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   Se había vuelto una bonita costumbre tener el chocolate listo junto con un trozo de tarta de limón para cuando Seung regresará del colegio

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   Se había vuelto una bonita costumbre tener el chocolate listo junto con un trozo de tarta de limón para cuando Seung regresará del colegio.   
   Solía sentarse en una de las mesas más cercanas a la barra. Terminaba sus tareas, las cuales a veces requerían de mi ayuda. Hoseok siempre lo acompañaba. Apenas atravesaba la puerta se quitaba el gorro, las gafas y desabotonaba los primeros botones de su camisa. Pedía un café y se hundía en su celular hablando con quien sabe. Pero alguien que quería porque le sacaba las sonrisas más bonitas que guardaba bajo su semblante serio.   
   El café había cerrado temprano. La gente había decidido desaparecer el día de hoy. Nos sentimos aliviados de poder regresar a casa antes del anochecer. Supuse que Jackson y Alex ya habían armado sus planes porque desaparecieron tan pronto como me quité el delantal.      
  
   Regresé a casa. Pedí una pizza. Luego de una relajante ducha me tiré en el sofá con mi pijama y el pelo atado en un desarreglado moño. Me serví una copa de vino y busqué algo entretenido en la televisión.   
   Los ojos comenzaban a sentirse pesados luego de haberme terminado casi media botella, pero el timbre me despertó de repente. 
 Caminé arrastrando los pies y quejándome. No era tarde, pero mi alma de vieja quería irse a dormir. 
   — ¿Jimin? —el rubio estaba de pie con una sonrisa luminosa. Fregué mi ojo para verlo bien.   
   —No me digas que dormías, Leia —la sonrisa se borró como si se la soplara el viento.   
   —Estaba a punto —giré caminando hacia el sofá nuevamente. Jimin cerró la puerta detrás de él. Siguió mis pasos.   
   —Apenas son las nueve, Leia.   
   — ¿Y qué? Tengo sueño.   
   —Nada de eso —me quitó la copa de la mano.   
   —Que pesado eres —oculté mi rostro en mis manos—. ¿Qué haces vestido así? —Levanté la vista para verlo en su traje total black.   
   —Iremos a una fiesta —volvió a sonreír.   
   — ¿Iremos? Yo no iré a ningún lado.   
   —No, mira. Yoongi dará una "fiesta" —imitó las comillas con sus dedos—, en su nueva mansión. Me pidió que te invitará, lo cual es extraño, pero mejor —caminó por la casa—. Sé que ahora soy un exitoso empresario —acomodó las solapas de su saco mientras se miraba orgulloso en el reflejo del espejo de la sala—, pero ese tipo de fiestas me aburren.   
   —Ni lo sueñes, Jimin. ¿Ir a una fiesta con personas adineradas a mí alrededor? No hay manera   
   —me puse de pie.   
   —Por favor, Leia. Luego podremos ir a McDonald's como antes. Solo esta vez.   
   —Lleva a Alex.   
   —Mencioné que Yoongi quiere que vayas, ¿verdad? —rascó su cabeza.   
   —Si. Lo mencionaste —respondí entre dientes.   
   —Por favor —sujetó mi muñeca. Lo pensé.   
   —Solo una maldita hora —condicioné—. Y luego tú pagarás la hamburguesa.   
   — ¡Si! Yo pago. Gracias. Ahora ve a cambiarte, pareces una anciana.   
   —Tu abuela... —me retuve a responderle. Me metí en la habitación y busque algo.   Un bonito vestido negro, de corte recto y espalda descubierta. Mi pelo ondulado en una media cola alta y labios rojos.

    Jimin manejó hacia la inmensa mansión de Min Yoongi, donde ya habían demasiados autos lujosos en la entrada esperando dirigirse al parking.
   No pude evitar preguntarme por qué quería Yoongi que yo estuviera en esta aburrida fiesta. No éramos amigos. Tampoco hablábamos seguido. Tal vez porque conocía a Jimin.
    Una alfombra carmesí nos recibió en la entrada. Envolví el brazo de Jimin mientras caminábamos.
   — ¿Me veo bien? —susurró Jimin sin desviar la vista hacia mi.    
   —No. Tienes un moco fuera de la nariz —mentí.
   — ¿Qué? —Jimin me soltó e intentó limpiarse la nariz.
   —Es broma, tontuelo —reí por lo bajo.
   —Que graciosa eres —bufó.

    El ambiente cambio cuando ingresamos al gran salón. Piso de mármol negro. Un dj en una cabina alta. Muchas personas. Música tranquila que acompañaba el estilo de esta gente. Luces blancas y amarillas. Mozos con bandejas y diferentes copas. Una barra con tragos de todos los colores y tamaño.
   Solté un suspiro al notar las miradas hacia mí y mi vestido de segunda mano, mientras la mayoría vestía trajes de diseñador. 
    —Comienza la cuenta regresiva —murmuré.
   —Bien —respondió Jimin entre dientes.
   Caminamos adentrándonos en ese tipo de fiesta. Comenzaba a aburrirme y solo habían pasado dos minutos allí. Pensaba en la increíble hamburguesa que Jimin compraría para mí, para mantenerme motivada en estar en este asqueroso lugar.      
  
   Humedecí mis labios con el champagne que nos habían ofrecido. Recordé el vino que tomé anteriormente y trate de recudir el alcohol en mi sangre esta noche.
   Recorrí con mi vista a las personas. Hombres de tercera edad. Jóvenes. Mujeres con el ceño fruncido y mirada juzgadora. Detestables todos. Todos menos él. Quien capto toda mi atención apenas lo vi escabullirse entre quienes quería tomarse una foto con él para alguna revista.
    Cubría su rostro mientras escapa. Sonreía saludando a alguien a lo lejos. Sostenía una copa en su mano. Sus ojos escondidos tras sus mejillas y su sonrisa con dientes pequeños.
   De pronto volteó conectando sus ojos con los míos. Sentí mis mejillas arder. Su semblante fue serio otra vez. Sentí un balde de agua fría cuando apartó su vista de mí y caminó a lo lejos.
   Tenía otra razón para marcharme rápido.

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¿Que opinan sobre Yoongi? ¿Que dicen que fue lo que hizo que actuara así? 
Tal vez, tal vez, en el próximo cap dé la razón. 
¿Quien quiere que narre el próximo cap? 



Enseñame a amar - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora