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   El dolor de cabeza era una señal clara de estrés

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   El dolor de cabeza era una señal clara de estrés. Cerré las puertas de mi despacho y me dejó caer en el sillón detrás de mi escritorio.

    Encendí la computadora y me dispuse a responder los mails que tenía.
La imagen de Leia aparecía en mi mente sin dejarme concentrar. Haciéndome sentir culpable por la forma en que me dirigí a ella.
   Tal vez era esa la razón por la cual seguía soltero. No sabía amar. Ni como acercarme a las personas. Mucho menos ser sincero sobre mis sentimientos.
   Quería recuperarla. Reparar el daño. Demostrarle que no me interesa en absoluto las clases sociales.

    La laptop se cerró de un golpe. Mi mirada se clavó en la mano que la había cerrado. Las uñas largas en un color vino y ese anillo familiar.
   Levanté la vista para encontrarme con la de ella y una sonrisa de soberbia dibujada en su rostro.
   —Sorpresa, Min —coreó.
   —Creí que estarías aquí hace un par de días atrás —fruncí el ceño.
   —Me retrasé. ¿No me darás un abrazo? —extendió sus brazos. Muy a mi pesar me puse de pie y caminé hacía ella. Me sostuvo con fuerza y dejó un beso en mi mejilla con su labial rojo.
   —Bien. ¿Cuándo quieres firmar esos papeles?
   —No tengo apuro, Min —dejó caer su tapado en el sofá—. ¿Seung? ¿Dónde está? Quiero verlo.
   —Oh, te acordaste de tu hijo —enarcó una ceja.
   —Siempre lo tengo presente. Solo que no tengo tiempo y lo sabes.
   —Claro.


   Caminó detrás de mí hasta llegar a mi auto. Decidí buscar yo mismo a Seung por el colegio.
Jisoo se sentó en el asiento del acompañante. Se miró en el espejo y retocó su labial rojo.
   —Cariño, tienes sucia tu mejilla —humedeció su pulgar y procedió a limpiarme la mancha roja.
   — ¿Es necesario?
   —Claro. No querrás que te vean un beso rojo en tu mejilla. ¿O sí?
   No respondí. Apreté el volante y encendí el auto.

    Espere a Seung apoyado en mi auto. Jisoo se quedó en el interior. Sus anteojos de sol y su  semblante serio, irritable.
   Seung corrió hacia mí cuando me vio. Muy pocas veces podía buscarlo después de clases. Era algo que, evidentemente, le gustaba.
   — ¿Cómo estas campeón? —lo tomé en mis brazos.
   —Muy bien papá. He hecho nuevos amigos —sonrió.
   —Ese es mi niño —revolví su cabello—. Tengo una sorpresa para ti —abrí la puerta del auto. Seung vio a su madre.
   — ¡Seung! —el perfume floral nos inundó. Extendió sus brazos para abrazarlo. El pequeño disminuyó su sonrisa, ahora solo era una mueca incomoda.
   —Mamá —musitó con poco ánimo. La rubia lo abrazó con fuerza. Seung me dedicó una mirada.
   — ¿No estás feliz de volver a verme?
   —Si —mintió.
   —Estaré unos días aquí, así que nos divertiremos mucho, hijo.
   —Está bien, creo —se encogió de hombros.
   —Bien, vamos. Debemos regresar a casa —me subí al auto. Seung se subió detrás.
   — ¿No iremos al café? He hecho un dibujo para Leia.
   — ¿Leia? —Jisoo me observó.
   —No creo que sea buena idea, Seung, tu madre esta...
   — ¡Papá! —bufó—. Por favor, solo un momento. Quiero ir.
   — ¿Quién es Leia, hijo? —Jisoo giró su cuerpo sobre su asiento para ver al niño.
   —Es mi amiga... también de papá —ladeó una sonrisa. La mirada de Jisoo se clavó sobre mí, buscando una respuesta que jamás obtendría.
   —Bien, vayamos a ver a Leia —ordenó la rubia—. Quiero conocer a tu amiga, Seung.
   —No creo...
   —Vamos, Yoongi —fue su última palabra. Seung insistió, no tuve otra opción.

    Lo último que quería en ese momento era verla. Todo era muy reciente. Quizá me tiraría una taza de café por la cabeza. O simplemente me ignoraría frente a Jisoo y Seung.

 
   Estacioné el auto. Jisoo bajó con ímpetu. Moviendo su larga cabellera. Sus tacos sonando sobre el pavimento. Sus labios brillosos en un rojo carmesí que hacía juego con su tapado de piel. Sus anteojos oscuros y enormes. Los colocó sobre su cabeza para dejar en vista sus ojos celestes, artificiales claro.

    Seung abrió la puerta y corrió hacía Leia. La castaña se colocó de cuclillas para abrazarlo.
Jisoo enarcó una ceja al ver a su hijo saludar con alegría a alguien que no era su madre. Recordando, supongo, la forma en que la recibió a ella.
   Soltó un suspiro para luego aclarar su garganta. Leia levanto la mirada hacía nosotros y se levantó lentamente.
   —Hola —musité detrás de Jisoo.
   —Señor Min —ella hizo la reverencia. Sentí mis mejillas arder.
   — ¿Señor Min? —la rubia susurró girando su cuello hacía atrás con una pequeña sonrisa burlona.
   —Leia, te quiero presentar a alguien —Seung la tomó de la mano acercándola más—. Ella es Leia —le indicó a Jisoo—. Y Leia, ella es mi mamá, Min Jisoo.
   —Un placer, querida —La rubia extendió su mano con una sonrisa estructurada. Leia la estrechó con total confusión. Buscando mi mirada hasta encontrarla.
   Estaba acabado, por completo. 

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¿Como se imaginan a Jisoo? Yo me la imagino como Meredith de juego de gemelas jajajaja, nada mas que en versión coreana. 

Enseñame a amar - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora