Lo dijo en un modo tan normal que le creí, expresándose sueltamente y admitiendo que no era una gran cosa, es lo más natural y que nos sucede a todos los seres humanos.
— No sólo volvió en busca de “Ayuda”, sino que tomó tanta confianza conmigo que incluso me pedía consejos de cómo hacerlo con las chicas, me contaba sobre sus experiencias y me decía con quien había estado la última vez. También me agradeció por ser una madre tan comprensiva y cariñosa me dijo que le había cambiado su vida que otros chicos tiene terror a sus padres y no pueden conversar nada con ellos.
— ¿Y que te ha sucedido con Javier él también viene a pedirte tú “Ayuda”?
— ¡No! Pienso que él se enteró por su hermano.
— ¿Cómo? ¿Manuel llevó a su hermano pequeño para que le ayudaras?
— ¡No! Fue diferente fue tan tierno con su carita de niño bueno vino con una tímida sonrisa en sus labios y esa vocecita de niño y me dijo que él quería ser cómo su hermano Manuel, qué quería las mismas cosas su carita estaba roja cómo un tomate y casi tartamudeaba.
— ¿Y tú qué hiciste? ¿Qué le contestaste?
Mi vagina se había convertido en una cascada de tantos fluidos que salían, traté de ocultar la mancha que se estaba formando en mi pantalón, pero ella me miró y continuó contándome.
— Le pregunté si él sabía lo que me estaba pidiendo. Me dijo que no, pero sólo movió su cabeza, ya no le salían más palabras le sonreí besé su mejilla, le tomé la mano y lo llevé a su cama luego le bajé sus shorts y comencé a acariciar su masculinidad.
— ¡Pero Manuela! ¡También con tu hijo chico!
— Lucía son mis niños me pertenecen y estoy feliz de que se sientan cómodos viniendo a mi por algo tan hermoso y privado.
— ¿Y paso algo más con ellos?
No me respondió con palabras, solo se acercó a mi mientras asentía con su cabeza, me besó suavemente en los labios y luego susurro a mi oído.
— ¡Tu mancha, querida ahora se comienza a notar mucho más!