Ave Enjaulada

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Ambas se separaron como si alguien les hubiera prendido fuego y de inmediato Donna cayó al suelo producto de un fuerte golpe propiciado por Nicolao, quien de inmediato la sujetó con los brazos detrás de su espalda.

—Timoteo. Esto no...

—Ahorrate el discursito, esposa mia. Se lo que vi. —Cortó con una sonrisa antes de mirar al joven—. Llévate a la chica. Tengo que hablar con mí mujer.

Nicolao comenzó a arrastrar a la muchacha al exterior de la habitación a pesar de los intentos de Donna por zafarse e ir tras Fiore, quien seguramente sufriría de consecuencias horribles por lo hecho.

—Maldita sea, Nicolao. Suéltame. —Exclamó la muchacha luchando contra la fuerza del chico, la cual era bastante más que la suya, a pesar de su complexión delgada—. El jefe va a matarla.

—Todo esto es tu culpa. —Explotó el muchacho soltandola contra una de las paredes del largo pasillo—. Solo tenias un maldito trabajo.

—Y la señora nunca ha estado más segura que en toda su vida.

—¡No tenías que acostarte con ella! —Gritó sin importarle si alguien cercano los escuchaba, aunque ambos sabían que aquella zona de la mansión no solía tener mucha actividad hasta bastante tarde—. Mierda. Ahora la señora está en peligro por tu culpa.

—¡Ella siempre ha estado en peligro! Está casada con una bestia. —Exclamó de la misma manera al mismo tiempo que lo golpeaba en el pecho. El miedo que sentía por lo que fuera que estuviera pasando, era abrumador—. Tú sabes mejor que nadie todo lo que ha tenido que soportar. Y eres igual de culpable por no haber hecho nada.

—¡Ella me lo prohibía! Sin importar cuantas veces trate de hacer algo por ella, me detenía.

—Entonces no la quieres tanto como dices. —Aquellas palabras hicieron que el muchacho la golpeara con fuerza, cosa que no la hizo caer y aprovecho también para golpearlo en el rostro haciéndolo sangrar del labio—. Eres un puto cobarde por nunca ayudarla.

Supo que esas palabras calaron en el interior del muchacho al verlo comenzar a derramar unas lágrimas. Necesitaba continuar diciéndole esas verdades si es que quería la ayuda del chico para quitar a Timoteo de encima de Fiore.

—Cuatro años estuviste a su lado y nunca hiciste nada para mitigar su dolor. —Continuó diciendo esperando que cada palabra le ayudará—. ¿Sabes cuantas veces me ha externado su deseo de morir?

—Callate. —Musitó Nicolao sin mirarla.

—Han sido demasiadas y eso solo en los seis meses que llevo aquí. ¿Y qué hiciste para ayudarla? Nada.

—Cierra la maldita boca. —Exclamó el muchacho desenfundando su arma para apuntarle con ella—. Hice todo lo posible por ayudarla.

—No fue suficiente. —Sentenció haciendo lo mismo, así que ahora ambos estaban apuntando el arma el uno al otro—. Debiste ayudarla desde el primer momento.

—Ella me rechazó. —Reveló el chico sin dejar de llorar—. No le importo como me sentía y para ella siempre seré un niño.

—¿Y solo por eso dejaste de cuidarla? La odias tanto por eso que la dejas a su suerte.

—Llevó a su lado cuatro años y nunca nada cambió. Tú solo llevas aquí unos meses. Arruinaste todo.

—¿Qué fue lo que arruine? Hice todo lo que estuvo en mis manos para que olvidara el infierno en el que vive. Cosa que tu jamás hiciste por tu estupido odio debido al rechazo.

—Yo no la odio. —Escupió sin dejar de apuntarle con el arma y con el dedo en el gatillo listo para disparar—. Tu eres la culpable de que esté así.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora