Elección

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—¿Lograste averiguar algo en Florencia? —Cuestiono Timoteo una vez que las dos mujeres regresaron de aquellas cortas vacaciones.

—Se que estuvo en la Piazza Rossa, pero parece ser que huyó de ahí hace un par de años. —Respondió Donna mientras ambos se encontraban en la oficina del hombre. Apenas llegaron del viaje, el jefe la mandó llamar.

—Es una lastima. ¿Algo más que hayas averiguado?

—Parece que quienes lo llevaron ahí fue una familia italiana. tal vez la misma que asesinó a mis padres. —Desde el primer día que se unió al grupo, le había contado todo eso a Timoteo, ya que necesitaría toda la ayuda posible y que mejor que el jefe de los D'agnolo, cuya influencia se extendía por todo el país y algunas partes de Europa.

—No son muchas las familias que están inmiscuidas en el tráfico de personas. Por desgracia no se exactamente cuales, pero te enviare una lista de quienes podrían haber estado en Países Bajos en las fechas en las que tu hermano desapareció.

—Muchas gracias, Señor.

—Otra cosa. —Habló antes de que Donna saliera de su oficina—. Mí esposa no te causo ningun problema, ¿verdad?

—No, señor. Pasaba las noches en su habitación y las tardes recorriendo las calles. —Mintió sin dudarlo. Si ese hombre se enteraba de la presencia de Fiore en la Piazza Rossa, seguramente la mataría y a ella también sí llegaba a saber lo ocurrido el último día en su habitación.

Desde que regresaron, no había dejado de soñar con eso. La forma en que Fiore la besaba y tocaba había dejado mella en su cuerpo, tanto que desde que volvieron no había dejado de tocarse recordando los gemidos que inundaron la habitación.

—Muy bien. Puedes irte. —Con una pequeña reverencia camino hacia la puerta abriéndola al mismo tiempo que Fiore.

—Donna. Espera en el pasillo, debo hablar con mí esposo. —Ordenó fingiendo muy bien que nada había ocurrido en Florencia, además que desde la vuelta no habían tenido tiempo a solas. Era lo esperado, pero ponía a la mujer de mal humor.

—¿Necesitas algo, Fiore? —Cuestionó el hombre mirándola con una sonrisa.

—Quería saber cómo fue tu viaje a Grecia. —Señaló tomando asiento frente al escritorio—. ¿Algunos negocios nuevos?

—Me reuní con un par de familias y, tengo que admitirlo, gracias a nuestra unión con la familia Cocci, han aceptado trabajar con nosotros a cambio de llevar rutas de mercancía hacia su país. —Respondió satisfecho llevando a su boca un cigarrillo encendido.

—Eso es una buena noticia, pero ahora tendremos que cuidarnos un poco más, no solo de la policía, sino también del ejército.

—Relájate. Yo me encargare de la seguridad, tú solo encárgate de llevar los números de nuestros ingresos. —Dijo levantándose de su lugar, para caminar hacia Fiore y tomarla de los hombros—. Debo admitir que extrañé tu presencia a mí lado.

—Vamos, seguramente las mujeres no te faltaron. —Señaló tratando de ocultar el gusto de desagrado al toque de Timoteo, quien comenzó a pasar sus labios por el cuello de la mujer.

—No se que mas decirte para asegurarte que jamás te he sido infiel. —Respondió Timoteo llevando sus manos hacia el pecho de Fiore apretandolo con fuerza. Nada comparado con el delicado tacto de Donna.

—No me hagas reir. ¿Qué hay de tu bastardo? Ese chico no salió del aire. —Cuestiono Fiore recordando a aquel niño al cual casi no veían.

—Él no cuenta. —Soltó bruscamente tomándola de los brazos para levantarla de la silla—. Y no eres nadie para echarme en cara eso.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora