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   La alarma no sonó

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   La alarma no sonó. El auto decidió no encender. Tomé mi bolso y corrí en busca del primer taxi.
   Se hacía tarde, muy tarde. Miré mi reloj de muñeca, marcaban las 09:45. Tenía tres llamadas perdidas de Alex y cinco mensajes de Jackson.
   El taxi apareció. Le ordené que fuera lo más rápido posible. Pero claramente olvidé que Seúl es una ciudad muy concurrida y el tráfico suele ser un desastre a estas horas.
   — ¿Alex? Estoy en camino —le hablé a mi teléfono—. Perdón, la alarma no sonó. Llegaré tan pronto pueda.
   El auto se detuvo de golpe. Colgué la llama. Un embotellamiento. Imposible avanzar.
   —Seguiré a pie. Gracias —pagué el corto viaje y salí apresurada.
   Parecía que el universo no estaba de mi lado esta mañana.
   Los zapatos comenzaban a dolerme. De haberlo sabido hubiera optado por mis deportivas. Estaba tan solo a la vuelta del café. Mordí mi labio intentando aguantar el dolor.
   Choqué con algo pequeño al doblar la esquina. Bajé mi mirada y me encontré con un niño llorando.
   Alex corrió al verme.
   —Oye, ¿estás bien? —me incliné para poder ver su rostro el cual era cubierto por su diminutas manos. Alex se acercó—. Ten, abre tú. Veré que sucede con él —le entregué las llaves a la pelirroja—. ¿Necesitas que llame a tus padres? ¿Perdiste a tu mamá? Dime algo para poder ayudarte, pequeño.
   —No tengo mamá —respondió sollozando.
   —Bien. ¿Tú papá?
   —Trabajando —apartó sus manos de su rostro. Sus enormes ojos, rojos de tanto llorar. Su nariz rojiza y brillosa. Sus lágrimas recorrían sus mejillas.
   — ¿Quieres venir conmigo? Podemos llamar a tu padre o alguien para que te ayude —le sonreí. Eso pareció calmar al niño el cual asintió lentamente. Lo tomé en mis brazos y caminamos hacia el café. Observé que llevaba una mochila. Supuse que iba camino al colegio y tal vez se había perdido. Decidí averiguarlo —Ten —le alcance el vaso de chocolate que me pidió y una porción de pastel de limón—. ¿Ibas al colegio? —Él asintió bebiendo del gran vaso—. ¿Te perdiste? —volvió a asentir. Ahora daba una bocanada al pastel—. ¿Sabes el nombre de tu colegio? —Negó con su cabeza—. Bien —intenté pensar alguna solución para descubrir el nombre de la institución.
   —Tal vez si revisas sus cuadernos —sugirió Jackson detrás de mí.
   —Tienes razón. ¿Puedo ver tus cuadernos? —el niño me entregó su mochila. Las hojas de sus cuadernos estaban en blanco. Al parecer aún no había comenzado el colegio. Aun así tenía anotado un número en la primera página. Decidí llamar.
   Alex se encargó de vigilar al niño mientras yo marcaba el número. Lejos de él. Lo observé mientras el celular sonaba. Sonreía ante los chistes de Jackson y las muecas de Alex. Parecía tener unos 6 o 7 años. Se veía tierno e inocente.
   — ¿Hola? —respondió una voz masculina—. ¿Quién eres?
   —Buenos días, señor. ¿Usted es el padre de...? —recordé que no sabía el nombre del niño. Me acerqué rápidamente mientras cubría el micrófono del teléfono—. Oye, pequeñín. ¿Cuál es tu nombre?
   —Min Seung, señorita —respondió con una sonrisa. Volví a alejarme.
   — ¿Hola? ¿Esto es una broma?
   —Disculpe, señor. ¿Usted es el padre de Min Seung?
   —Si. ¿Qué sucedió? —parecía alterado—. ¿Él está bien? ¿Pasó algo con mi hijo?
   —No, señor. Él está bien. Solo se ha perdido cuando iba camino al colegio. ¿Podría pasarlo a buscar, por favor?
   —Estoy en el trabajo, pero mandaré a alguien a recogerlo. Por favor, deme la dirección.
   —Se la mandaré por mensaje, si le parece bien.
   —Claro. Muchas gracias...
   —Leia.
   —Muchas gracias, Leia —colgó. Escribí la dirección en un texto y lo envié. Caminé hacia la barra donde Seung estaba sentado junto a Jackson.
   —Bien, campeón. Ya vienen por ti —le dediqué una sonrisa tomando sus manos—. ¿Quieres algo más?
   —No, señorita. Estoy bien, gracias.
   —Puedes llamarme Leia. No necesitas ser formal conmigo.
   —Leia, que bonito nombre.
   —No tanto como el tuyo, Seung. Dime, ¿cuántos años tienes?
   —Tengo 7 y medio. Mi padre dice que soy un niño mayor —irguió su pecho.
   — ¡Claro que lo eres! Y los niños grandes aquí se ganan una barra de cereal, ten.

   Tardaron más de lo que imagine en buscarlo. Seung era un niño muy conversador. Me contó que se habían mudado hace cuatro días. Solo eran él y su padre. Su madre vivía fuera del país y solía verla poco. Su padre siempre está trabajando pero en las noches siempre tiene tiempo para jugar y leerle un cuento.
   También me comentó que le gusta el anime. Escuchar música. Dibujar y jugar video juegos. Le gusta comer chocolate aunque su padre se lo prohíba.
   Finalmente el auto llegó. Seung corrió hacia la salida. Pero antes de subirse al auto, giró para mirarme.
   — ¿Puedo visitarte, Leia? No tengo amigos aquí.
   —Ven todas las veces que tú quieras, Seung. Eres mi amigo ahora —el niño levantó sus cejas y dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
   El chofer cerró la puerta trasera. Acomodó sus lentes de sol y caminó hacia mí.
   —Buenos días, señorita —hizo una reverencia. Lo imité—. Mi nombre es Hoseok, chofer y amigo de la familia, Min. El señor Yoongi me ha pedido que le de esta recompensa por ayudar a Seung —me entregó un chequé.
   —Dígale al señor Min que no me interesa el dinero. Tengo un trabajo y vivo bien. Lo hice porque es un niño que se siente solo a pesar de tener su padre. Lo ayudaré las veces que sea necesario y no será por dinero. Gracias —ingresé al café. El hombre subió a su lujoso auto y se marchó.  

Enseñame a amar - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora