Guerra

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Las cosas no mejoraron en los dias consecuentes al asesinato. La mayoría de los hombres desconfiaban de sus propios compañeros y el hecho de que no se hubiera encontrado ninguna prueba en el sótano lo hacía todavía peor.

Timoteo continuaba soltando su creencia de que había sido alguien externo a la familia y le exigía a todos los trabajadores que explicaran sus movimientos del día al detalle. Pietro, junto con Nicolao no habían encontrado nada contundente más que aquella navaja que el joven regresó a su dueña y de la que no habló con nadie más. 

Ahora se estaban viendo forzados a dejar de lado el tema debido a que el trabajo continuaba y no podían parar las actividades por mucho tiempo, por lo que un día simplemente, Timoteo continuó con su trabajo con normalidad, por lo que, era la primera mañana en la que Fiore no tenía que encontrarlo en su habitación.

—Luce de mejor humor hoy. —Notó Donna al entrar en la habitación para dejarle su desayuno. Usualmente era trabajo de una de las criadas, pero la joven quería hacerlo esta vez.

—¿Ya se fue mí esposo? —Preguntó desde el baño mientras refrescaba su rostro.

—Hace un par de horas. Se fue junto con Pietro y Nicolao, dijo algo de viajar a Roma. —Respondió la joven dejando la bandeja de comida sobre la mesa del lugar. Fiore salió del baño vistiendo solo un corto camisón que, como toda la ropa que poseía, era comprada por su marido.

—Por fin un poco de libertad en este lugar. —Suspiro la mujer tomando asiento frente a la mesa para comenzar a desayunar—. ¿Ya comiste?

—Si. Contrario a usted, yo llevo despierta un par de horas más. —Señaló colocándose al lado de la mesa.

—¿Por qué lo dices como si yo fuera una floja?

—¿No lo es? —Bromeó la joven mirándola con una sonrisa—. Estoy bromeando, señora.

—Fiore. Te dije que podías decirme Fiore. 

—Cuando estuviéramos solas, pero ahora cualquiera podría escucharnos. —Explicó mirando con disimulo hacia la puerta.

—Tampoco es que quisieras hacerme gritar. —Dijo Fiore de manera ausente mientras comía, Donna sonrió caminando hasta colocarse a su espalda para acercarse hasta su oído.

—Ganas no me faltan. —Musitó causando que la mujer casi escupiera su comida. Mientras Fiore limpiaba su boca, la joven comenzó a reír cubriendo su boca—. Lo siento, pero es que es tan sencillo burlarme.

—Eres una mala persona. —Se quejó la mujer escondiendo una sonrisa—. Aunque a decir verdad, quisiera que estuviéramos a solas. 

Donna sonrió dándole un pequeño beso en su mejilla ya que la mujer continuaba comiendo, en ese momento llamaron a la puerta haciendo que se separaran de manera abrupta. Una criada entró en la habitación con la cabeza gacha.

—Disculpe, señora. —Dijo la chica—. Tiene una visita.

—¿Quién es? —Cuestiono Fiore volviendo a su estoica forma de ser.

—Patrizia Cocci. —Ambas mujeres se miraron entre si al escucharla, ¿qué querría la mujer con ella?

—Llevala a mí oficina. Estaré en un instante. —La Criada se retiró con una pequeña inclinación de cabeza, mientras que Fiore terminó con su comida antes de entrar al vestidor para cambiar su camisón por algo más decente.

Minutos después estaba caminando hacia su oficina con Donna tras ella.

—¿Crees qué haya algún problema? 

—No lo sé, es extraño que ella venga aquí personalmente, así que probablemente sea algo demasiado privado como para enviar a sus hombres. —Respondió la joven abriendo la puerta de la oficina para que Fiore entrará por ella.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora