Pasado

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Las cosas no cambiaron para Fiore después de aquella confesión en los muelles casi una semana atrás, sin embargo, consideraba que su vida como esposa del jefe de la familia D'agnolo había mejorado solo un poco. Aun sufria de maltrato, Timoteo la usaba siempre que quería, pero sabía que después de todo eso, Donna estaba a su lado para ayudarle a olvidar todo aquello solo por un momento.

—Hiciste un buen trabajo con el alcalde. —Soltó Timoteo después de volver de una segunda reunión con el hombre. Él se negaba a darle el privilegio de su compañía, así que optó por enviar a su esposa a cada reunión que el hombre pidiera—. Prácticamente lo tenemos en la palma de nuestras manos.

—También ha asegurado que nuestros hombres no serán arrestados en caso de ser sorprendidos cometiendo algún delito. —Dijo Fiore mientras caminaban por los grandes jardines de la mansión, Donna y Nicolao caminaban tras ellos—. Aunque, espero tus hombres no actuen como salvajes y sepan comportarse.

—Pides imposibles, esposa mia. —Se burló el hombre llevándose uno de sus confiables cigarros a la boca—. Sin embargo, estoy dispuesto a dejarte castigar a quienes lo hagan.

—La última vez que hice eso me diste una paliza. —Reclamó tratando de mantener la compostura, aunque aún las pesadillas de ese día atormentaban su cabeza cada noche.

—Eso fue porque lo hiciste sin mí permiso. Ahora tienes libertad para hacerlo, además que hemos estado reclutando gente y el número de integrantes de esta familia ha aumentado.

—¿Y cuántos de esos reclutas son niños? —Cuestiono sin percatarse de la mirada molesta que el hombre puso al escucharla. Demasiado pronto sintió las manos de su esposo tomarla del rostro sujetándola con fuerza y clavando sus uñas en las mejillas.

—Solo cobro mis deudas. No me interesa si el pago viene en forma de un niño o una mujer como bien lo sabes, Fiore. —Gruñó demasiado cerca de su cara. Si tan solo tuviera un rostro desagradable la gente podría creer las atrocidades de las que ese hombre era capaz, sin embargo, con aquel rostro hermoso que ocultaba sus sentimientos bastante bien, le era difícil que cualquier persona ajena a la familia creyera en su maldad.

—Lo lamento. —Logró hablar entre el agarre—. No volver a cuestionarte.

—Eso espero, porque bien sabes que no me gusta lastimarte. —Soltó alejandola de él. Fiore masajeó su rostro incapaz de ver a los dos guardaespaldas a la cara, seguramente estarían viendola con lástima y ella odiaba eso.

El paseo por los jardines terminó cuando Pietro se acercó a la pareja respirando agitadamente y con su ropa completamente cubierta de sangre, aunque no parecía ser la suya.

—Señor, fuimos atacados por integrantes de la familia Cocci. Nos emboscaron y se llevaron uno de nuestros cargamentos de Heroína que iban rumbo a Roma. —Anuncio tratando de recuperar el aliento. Al escucharlo, Fiore no pudo evitar comenzar a sudar frío. Un ataque directo solo podría terminar en una guerra entre familias y aquello podría costar demasiadas vidas.

—Solo dime si atraparon a alguien. —Dijo Timoteo con voz fría y sin ninguna expresión facial.

—Si, señor, los están llevando al sótano.

Sin decir nada más, el jefe de la familia y su segundo al mando se alejaron de la mujer para entrar a la mansión y, seguramente, comenzar a torturar a los prisioneros hasta que estos confesaran sus crímenes y lo más importante, quien había dado la orden para robarles. Nicolao le dirigió una pequeña reverencia a Fiore antes de ir tras los dos hombres, aunque ella sabía que lo hacía muy en contra de su voluntad, ya que odiaba presenciar las torturas.

—¿Está bien? —Cuestiono Donna sacándola de su estupor para mirarla, se veía preocupada mientras trataba de resistir el impulso de tocarla. No debia hacerlo, no en ese lugar donde cualquiera podría verlas.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora