Un soplo de aire fresco

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—Creo que eso ya es todo. —Dijo Donna poniendo la última maleta que llevaban en el maletero del auto. Apenas treinta minutos atrás, Timoteo le ordenó que viajaran a una de las muchas casas de seguridad que poseían, y ahora ya estaban listos para emprender el viaje.
—En cuanto esto se calme un poco, te enviaré a llamar. Por ahora solo enfócate en estar a salvo. —Mencionó el jefe de los D’agnolo tomando a su esposa por los hombros—. Esperemos que esto no se extienda demasiado.
—Estaré bien, Donna estará cuidándome.
—Si, parece que hice una buena elección con ella.
En pocos minutos ya estaban alejándose de la mansión por uno de los caminos secundarios en caso de que alguien los estuviera siguiendo. Fiore no sabía que tan lejos había que viajar, pero confiaba en que Donna le llevaría ahí sin problema. La chica conducía sin quitar la mirada del camino, estaba visiblemente tensa y en su rostro se notaba el no haber podido descansar desde hace horas, entre la ayuda al doctor y ahora tener que conducir probablemente por horas para llegar a su destino.
—En cuanto lleguemos quiero que vayas a dormir. —Señaló Fiore pasando una de sus manos por la mejilla de la chica, quien movió la cabeza hacia ella para disfrutar de esa pequeña caricia.
—En cuanto lleguemos debo revisar todo el perímetro y estar segura que no tendremos ninguna desagradable sorpresa. —Explicó sin quitar los ojos del camino—. Descansar vendrá solo después de eso.
—¿Podrás hacer todo eso? Puedo notar como quieres quedarte dormida.
—Estaré bien. Usted por el contrario… Temo que no se concentre por estar pensando en Nicolao.
—Una vez estemos en un lugar seguro ambas podremos descansar. —Declaro recargando su cabeza en el respaldo del asiento. El camino estaba completamente oscuro con la excepción de las luces delanteras del vehículo, iban por un camino poco transitado saliendo de la ciudad rumbo a los bosques, lo cual explicaba lo accidentado del camino.
—¿Había pasado esto antes? Tener que huir a una casa de seguridad. —Cuestiono Donna.
—Solo una vez. Llevaba dos semanas casado con Timoteo y al líder de la familia Cavazzola le parecía una idea divertidísima robarnos millones de Euros en mercancía. Esa vez huí con Nicolao. El pobre llevaba menos de dos días en la familia y estaba aterrado. —Contó la mujer perdiéndose en el recuerdo—. Fue ahí cuando nos hicimos tan amigos.
—y, ¿conoce todas las casas de seguridad?
—No. Hay algunas que jamás he visto. Por ejemplo, a dónde vamos. No recuerdo haber pasado por estos caminos antes. —Explicó sintiendo como el sueño quería apoderarse de su cuerpo, sin embargo, resistió el impulso para no dejar a la joven sola y que también sucumbiera al cansancio.
Horas más tarde estaban dentro del bosque conduciendo por una pendiente bastante pronunciada, pero que no fue problema para el auto, el cual, al igual que la mayoría de autos pertenecientes a Timoteo D’agnolo, era de la mejor calidad y aquellas pendientes no eran un problema.
La casa era bastante más pequeña de lo acostumbrado. Un piso con solo dos habitaciones para dormir, un pequeño baño con ducha y la cocina se juntaba con el comedor y la sala de estar. Contaba con un pequeño armario repleto de armas en caso de que se necesitaran y una planta de luz para que el lugar nunca se quedará a oscuras.
—Puede ir a descansar. Yo debo revisar los alrededores para ver que todo esté bien. —Dijo Donna ayudando a Fiore con la pequeña maleta entrando a la casa.
—Puedes ir a revisar. Te esperaré. —La joven la miró sin ninguna expresión antes de asentir y volver a salir al exterior, mientras que Fiore se dirigió a la pequeña cocina. Llevaba años sin cocinar, pero suponía aun recordaba como se hacía y quería hacer algo para ayudar a Donna a descansar mejor y su conclusión fue una cena, casi desayuno por la hora que era. 
La joven recorrio el perímetro con ayuda de una linterna sin dejar de pensar en la guerra entre familias que seguramente ya había comenzado en la ciudad. Desde la noticia no había dejado de pensar en los ataques y como la teoría del traidor del que Timoteo hablaba era real. Solo esperaba que se descubriera quien era para terminar con todo y continuar con la búsqueda de su hermano.
Después de unos minutos y la certeza de estar completamente solas, Donna volvió a la casa encontrándose con el olor a comida que abrió su apetito de inmediato.
—¿Qué hace? —Preguntó abriéndose paso hasta la cocina donde Fiore continuaba cocinando.
—Dormiremos mejor con el estómago lleno, así que me propuse cocinar. —Respondió sin mirarla a su lado ya había un par de platos con comida y continuaba llenándose.
—Nunca la había visto hacer esto.
—Es porque, desde mí matrimonio, no he tenido la oportunidad de hacerlo, pero en realidad es algo que me relaja bastante. —Término de servir, tomando los platos y llevándolos a la mesa—. Creo que no he perdido el toque, pero serás tú quien dictamine eso.
Teniendo más hambre que sueño, Donna tomó asiento frente a uno de los platos llevando una porción de comida a la boca, cerró los ojos para disfrutar del sabor y cuando los abrió, noto a Fiore mirándola con una sonrisa.
—Por tu reacción, quiero creer que sabe bien, ¿verdad?
—Demasiado, si el personal cocinara como lo hace usted, seguramente regresaría a mí época de sobrepeso. —Bromeo sin dejar de comer. Fiore sonrió al verla disfrutar de algo que ella había hecho, su estómago también exige comida, por lo que tomó asiento frente a la muchacha para comenzar a comer.
—¿En verdad solías no ser delgada? —Cuestionó tratando de imaginarse a la joven con varios kilos de más.
—Claro. En Países Bajos comía como si mí felicidad dependiera de ello. Ya cuando cumplí dieciséis fue que decidí llevar un estilo de vida más saludable. —Contó Donna—. Ojalá pudiera mostrarle alguna fotografía, pero las deje todas atrás. Solo me quedé con una de mí familia y ahí ya estaba delgada.
Registró sus bolsillos hasta encontrarla, la desdoblo para mostrarsela a través de la mesa. Los cuatro integrantes de su familia sonreían a la cámara abrazados. Su padre compartía bastante rasgos con Donna, mientras que el pequeño niño de la fotografía lucía idéntico a la mujer que le abrazaba por los hombros. Se veían felices, cosa que Fiore no compartía en las fotografías que poseía de su familia.
—Debes extrañarlos mucho. —Musito regresando la imagen a su dueña.
—No tienes idea. Cada noche entran a mis sueños a pesar de hacer lo posible para evitarlo. —Dijo la muchacha perdiéndose en sus recuerdos y que hacían que sus ojos se nublaran con lágrimas—. No volveré a ver a mis padres y posiblemente tampoco a mí hermano.
—Hey, no pienses asi. Volverás a estar con tu hermano, en cuanto volvamos a Palermo te ayudaré y no descansaré hasta que vuelvas a verlo. —Declaró Fiore tomando su mano por encima de la mesa.
—Gracias, señora. No sé que hice para merecerla.
—Yo si.
Continuaron comiendo hasta que fue obvio que su sueño comenzaba a ganar la batalla, por lo que, dejando olvidada las sobras de comida fueron hasta una de las habitaciones para dormir. No dijeron mucho, pero ambas querian dormir juntas, por lo que Fiore se recostó en la cama con Donna abrazándola por la cintura y dejándose llevar por el sueño que finalmente ganó la batalla.
El sol irrumpió por la ventana de la habitación impactando en el rostro de Fiore despertandola y mirando el rostro dormido de Donna, quien continuaba abrazándola y parecía estar sumida en un sueño bastante profundo, pero pacifico, ya que su rostro no mostraba ninguna expresión. La mujer se quedó a su lado sin despertarla mientras la miraba deseando tener esa vista todas las mañanas y no la de su esposo o incluso una cama vacía como era en la mansión. Incluso la loca idea de quedarse ahí se instaló en su mente, no volver jamás y desaparecer era algo que se le ocurría cada que miraba el rostro de Donna.
—¿Tengo algo en la cara? —Musitó la joven más dormida que despierta.
—Eres hermosa. —Dijo Fiore tocando su mejilla—. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí, lejos de todo por toda nuestra vida.
—Eso de verdad sería como uno de mis sueños.
—Sueñas demasiado conmigo. —Sonrió Fiore siendo imitada por la joven guardaespaldas.
—Y aun así, nada es más perfecto que esta vista. —Admitió volviendo a cerrar los ojos, Fiore posó sus labios sobre la frente antes de levantarse para tomar un baño. Para ella era complicado volver a dormir debido a las pesadillas que continuamente atacaban su cabeza, por lo que solía aprovechar esos momentos haciendo cualquier otra actividad que la mantuviera ocupada para no pensar en eso.
No era de mañana, pero aún podía cocinar algo sencillo para llenar sus estómagos, por lo que volvió a la cocina revisando la despensa, la cual se llenaba regularmente aunque nadie usara la cabaña. Una vez encontró los ingredientes perfectos se dio a la tarea de comenzar con la preparación, mientras estaba con ello sintió unos brazos rodeando su cintura y unos labios paseándose por la parte trasera de su cuello.
—¿Cómo se supone que me concentre en protegerla, cuando hace estas cosas por mí? —Cuestiono intercalando sus palabras con pequeños besos.
—Es solo un desayuno.
—Bueno, nunca nadie me ha hecho el desayuno antes. —Reveló la muchacha haciendo que Fiore dejara lo que hacía para mirarla sorprendida.
—¿En serio?
—Claro. Puede que luzca como alguien con mucha experiencia romántica, pero la verdad es que la mayoría de mí experiencia proviene de relaciones sin compromiso.
—Eres toda una jugadora, entonces. —Soltó Fiore incapaz de ocultar el tono agrio en su voz, cosa que Donna noto y la hizo reír.
—¿Acaso está celosa, señora? No debería, ninguna de esas relaciones me ha hecho sentir lo que usted provoca en mí solo por estar a mi lado. —Dijo volviendo a besar el cuello de la mujer—. Desde lo sucedido en Florencia no he dejado de tocarme recordando ese momento.
—No deberías bromear con eso. —Exclamó la esposa de Timoteo soltando el sartén del que cocinaba y casi haciéndolo caer al suelo junto con su contenido.
—¿Quién bromea? Solo le comento lo que hago en la soledad de mí habitación. ¿Quiere más detalles? Me recuesto en mí cama pasando las manos por todo mí cuerpo hasta llegar a mí punto más sensible.
Acompaño sus palabras con caricias en el cuerpo de Fiore haciéndola estremecer cuando los dedos comenzaron a pasear por su entrepierna presionando su lugar más sensible.
—Deberíamos aprovechar la soledad de este lugar, ¿No lo cree?
—¿Qué hay de la comida? —Cuestiono ahogando un suspiro mientras sentía como su entrepierna comenzaba a humedecerse. Claro que no había dejado de pensar en lo sucedido y las ansias de volver a estar con ella eran demasiadas como para contabilizarlas.
—Creo que puedo esperar, además eso no quiere decir que me quedaré sin comer. 
Antes de que Fiore pudiera preguntarle a que se refería con esas palabras, Donna la tomó de las piernas para levantarla y sentarla sobre la encimera de la cocina. Con una sonrisa apago la llama de la estufa antes de tomar su rostro entre sus manos para besarla como no había podido hacerlo en la mansión rodeados por ojos que podrían ir con la noticia con el jefe y condenarse a muerte.
—Tengo que preguntarlo. —Se detuvo Donna recordando aquel momento en el cual Fiore tuvo un ataque de pánico—. ¿Quiere hacer esto?
Por toda respuesta, Fiore solo volvió a besarla mientras sus manos trabajaban en remover la playera con la que la joven había dormido para volver a ver aquellos pechos de los que se había hecho adicta. Apenas la playera tocó el suelo cuando Fiore ya recorría aquellos atributos con su lengua deteniéndose en los pezones a los cuales estimulaba con pequeñas lamidas y mordidas.
—Parece que no solo yo deseaba esto. —Musitó Donna disfrutando de las caricias de la mujer, mientras sus manos bajaban para masajear sus muslos.
—Me ofende que hayas creído que no quería volver a hacer esto. —Dijo Fiore intercalando sus palabras mientras continuaba con su faena.
—Claro que no, es solo que no creí que lo quisiera tanto como yo.
—Lo que me hiciste sentir ese día no es algo que vaya a olvidar en un tiempo cercano.
—Recuerdo lo hermosos que gemía solo con mis dedos. ¿Quiere que le muestre cómo puedo hacerla llegar con mí boca?
Ahogando un gemido por solo escuchar sus palabras, la mujer asintió volviendo a besarla y sintiendo su sonrisa entre sus labios. La chica se separó llevandose el labio de Fiore entre sus dientes antes de soltarla para ayudarle a remover sus pantalones junto con la braga que había decidido vestir ese día.
—Espero poder hacerlo bien. —Dijo Donna acariciando con sus pulgares aquel punto tan sensible de la mujer antes de proceder a besar sus muslos acercando su boca peligrosamente a ese punto en el que Fiore más quería ser acariciada.
El gemido que soltó al sentir la boca de la joven sobre sus labios fue tal que creyó haber sido escuchada a kilómetros a la redonda. La boca experta de Donna lamia y exploraba cada rincón de aquel punto sin dejar ningún lugar sin explorar, su lengua entraba y salía de ella con maestría empapando todo con los jugos de la mujer, quien parecía estar a punto de explotar por aquel placer que por mucho tiempo creyó inexistente.
Las manos de Fiore se paseaban por todo el cabello de la joven mientras que sus piernas apretaban a la chica para que no se apartará, cosa que ella no parecía hacer.
Cuando el orgasmo la invadió haciendo que todo su cuerpo temblara y casi desfalleciendo mientras trataba de recuperar la respiración. Donna se separó mirándola con una sonrisa de suficiencia, la mitad de su cara estaba empapada por sus fluidos y pasaba su lengua por los labios saboreando su sabor.
—Eso fue… —Trato de hablar Fiore aun sintiendo un conjunto de espasmos en su parte baja.
—Me alegra ser capaz de darle este tipo de satisfacciones. —Dijo su guardaespaldas besándola, Fiore era capaz de saborear sus propios fluidos que se encontraban en la boca de la joven y de pronto quiso ser ella la que hiciera lo mismo por Donna, quería saborearla y tocarla por lo que bajó de la encimera sin dejar de besarla, la empujo de los hombros para forzarla a sentarse sobre una silla antes de ponerse de rodillas frente a ella.
—¿Está segura? —Preguntó Donna adivinando sus intenciones—. No tiene porqué hacerlo si…
—Quiero hacerlo. —Cortó la mujer comenzando a pasar sus labios por el pecho desnudo de la joven con la intención de dejar algunas marcas para ser recordada.
Trataba de no mostrar los nervios que sentía por lo próxima a hacer, pero le era complicado ocultarlo. Nunca había hecho algo parecido y si bien entendía que no sería tan buena como lo que Donna le hacía sentir, quería hacerlo.
Recordando sus exactos movimientos apartó el pantalón que Donna vestía sorprendiendose al ver que no llevaba bragas y su intimidad estaba a la vista.
—Olvide mencionar que no uso ropa interior al dormir. —Soltó mirándola con una sonrisa burlona.
Sus risas pronto se convirtieron en suspiros cuando las manos de Fiore comenzaron a deambular por su entrepierna experimentando aquellas nuevas sensaciones y mirando como con cada movimiento sus dedos comenzaban a empaparse por la humedad de la chica.
—Esto se siente bien. —Dijo la chica recargando su cabeza en el respaldo de la silla—. Por favor, la necesito dentro de mi.
Imitando lo que había ocurrido en Florencia, Fiore introdujo uno de sus dedos en el interior de la joven sintiendo como sus interiores la abrazaban, comenzó a moverlo con lentitud disfrutando de la sensación y los sonidos que salían de la garganta de Donna mientras Fiore continuaba con su faena.
Cada sonido de placer que la joven soltaba le animaba a continuar con lo que hacía, por lo que, aprovechando su humedad metió un segundo dedo, disfrutando de la sensación llevó su boca hacia sus pliegues besando y lamiendo todo lo posible mientras los gemidos de Donna llenaban sus oídos y le animaban a continuar.
Sintió como las manos de Donna se enredaban en su cabello acercandola mas a su interior al mismo tiempo que su respiración y el movimiento de sus caderas comenzaba a subir de velocidad haciendo notar que se acercaba su orgasmo. Fiore continuó con su tarea hasta que el interior de la joven abrazó por completo sus dedos empapandolos al mismo tiempo que un sonoro gemido escapó por su garganta.
Donna sonreía mientras recuperaba el aliento y miraba a la mujer con completo deseo y amor, cosa que jamás le había pasado. Nunca estuvo con alguien que luciera de esa manera al estar con ella, por lo que entendía que su conexión con la joven no sólo era física como llegó a creer en un principio, si no también, tenía la certeza de que estaba enamorada. No había experimentado eso antes, pero estaba segura que eso era lo que sentía.
—Gracias por esto. —Musitó Fiore recargando su cabeza en las piernas temblorosas de la joven.
—Es lo menos que puedo hacer para ayudarla. —Dijo la joven acariciando su cabello—. ¿Qué le parece si tomamos un baño antes de ocuparnos, ahora sí, de la comida?
Ambas caminaron al baño donde otro par de orgasmos invadió el cuerpo de Fiore cortesía de la manos traviesas de Donna mientras enjabonar su cuerpo. Con cada minuto que pasaba en su compañía más difícil era aceptar la realidad de tener que volver a casa con su marido en cuanto las cosas se solucionaran con las familias. Confiaba en que Timoteo podía resolver el asunto rápidamente, ya lo había hecho antes, sobre todo con lo tensa que eran las relaciones entre las familias, pero se encontraba deseando que esta vez se tardará y no tuviera que volver tan pronto.
Mientras Fiore regresaba a preparar la comida, Donna optó por volver a revisar los exteriores de la casa aprovechando la luz del día. Había demasiados lugares en los que alguien podría esconderse, pero en tanto no supieran la ubicación exacta del lugar, les sería complicado encontrarlas, eso sin contar la cantidad de casas de seguridad existentes y cómo tendrían que buscar en cada una hasta dar con ellas.
Solo hasta estar segura de que el páramo era completamente seguro fue que volvió a la casa encontrándose con el apetecible olor de la comida que Fiore cocinó esperándola en la mesa, por lo que comenzó a comer saboreando cada cosa preparada.
—Ni siquiera se nota que estamos escondiendonos. —Dijo tomando asiento frente  la mesa, Fiore sonrió comenzando a comer—. Esto huele increíble.
—No es mucho lo que puedo hacer con lo que tenemos aquí. Me alegra que te guste.
—¿Gustarme? Amo su sazón. Ojalá pudiéramos huir y quedarnos aquí solo para disfrutar su comida.
—¿Huir? No he pensado en eso desde hace años. —Soltó la mujer mirando por la ventana—. Cuando ocurrio lo de mí ataque y la boda con Timoteo, quería huir, alejarme hasta llegar a un lugar donde nadie me conociera y pudiera comenzar de nuevo. Solo fueron eso, ilusiones.
—Yo me la llevaría, si tuviera los medios para darle la vida que merece. —Dijo Donna con una sonrisa triste—. Actualmente solo puedo tratar de ser una distracción para usted.
—Voy a ser honesta, aunque durmiera en la calle, nada de eso me importaría si tu estas a mí lado. —Reveló la mujer tomando la mano de la joven por encima de la mesa—. Mí problema siempre ha sido el miedo. Miedo del hombre con el que me case, Miedo de su reacción.
—Espero que algún día pueda ser libre. Sería la persona mas feliz del mundo si pudiera verla disfrutar de su libertad al menos una vez.
El momento fue interrumpido por el sonido del teléfono de Donna, quien maldijo entre dientes antes de llevar el aparato a su oído. Lo que sea que escuchaba le hizo cambiar su expresión por una más cautelosa mientras se levantaba para revisar el exterior por la ventana. Intercambio unas palabras con quien estuviera del otro lado de la línea y después colgó volteando a ver a Fiore, quien sospecho algo malo solo de ver su expresión facial.
—¿Qué ocurre?
—Una de las casas de seguridad fue baleada por hombres de la familia Andie. Creen que la están buscando. —Respondió Donna recorriendo cada ventana de la casa para ver sus alrededores, su mano rodeaba el mango del arma, lista para utilizarla en cuanto viera algún signo de peligro—. Irán hombres a cada casa para protegerlas, llegarán aquí en un par de horas.
—Supongo que hasta aquí llegaron nuestras vacaciones. —Soltó en un suspiro, era obvio que le preocupaba la posibilidad de terminar bajo ataque por unos sujetos locos que hacían hasta lo indecible solo por un nombre—. ¿Crees qué el espía fue quien les dijo sobre las casas?
—Es lo más seguro. Solo espero que ya lo hayan atrapado, si no nos arriesgaremos a la posibilidad de que el espía este entre el grupo que venga.
No duraron solas mucho tiempo antes de notar las luces delanteras de los autos que se acercaban a la casa. Por unos segundos, Donna no bajó el arma hasta percatarse de conocer a quienes se acercaban para dejarlos entrar a la casa. Eran solo tres hombres a los cuales Fiore conocía bastante bien, Theo y los otros dos a los que Donna había disparado en la pierna ya hace demasiadas semanas.
—¿Qué rayos pasó? —Cuestiono Donna al dejarlos entrar.
—Ojala supieramos. —Respondió Theo saludando con una pequeña reverencia a Fiore, desde el asunto de su pareja el joven siempre mostraba su agradecimiento hacia la mujer—. El jefe está vuelto loco y cuando ocurrió el ataque a la casa de seguridad, no dudó en enviarnos aquí.
—¿Cómo supieron lo que ocurrio en la otra casa? —Entró Fiore a la conversación.
—Esa casa, al contrario de todas las demás, tiene sensores de movimiento y cámaras de vigilancia. —Dijo otro de los chicos—. La alarma se activó y vimos lo que ocurría.
Theo envió a los dos chicos a revisar y patrullar los exteriores, mientras que él se puso a revisar el pequeño interior con el arma lista.
—¿Qué tal las cosas en Palermo? —Continuó preguntando la joven ayudando a revisar, mientras que Fiore los miraba desde la sala de estar.
—No van bien. El jefe Timoteo ha estado en reuniones con los Andie y con varias otras familias, pero estos nuevos ataques, probablemente cambien todo.
—Esto es una locura. —Dijo Donna entre dientes ganándose una risa del hombre.
—Seguramente, no esperabas que esto pasara cuando te uniste a la familia, ¿verdad?
—Sabía que había una mínima posibilidad de que ocurriera, solo que no tan pronto.
—Digo lo mismo. Mí chica está bastante asustada porque me ocurra algo. ¿Tienes a alguien?
—Si. —Respondió mirando a Fiore y haciendo que sus mejillas ardieran recordando lo que habían estado haciendo antes de que fueran interrumpidas por tan desagradables noticias.
Los dos chicos regresaron a la casa en cuanto estuvieron seguros que eran las únicas cinco personas a la redonda y que, por el momento, no había señal de peligro. Tendrían que estar toda la noche en constante alerta, pero al menos podían relajarse por un instante.
Al atardecer, Fiore optó por irse a la habitación donde había dormido la noche anterior y, usando su cargo como guardaespaldas, Donna le acompaño terminando ambas sobre la cama mirando el techo.
—Esto es cada vez más peligroso. —Soltó la esposa de Timoteo buscando la mano de la joven para entrelazarla con la suya—. Prométeme que ambas saldremos ilesas de esto.
—Claro que sí. Haré todo lo posible para regresar a casa sana y salva. Y también prometo hacer todo lo posible para alejarla de quien le hace daño en ese lugar. —Fiore sabía que sus palabras, sobre todo esas últimas, no eran garantía de nada, pero por un instante se dejó llevar por la imaginación y esperanza de llegar a ser libre de quien más daño le hacía en la vida.

 —Fiore sabía que sus palabras, sobre todo esas últimas, no eran garantía de nada, pero por un instante se dejó llevar por la imaginación y esperanza de llegar a ser libre de quien más daño le hacía en la vida

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Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora