Miré hacia mi ingle y efectivamente había una llamativa mancha de cálida humedad, me había empapado la braga y mis pantalones, quise cubrirme con cierta vergüenza, ella me miró con desconcierto, levantó ambos brazos al cielo.
— ¡Lucía, por favor! ¡Una adolescente podría comportarse así, pero tú no! ¡Sabes que no es la primera vez que te veo excitada!
— ¡Pero Manuela me siento tan tan!
— ¡Por favor, Lucía! ¡Te has calentado, es una cosa natural! ¡De seguro has pensado en tú hijo! ¿Verdad? ¿Quieres que te “Ayude” también a ti?
Manuela me miraba con ojos expectantes y brillantes, yo ya conocía esa mirada suya.
— ¡Oh, tengo que irme!
— ¿Estás segura? ¡Deberías irte a casa a cambiarte! ¡De todos modos huelo tu olor y es un aroma maravilloso!
Me levanté y Manuela también lo hizo al mismo tiempo, quedamos de frente y ella se acerco a mi para besarme, un beso suave que inmediatamente se transmitió en un intercambio de saliva muy sabroso.
Su mano se posó en mi nunca y me retuvo para meter su lengua suave en mi boca, entonces supe que no me iría a casa.
Sus esponjosos pechos presionaron los míos y me hicieron emitir un gemido audible.
Su mirada clara derrochaba pasión y yo me entregué a esos ojos adictivos que me recorrían por entero, en segundos abrió mi blusa y aflojó mi sostén, mis senos se derramaron mostrando mis pezones enormemente erectos.
Sé inclinó a chupar mis pezones mientras luchaba por abrir el cierre de mis pantalones, sus dedos magistralmente desabotonaron mis pantalones y bajaron la cremallera, sentí la punta de sus dedos metiéndose entremedio de mi braga.
— Me encanta tu olor siempre hueles rico a sexo a tus fluidos.
No dije nada, sólo me dejaba acariciar por su mano y dedos que exploraban cada centímetro de mí, no sé cómo ella se había desvestido casi por completo, más de una vez nos habíamos juntado, con ella aprendí lo bello que es estar con otra mujer.
— ¡No es de extrañar que tu hijo te deseé sólo mírate!