Capítulo 22

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"Niños, bajad la voz" Lo dice susurrando, pero eso basta para que sus hijos se tapen las pequeñas boquitas con una mano y sigan dibujando su propio regalo para Louis.

Hoy es su cumpleaños y los tres están en la amplia cocina de su casa, preparándose para lo que promete ser un día increíble.

Harry puede jurar que nunca se ha levantado tan emocionado a las siete de la mañana, pero algo mucho más sorprendente es que sus niños lo hayan hecho primero, esperando pacientemente en el salón a que su padre lograra salir de la cama sin que Louis se despertarse.

Justamente esa mañana, Louis se había quedado enganchado de una manera poco ortodoxa en sus piernas y abrazando su pecho como si su vida dependiese de ello. Normalmente estaría encantado con esa imagen y la necesidad de Louis de fundirse con él, pero en ese momento rezaba para que en un movimiento el dulce hombre lo soltara para no tener que moverlo él mismo.

Con sudor y casi lágrimas, Harry logró salir, poniendo rápidamente un almohada, con el olor de su champú impregnado, que Louis aceptó al instante casi ronroneando. Por poco lo despierta para besarle todo su cuerpo y provocarle más sonidos como ese. Menos mal que pensó con la cabeza de arriba en ese momento.

Ahora se encuentra cocinando un riquísimo desayuno, compuesto por una macedonia de fresas, kiwi y melocotón bañada en chocolate; unos cruasanes de jamón cocido, queso, lechuga y tomate, junto con un revuelto de huevos y bacon con una taza de té para darle el toque inglés que tanto caracteriza a su pequeño novio.

Está seguro que no se comerá ni una cuarta parte, porque preferirá contentar a los niños probando las desestructuradas galletas con chispas de chocolate que Alex y Valeria insistieron en prepararle.

Son esas pequeñas cosas las que le hacen suspirar mientras termina de decorar la bandeja con pétalos y lo coloca todo de la manera más armoniosa posible.

Se ha pasado toda la mañana trabajando para darle lo mejor a su ángel, y cada recuerdo juntos le hacía fruncir el ceño al pensar en que haga lo que haga, nunca será suficiente para lo que verdaderamente merece el castaño.

"Papá" Valeria susurra y se acerca para enseñarle el dibujo que ha hecho para Louis "¿Crees que le va a gustar?" Harry se agacha a su altura y mira el papel, sintiendo lágrimas creándose en sus ojos ante la dulce pintura.

Es exactamente igual a aquella que le enseñó el primer día que vio a Louis en su oficina, quizás sus dotes artísticas han mejorado y tiene más corazones que entonces, pero lo más bonito es que ya no pone simplemente "Louis" debajo de su dibujo, sino que un adorable "Papi" complementa al "Papá" debajo de su retrato.

Es lo más bonito que ha visto en su vida.

"Amor..." Harry abraza a su niña y le besa la mejilla fuertemente "Le va a encantar, no sabes cuánto" Valeria sonríe feliz, ajena a las emociones que le invaden "Alex, ¿quieres enseñarme el tuyo?" Alex le mira con la lengua fuera por la concentración y niega con la cabeza.

"No. Quiero que Louis primero, quiero explicar" Harry sonríe asintiendo y se levanta para coger su móvil y ver la hora, abriendo los ojos al ver lo tarde que se ha hecho.

Las nueve y cuarto no es una hora para levantarse un sábado, pero Louis madruga aun sin quererlo, tiene algo así como una alarma instalada en su cuerpo que sospecha estará a punto de sonar. Más aun cuando note que la almohada es mas blanda que sus abdominales.

"Bebés, vamos. Tenemos que subir a despertar a Lou" Los niños se emocionan y cogen sus respectivos dibujos mientras él hace lo propio con la bandeja llena de comida.

Suben las escaleras con cuidado, agradeciendo que el mármol del que están hechas hacen que apenas se sientan sus pasos cuando se acercan a la amplia habitación. Es Valeria quién abre la puerta con delicadeza y avanza la primera hasta asomarse a la cama matrimonial, demasiado alta para que los hermanos puedan asomar poco más que los ojos.

Little work || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora