Traición

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—¡Dos hombres muertos en mí puta casa y nadie aquí sabe como ocurrio! —Exclamó Timoteo estrellando uno de sus vasos en el suelo frente a todos sus subordinados. Los había mandado llamar a todos en cuanto se descubrieron los dos cuerpos en el sótano y ahora estaban en la sala de conferencias de la mansión escuchando sobre ello. Fiore junto a Pietro se encontraban detrás del furioso hombre mirando a los trabajadores, tanto integrantes de la familia como criados de la casa.
La mujer trataba de mantener un semblante estoico al escuchar la rabieta de su marido, incluso evitaba mirar a Donna, quien se encontraba tras ella mirando al frente. No podía dejar de pensar en que ella había sido la perpetradora de los asesinatos, confesándolo casi de inmediato y que ahora nada en su rostro o cuerpo parecía mostrar su culpabilidad, no esperaba que estuviera arrepentida, pero al menos había esperado una explicación sobre la razón de hacerlo. No hubo nada de eso.
—¿Nadie tiene nada que decir? —Continuó despotricando—. Hay un maldito traidor entre nosotros y ustedes actúan como si no fuera la gran cosa.
—Con todo respeto, señor. —Comenzó a hablar uno de los integrantes más antiguos de la familia—. ¿No le parece que tratar de culparnos es demasiado? Alguien externo pudo haber entrado y hecho el trabajo.
—El problema termina siendo el mismo. —Habló otro de los más antiguos integrantes de la familia y padre de uno de los asesinados—. Alguien pudo entrar y nadie se dio cuenta.
—No dejaré que estos asesinatos queden impunes. —Volvió a exclamar Timoteo paseando su mirada por todos los presentes—. Los investigaré a cada uno de ustedes y haré que se arrepientan de no haberlo confesado al principio.
Con esa amenaza dio por terminado el asunto volviendo todos a sus actividades, con excepción del padre del muerto y otro joven que tampoco se movía de su lugar. Fiore no entendía porque no se iban hasta que Timoteo la tomó del brazo para acercarse a ellos.
—En verdad lamentamos su pérdida y puedo jurarles por el honor de la familia que encontraremos a quien lo hizo. —Dijo cuando llegó a su lado.
—Gracias, señor D’agnolo. Mí esposa ha estado desconsolada desde esta mañana y si bien eso no nos devolverá a mí muchacho, al menos tendremos algo de paz. —Soltó el hombre mayor con una pequeña inclinación de cabeza.
El jefe compartió algunas palabras más antes de que también regresaran a sus labores quedando en aquella sala solo los tres principales junto con sus guardaespaldas.
—Esto es un desastre. —Admitió Timoteo masajeando el puente de su nariz—. Nicolao, ¿lograste averiguar alguna otra cosa?
—Nada nuevo, señor. Quien sea que lo hizo, no dejó nada atrás. —Respondió el joven.
—¿Cómo saber que no se mataron entre ellos? —Cuestiono Fiore—. Puede que hayan peleado y las cosas tuvieron un resultado desagradable.
—Eso no pudo pasar. Ambos presentaban heridas imposibles de causar estando frente a frente, como si estuvieran peleando. —Explicó el chico, quien era el más experimentado en ese tipo de problemáticas—. Además, que los dos presentaban puñaladas en la espalda.
—Quien lo hizo no pudo salir ileso. —Añadió Pietro—. Los dos eran de nuestros mejores hombres, debieron notar algo extraño casi de inmediato.
Todos parecían estar tensos por aquella situación, después de todo nada parecido había ocurrido en la mansión desde la fundación de la misma. Donna se miraba tan imperturbable, mentiras que Fiore parecía estar a punto de estallar por tantos nervios. Ella sabía la verdad, así como también sabía que nunca se lo diría a su marido. Ahora solo podía pedir al creador entereza para continuar con el secreto.
—Donna. Tu estuviste ahí ayer. —Comenzó Timoteo causando que todos los presentes la miraran. Si estaba nerviosa o asustada, no lo mostraba—. ¿Notaste algo fuera de lo común?
—No, señor. —Respondió con su tono de voz normal, como si toda aquella situación le aburriera—. Cuando bajé solo parecían estar teniendo un desacuerdo sin importancia. Cumpli con mí castigo y regrese, de hecho tengo las marcas del castigo por si desea corroborar mí versión.
—No es necesario. Confío en tu palabra. —Detuvo el hombre antes de volver a mirar a su segundo al mando—. Quiero que vuelvan a revisar cada rincón de ese sótano, no me interesa si deben moverlo todo y les lleva horas. Quiero encontrar a quien lo hizo.
—Considéralo hecho, señor.
—Y tu, Nicolao. Ve con él, no es que desconfie de tus palabras, pero puede ser que algo se te haya escapado y con su ayuda podrían encontrarlo.
Los dos hombres salieron de la sala con prisa, mientras que el jefe decanto por quedarse atrás y hablar con su esposa.
—Todo esto es demasiado extraño.
—En caso de que haya sido alguien del exterior, ¿Crees que los Andie tengan algo que ver con todo esto? —Cuestiono Fiore decidia a mantener las sospechas lejos de la casa y de su guardaespaldas.
—Es posible, pero hasta no poder confirmarlo, no quiero apuntar mí dedo hacia alguien en específico. —Respondió tomándola por los hombros para mirarla—. Debes cuidarte en caso de que este haya sido un trabajo interno y ellos solo una prueba de que puede matar impunemente.
—Digo lo mismo de ti. Por fortuna, yo tengo a la mejor guardaespaldas que hayas podido conseguir. —Dijo temiendo que su esposo pudiera ver la verdad en sus ojos, pero este solo sonrió sin alguna segunda intención.
—Tengo buen ojo para eso, ¿no? En fin, debo volver al trabajo y estoy seguro que tu tienes algunas cosas de las que encargarte.
Timoteo salió de la sala sin darles una segunda mirada. Apenas la puerta se cerró tras él, Fiore se giró para mirara a Donna, quien había permanecido en silencio todo ese tiempo, pero sin quitarle un ojo de encima.
—Es bueno que no tenga que preocuparme por ese asesino, ¿verdad? —Musitó cruzándose de brazos.
—Agradezco que no me haya delatado. —Dijo la joven bajando la mirada—. Incluso si no sabe la historia completa.
—No me la dirás. —No preguntó porque ya sabía la respuesta y sin importar cuantas veces se lo pidió la noche anterior, sus labios no soltaron una sola palabra.
—Es por su propio bien, solo espero que confíe en mí.
—¿Por qué debería hacerlo? Me has mentido antes.
—También le prometí que nunca lo volvería a hacer.
—Lo estás haciendo ahora. —Soltó casi perdiendo la paciencia. Donna la miro tomándola del rostro con delicadeza para besarla—. Esto no es justo.
—Lo sé. Espero me perdone. —Musitó antes de volver a besarla. Sin importar cuantas veces la chica hiciera eso, Fiore siempre lo sentía como el primero y recibía gustosa cada uno de ellos.
—Mas te vale que no te atrapen. —Amenazó contra sus labios—. Si lo hacen…
—No van a atraparme. Se lo prometo.
Ese día las cosas estuvieron bastante tensas en la mansión, Fiore y Donna pasearon por los jardines y dicho ambiente se replicaba en cada rincón de la propiedad. Hombres que siempre estaban bromeando y jugando entre ellos, ahora estaban musitando como si temieran ser escuchados y miraban a todo ajeno a su grupo de amigos con sospecha. Era peligroso tener a tantos hombres armados con aquel asunto sin resolver, cualquier palabra o hecho podría hacerlos comenzar un tiroteo con la intención de encontrar al perpetrador.
La noche cayó sin que hubiera algún avance por lo que varios eligieron irse a sus propiedades privadas en lugar de quedarse en la mansión con un posible asesino. Donna acompaño a Fiore hasta su habitación y solo cuando estuvo segura que había entrado, tomó rumbo hacia sus habitaciones, las cuales se encontraban en el primer piso. No eran muy grandes, pero comparados con otros lugares en los que había dormido desde que comenzó la búsqueda de su hermano, era una mejora.
Tenía el tamaño perfecto para una cama doble, un pequeño escritorio con una laptop sobre ella, un baño con ducha y un micro armario constituían su “vivienda”. Pensaba en dormir a pierna vuelta cuando se percató que su habitación estaba siendo invadida por alguien no muy extraño.
—Esto es una sorpresa. —Dijo recargándose en el marco de la puerta—. No recuerdo haberte invitado a mí habitación todavía.
—Y no lo harás. Solo quiero hablar contigo sobre un asunto que necesita tu atención. —Dijo Nicolao levantándose de la cama caminando hacia ella.
—No se que puedas tener que merezca mí atención. —Rechazó la joven cerrando la puerta tras ella y dejándolos completamente solos.
—No es nada importante, solo está baratija. —Respondió el chico sacando de su bolsillo una pequeña y maltrecha navaja que lucía bastante vieja. Al verla, Donna palideció, creyó haberla perdido, pero ahí estaba y en manos de la peor persona posible—. Estaba abandonada y con curiosas manchas de sangre por toda la hoja.
—¿Crees qué eso es lo que mató a esos hombres? —Dijo la joven convencida de continuar con su acto de inocencia—. ¿Por qué no se lo llevas al jefe?
—¿Quieres qué lo haga? —Preguntó jugando con la navaja entre sus manos.
—No se porque me preguntas esto.
—Dejemos de fingir. Esto es tuyo. —Declaró paseando la navaja por delante de Donna antes de clavarla en el escritorio al lado de la puerta—. Te vi con ella el primer día que llegaste aquí y cuando trataste de ayudar a la señora logré verla otro poco.
—Si ya sabes que es mía, ¿por qué vienes aquí? —Cuestiono sin entender la razón de su presencia. Sería demasiado sencillo ir con el jefe y arruinar su plan con solo una par de palabras, en cambio, el muchacho había ido con ella primero, lo que podría resultar en que necesitaba un favor y su silencio costaría demasiado.
—Lo que sea que estes haciendo, podría lastimar a mí señora y no quiero que eso ocurra.
—Jamás haría algo que la pusiera en peligro. —Gruñó Donna llevando sus manos a la navaja.
—Entonces tú y yo buscamos lo mismo. —Concluyó el chico encogiéndose de hombros y paseando por la habitación—. ¿Por qué los mataste?
—¿Confiarías en mí si te lo dijera? Lo hice para proteger a la señora Fiore. —Respondió Donna mirando cómo el muchacho daba vueltas por sus alrededores, parecía estar sopesando si ir con la noticia a su jefe o cumplir con su promesa—. Sabes muy bien que ella corre peligro cada día que pasa aquí. Si no es el sádico del jefe, será uno de los muchos enfermos de este lugar. Yo solo quiero que esté a salvo.
—Si se enteran que tu lo hiciste, resultara peor.
—No van a enterarse. ¿Acaso tú dirás algo?
El chico la miró por demasiado tiempo en silencio, para después apartarla de la entrada y poner su mano sobre la manija de la puerta.
—Si haces algo que termine lastimando a mí señora. —Comenzó regresándole la mirada—. No me importará jamás haber matado a alguien y tú serás la primera.
Dicho eso salió de la habitación dejando todo en silencio. Donna apretó la mano que sostenia la navaja hasta que sus nudillos se volvieron blancos. No podía perdonarse por aquel descuido que en cualquier otra persona pudieron condenarla, por fortuna  o desgracia, ahora Nicolao sabía o al menos sospechaba sus razones. Solo esperaba que de verdad su lealtad este con Fiore y no con Timoteo D’agnolo.
Miro la navaja con la que había cortado el cuello del primer chico, nunca mató de esa manera con anterioridad y le asustaba lo sencillo que había sido, pero también entendía que para lograr lo propuesto debia hacer hasta lo impensable.
—Tengo que volver a bajar. —Musitó saliendo de su habitación mientras guardaba aquella navaja en su bolsillo trasero—. Debo asegurarme que nada más haya quedado atrás. 
Consciente de que eso era una pésima idea y que sería una de las primeras sospechosas si la atrapaban, Donna regresó sobre sus pasos para dirigirse al sótano, el cual, podría estar vacío debido a la hora que era, al menos eso esperaba.
La mayoría de trabajadores ya estaban en sus habitación y los que no, comenzaban a retirarse, ya fuera a sus propias viviendas o a sus puestos de trabajo, por lo que nadie la vio caminar hacia allá.
El lugar estaba vacío y con las cosas en su lugar, las manchas de sangre ya estaban limpias, pero ni así se podía eliminar el olor a podredumbre tan clásico de ahí. Regreso sus pasos recordando todo lo acontecido con aquellos dos hombres y el cómo decidió terminar con sus vidas. Revisó cada rincón más de dos veces hasta convencerse que sólo la navaja se había quedado atrás y que nada ahí estaba fuera de lugar excepto los prisioneros con los que jugaban.
—Parece que todo está bien. En tanto Nicolao no diga nada, todo estará bien.

 En tanto Nicolao no diga nada, todo estará bien

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Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora