XV

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Francisco llego por detrás y me dejó un beso en la mejilla, yo estiré instintivamente mi mano hacia atrás y acaricié su mejilla, él tomó mi mano y la olió.

Francisco llego por detrás y me dejó un beso en la mejilla, yo estiré instintivamente mi mano hacia atrás y acaricié su mejilla, él tomó mi mano y la olió

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— ¿Qué? 

— Tú mano tiene un rico olor ¿Has comprado algún jabón nuevo? 

Me ruboricé cómo una colegiala, con ésa mano me había estado tocando hace pocos minutos antes, me quedé en silencio e hice que se acomodará, le serví su desayuno y nos servimos los cereales y la fruta que había sobre la mesa, conversamos de cosas intrascendentes y note que no despegaba sus ojos de mis senos.

La jornada transcurrió sin sobresaltos, sólo que durante el día mis dedos hicieron de las suyas penetrando la delicada región de mí vulva y me procuraron el placer de varios orgasmo, calmando mis ansias e indecorosos deseos. 

  Llegando la noche, me fui a la cama con un pijama fresca y limpia al poco rato me retire él pantalón y me abrí la blusa, comencé a pensar en Manuela y sus hijos, no lograba conciliar sueño, pero me negué a tomar una pastilla, sentía mi piel desnuda en las sábanas, me puse mi mascara de noche y me acomodé en el silencio de la noche.

Así cómo pasaban las horas, mi mente se mantenía alerta y excitada, no lograba dormirme, en ése silencio, pude sentir algunos movimientos de ligeros y agiles pasos, quise quitarme la mascara y sentarme en la cama, pero fingí dormir, estaba nerviosa y aterrorizada, pensé que bien podía ser un desconocido que se había infiltrado en mi habitación, podría eventualmente hasta asesinarme.

Escuché el sonido de una respiración junto a mi cama, mi corazón latía a mil, me obligué a permanecer quieta y parecer dormida, la respiración se hizo errática y afanosa, parecía cómo si estuviera masturbándose, a continuación, sentí una ráfaga de aire fresco cuándo las sábanas y el edredón fueron retirados de mi cuerpo, quien quiera que estaba sobre mi cama, ahora tenía una vista clara de mis senos desnudos, mi hijo me había visto tantas veces que no pensé fuese él. 

 Me ilusionaba con el espíritu de mi Joaquín, lo deseaba a él, lo había soñado tantas veces que me concentré en ése pensamiento y poco a poco me fui tranquilizando.

La Sumisa De Mi Hijo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora