Presente

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Después de aquel día, Fiore se negaba a salir de su habitación o atender cualquier reunión de la familia. No tenía energía para salir y enfrentar a todos los habitantes de la mansión, quienes seguramente ya sabían lo sucedido en el sótano con aquel joven. Una de las mucamas solía entrar a la habitación solo para dejarle la comida tres veces al día, pero la mujer siempre notaba su mirada de lástima hacia ella.

Timoteo continuaba como si nada hubiera pasado y solo iba a la habitación para dormir. No la había tocado desde ese día, por lo que estaba agradecida por solo ese gesto de humanidad, no podía decir lo mismo de sus palabras, que estaban clavadas en su mente e incluso le dañaba más que lo sucedido días atrás.

—Señora, aquí está su desayuno. —Entró una de las criadas cargando una bandeja de algo que olía bastante bien, sin embargo, la decisión de no salir de su cama continuaba en pie, por lo mismo ya era costumbre que la misma criada retirara el plato de la cena intacto cada que entraba—. Por favor, debe comer algo.

No dijo nada haciendo que la muchacha se fuera. No es que no quisiera salir de su cama, no podía hacerlo, cada que trataba de dar un paso fuera de la misma, los recuerdos golpeaban su cabeza causándole un ataque de nervios y le hacía llorar sin poder parar.

Ignoro la comida a pesar del apetecible olor y continuo acostada cubierta por las costosas mantas que Timoteo compraba cada que tenía la oportunidad. la puerta volvió a abrirse a los pocos minutos, cosa que extraño a Fiore, ya que era demasiado temprano para que su marido volviera a la habitación. Comenzó a temblar imaginando que seguramente el hombre ya estaba harto de verla en esa deplorable condición y la obligaría a enfrentar el mundo a base de golpes e insultos, sin embargo, la voz que escucho a continuación, le hizo levantar la mirada.

—Detesto verla así y no poder hacer nada para ayudarle. —Su mirada se fijó en la figura de Donna, quien estaba recargada en la puerta de la habitación y parecía estar a punto de estallar en lágrimas. Las ojeras bajo sus ojos eran un aviso de que ella tampoco había podido dormir esos días—. Sé que nada de lo que diga le hará sentirse mejor, pero no se dé por vencida, por favor.

—¿Qué haces aquí? —Cuestionó con voz ronca debido a los días sin pronunciar una palabra, pudo ver cómo la mirada de Donna se iluminaba al escuchar su voz—. Si Timoteo se entera...

—El jefe tuvo que salir de urgencia a Sicilia. No volverá sino hasta mañana. —Respondió sin apartarse de la puerta—. Nadie me vio entrar.

Fiore volvió a sentir como sus ojos se humedecian por las lágrimas que amenazaban con derramarse. Donna caminó lentamente hasta llegar a la orilla de la cama y se puso de rodillas para estar a la misma altura de Fiore.

—Las criadas dicen que no ha querido comer. Tiene que hacerlo, debe juntar fuerzas.

—¿Para qué?

—Para continuar viviendo. —Musitó queriendo tocar su rostro, pero Fiore se lo impidió volviendo a cubrir su rostro con las cobijas. No le importaban mucho los demás, pero la mirada de sorpresa y lastima que Donna le había dado en el sótano tampoco tenía la intención de dejar su mente.

—¿Qué te hace pensar que quiero vivir?

—Que sigue aquí. —Respondió su guardaespaldas—. Que, sin importar todo el infierno por el que ha pasado, ha encontrado la fuerza para continuar. Se que si todo eso me hubiera pasado a mí, yo ya no estaría en este mundo.

Fiore comenzó a llorar incapaz de resistirlo más. Ya no quería hacerlo, odiaba ser débil y precisamente eso había hecho desde un principio. Creía que sus lágrimas se habían agotado después de tanto, pero ahí continuaban y seguramente ahí continuarán hasta sus últimos días.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora