La Otra Cara de la Moneda

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El chico pelirrojo caminó hacia su cuarto en la completa y acogedora oscuridad que la institución podía brindarle. Para poder llegar a su alcoba, debía pasar cada una de las secciones; desde la brillante sala dorada de los héroes, la nostálgica área de aliados, hasta los elegantes pasillos dedicados a las princesas; solo pasando eso pudo llegar a la parte más apagada de toda la institución. Con apenas unas antorchas iluminando débilmente los oscuros pasillos tapizados por ladrillos negros, el joven podía moverse con total seguridad.

Lo primero que hizo fue asomarse a uno de los cuartos, notó a un montón de niños durmiendo con tranquilidad y esbozó una sonrisa. Cerró la puerta procurando hacer el menor ruido posible y se dio la vuelta para entrar al suyo.

Apenas miró el interior soltó un pesado suspiro y se dejó caer sobre la enorme cama redonda situada en medio de la habitación.

Ese fue el primer momento en que pudo sentir su corazón latiendo a un ritmo acelerado; las imágenes de la noche lo atacaban como rápidas flechas clavándose en cada parte de su cuerpo. Dolían, pero por alguna extraña razón lo gozaba como un extraño masoquismo. Sin embargo, hubo un rostro que lo hizo volver a la realidad de golpe; el de Luigi.

–¿Qué mierda hice?– soltó de repente.

Se incorporó y se miró al espejo. Entonces se quitó la corona y su cuerpo regresó a su forma original. A la del rey de los koopas.

–¿Qué mierda hice?– gruñó esta vez –¿Qué carajos pasa contigo?– le habló a su reflejo –No tenías por qué entrometerte, ahora estamos en problemas– sentía una severa ansiedad subiendo por sus manos –Por otro lado, es el hermano del protagonista, si algo malo le pasaba hubiera sido peor ¿Cierto? Pero eso no es excusa para haberle pedido su número– tartamudeó –Aunque se veía muy lindo– se lo pensó un rato –¡No! Bowser, concéntrate. Eres un villano, debes actuar como uno, no puedes afectar tu futuro ni el de tus hermanos ¡UGH! ¿¡Por qué de todas las personas que podía encontrarme en ese bar debía ser ese maldito cobarde!? Todo es culpa de Daisy ¡Pero claro que es culpa de esa niña! Siempre está haciendo lo que quiere. Si tan solo pudiera... No, nada de eso. Bowser, que seas un villano no significa que seas mala persona. Eres un rey, debes ser seguro e intimidante, pero al mismo tiempo político y responsable– suspiro –Odio esto– alzó los ojos al cielo.

Volvió a dejarse caer sobre la cama y miró el techo. Este estaba lleno de estrellas que brillaban en la oscuridad; de alguna manera, siempre lo hacían sentir tranquilo.

Su celular vibró, al revisar el mensaje, se dio cuenta que era la foto que por alguna razón que aún no entendía le había pedido. Sin darse cuenta, sus mejillas se tornaron coloradas y su cola se movía ligeramente de un lado a otro.

Al final, por más que intentó evitarlo, durmió con una sonrisa.

Cuando despertó, al día siguiente, se apresuró a hacerles de desayunar a los koopalings. Ya que, a pesar de todos tener acceso al comedor general, los villanos nunca solían tener un buen trato, ni siquiera por el personal.

–¿Tuviste una buena noche, Bowser?– preguntó Wendy Koopa, la única chica del grupo, en tono burlón.

–¿Perdón?– la miró de reojo.

–Te ves de buen humor– respondió Larry.

–Incluso la comida huele mejor que otras veces– agregó Morton.

–Solo coman ¿Quieren?– puso un montón de hot cakes sobre la mesa.

–¿Conociste a alguien?– preguntó Lemmy.

–Ya paren con esto ¿Quieren?– gruñó Ludwig, el mayor de los hermanos menores –Aunque lo hubiera hecho, somos villanos ¿Recuerdan? Por más que Bowser use la corona, no puede vivir con ella por siempre.

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