. Si tan sólo fueras así todo el tiempo, no estaría trabajando para poder largarme de aquí.

-Jamás dejaré que te hagan daño Ana. Este pueblo es mi regalo para tí. Algún día serás la encargada de él- dice con una voz más tranquila. Me desconcierta sus cambios de humor, de trato para conmigo. A veces parecía el padre modelo, luego solo era el borracho de Jack y otras veces el respetado politico. Yo no podría encargame de este pueblo porque una parte de mi lo aborrece hasta los cimientos.

-Tienes razón y te pido perdón. 

-Y yo te pido perdón a ti, Ana. No debí levantar la voz- murmura. Ahora suena desconcertado por su propio tono de voz-. Ni golpear la mesa, hija, lo siento. Tengo que arreglar unos asuntos con el comisario Hans pero volveré antes de la cena y tú y yo podremos mirar una pelicula. Una noche padre e hija.

El padre modelo se mira las manos como si fueran dos cabezas de serpientes que ocupan el lugar de sus extremidades. Las mira como si no fueran suyas y estuvieran en un cuerpo equivocado. Creo que está a punto de llorar y ese es mi pie para que la hija modelo haga su aparición. Decido cooperar con el montaje porque realmente me vendría bien una noche tranquila, antes de ir a trabajar.

Tomo una de sus manos con delicadeza y digo una de mis frases más usadas en estos últimos años.

-Nadie es perfecto. Te quiero tal y como eres, papá. 

La Silenciosa Ana. (editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora