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   Desperté buscando con mi mano el cuerpo de quien me había deseado la noche anterior

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   Desperté buscando con mi mano el cuerpo de quien me había deseado la noche anterior. Abrí mis ojos al no sentirlo recostado a mi lado.
   Me senté de golpe y lo busqué con la mirada por toda la habitación.

    Caminé hacia la sala y allí lo encontré. Sentado en el sofá con su teléfono y el ceño fruncido. Aclaré mi garganta, él levantó su vista hacía mí.
   — ¿Te desperté? —apagó la pantalla de su celular.
   —No —me acerqué a él.
   —Hubiera preparado el desayuno pero es que... ya sabes, no es mi casa —se encogió de hombros. Me senté sobre sus piernas, sentí su cuerpo tensarse.
   —Relájate. Esto es una muestra de cariño también —Yoongi sonrió rodeando mi cintura.
   — ¿Y esto? —acomodó mi cabello detrás de mi oreja y beso mis labios.
   —También —me puse de pie—. Yo preparé el desayuno. Tú puedes ayudar si quieres.
Yoongi me siguió.

    No estaba muy segura de si él prepara su propia comida y la de Seung. Por la forma en que rebanaba el pan, destrozándolo. El huevo revuelto tenía cascaras. Evité reírme al verlo tan concentrado y a la vez emocionado como si fuera un niño.

    Nos dejamos caer en el sofá luego de desayunar. Yoongi observó su celular y se puso de pie.
   —Me iré a casa —me levanté quedando a su lado, pero no a su altura. Yoongi era mucho más alto que yo.
   —Bien —su frialdad a veces era muy chocante—. Te veré pron...
   — ¿Quieres venir conmigo? —aplanó sus labios. Su seriedad podía ser algo entretenida y confusa.
   —Pero... ¿Y Seung?
   —Estará feliz de verte —finalmente dibujo una cálida sonrisa en su pálido rostro.

    Llegamos a su mansión. Tal y como Yoongi lo había pensado, Seung se alegró al verme. Corrió atravesando el jardín para poder abrazarme.
   — ¡Leia! —Se aferró a mi cintura—. ¿Papá? —enarcó una ceja al vernos juntos—. ¿Ustedes...?
   — ¿Qué cosas dices, niño? —Yoongi despeinó su cabello mientras reía. Avanzó hacia el interior de la casa. Froté mi brazo mientras me sentía en una caída libre.
   No era la respuesta que esperaba, pero de alguna forma tampoco esperaba que Min dijera algo sobre nosotros. Solo habíamos estado juntos una noche, eso no significaba nada. Decidí no darle tanta importancia y me propuse a jugar con Seung.
   — ¿Eres buena jugando al tenis? —el niño tomó su raqueta.
   —Nunca lo he jugado —miré a Hoseok. Me entregó su raqueta con su característica personalidad de "odio mi vida" y se alejó para poder sentarse. Aun con su atuendo de tenista, mantenía su estilo con esos anteojos de sol. Echó su cabeza atrás al sentir la brisa refrescante.
   —Bien, es simple —explicó el pequeño Min—. Solo debes pegarle a la pelota verde. No debe salirse de las líneas que ves —señaló la cancha—. ¿Lista? ¡Voy!
   
   De pronto la pelota vino hacia mí. Tomé la raqueta cerrando mis ojos y golpeé echando la pelota hacia donde Hoseok se encontraba. El castaño se quitó los anteojos para regalarme una mirada de odio.
   —Perdón, Hoseok —me encogí de hombros. Hoseok negó con su cabeza y volvió a echar su cabeza hacia atrás.
   —No te preocupes —gritó Seung del otro lado de la cancha—. Es solo cuestión de... practica —volvió a lanzar la pelota. Esta vez intenté no asustarme y pegarle correctamente. No funcionó. La pelota salió disparada hacía mi derecha. Yoongi la había atrapado.
   Vestía unos shorts y chomba blanca. Traía su propia raqueta.
   — ¿Piensas jugar? —musité.
   —Claro. Soy increíble en este juego. ¿No lo mencioné?
   —Hay muchas cosas que no me has mencionado, Min Yoongi —ladeé una sonrisa.
   — ¡Ya dejen de hablar! —Seung se quejó—. Juguemos.

    La tarde se basó en partidos de tenis, juegos del escondite y rompecabezas.
La sonrisa de Yoongi es algo que no suele verse con tanta frecuencia, pero solo Seung lograba que mantuviera una por más de dos minutos y muy seguidas.

   Los observé desde el sofá. Seung terminaba su tarea junto a la ayuda de su padre. Yoongi acariciaba la cabellera de su hijo mientras él escribía en su pequeño cuaderno.
   —Bien —me acerqué a ellos—. Creo que será mejor que regrese a casa. Es muy tarde.
   —Tal vez... ¿Podrías quedarte un rato más? —el niño estiro sus brazos y abrió su boca para liberar un bostezo.
   —Leia tiene razón, es tarde. Mañana tienes colegio Seung —su padre guardo los útiles de su hijo—. Ve a tu habitación y descansa, yo llevaré a Leia —el pequeño sonrió y nos dio un vistazo rápido. Caminó hacia mí para despedirse y luego de su papá. Subió corriendo por las escaleras.
   —No es necesario Yoongi, puedo tomar un taxi.
   —No te dejaré ir sola. Te llevaré.
No tenía opción. No podría ganarle y de hecho no quería hacerlo.

    Estacionó su auto frente al edificio.
   —Gracias, Yoongi. Que descanses —abrí la puerta de auto. Yoongi las trabó.
   —Gracias a ti. Seung se ve más feliz desde que llegaste a su vida... a nuestras vidas —se corrigió. Mis mejillas ardieron. Sonreí tímidamente.
   —Eres un gran padre Yoongi. Seung tiene suerte.
   —Adiós Leia, descansa —colocó su mano detrás de mi cuello para guiarme hacia sus labios. Sonrió entre los besos y quitó la traba de las puertas.
Bajé algo atontada por aquel beso. Yoongi aceleró alejándose.
Seung tenía suerte, pero yo también.


Enseñame a amar - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora