VIII

83 11 0
                                    

Me causo un poco de desasosiego la situación, pero extrañamente me excitaba, no sé si Manuela se dio cuenta, pero mi braga se estaban humedeciendo, escuchando su confesión, pero lo que vino después me dejo literalmente sin palabras y cambió mi modo al verla.

— Cómo él seguía excitado y con su erección, le quité la parte superior de su pijama y quedamos los dos completamente desnudo. Luego lo hice recostarse y tomé su erección con mi mano derecha y acaricié su pene duro y caliente, delicadamente aterciopelado no encuentro palabras para describirte lo maravilloso que se sentía su pene en mi mano  me pareció de una dulzura única que él se quedara cómodamente recostado y me dejara hacerle éso. Pero al pobre probablemente jamás nadie lo había tocado  se corrió con suaves quejidos pegandose hacía adelante  inmediatamente yo también me corrí mordiéndome los labios para no gritar y asustarlo .

— ¡Dios mío, te corriste junto a tú hijo!

— ¡Sí, jamás lo negaría y fue sensacional!  ¡Sé que puedes pensar que está mal, horrendo, pervertido y pecaminoso pero prefiero que lo haga conmigo y no con una desconocida arriesgando de contraer quizás que cosa  ¿O, a ti te gustaría que tú Panchito lo hiciese con una puta callejera o una chica promiscua que podría tener solo Dios sabe qué?

— ¡No lo sé!  ¡Por supuesto que una tiene que proteger a su hijo!

— ¡Los chicos a esa edad enloquecen con las hormonas y lo harán de todos modos!  ¡Si todo va bien terminan dejando embarazada a otra pergenia con hormonas enloquecidas o con una enfermedad de transmisión sexual!

— ¿Y, y qué  hiciste después?

Me resultaba hasta difícil para hablar, me la imaginaba a ella y a su hijo teniendo un orgasmo espontáneo y esto más me excitaba.

— Pues lo que hace toda buena madre,me fui al baño, humedecí una toallita con agua tibia y volví a la habitación de él para limpiarlo,le dejé su pene limpiecito y con aroma a jabón  no me pareció nada del otro mundo,cuándo más pequeño había limpiado sus vómitos, sus cacas, su orina y todos sus fluidos corporales  ¿Por qué no esto? ¡Soy su madre!

— ¡Pero Manuela!  ¡Te confieso que me has sorprendido y no sé que pensar!

— ¡Y después que terminamos, le dije que en cualquier momento tuviera necesidad y deseos de hacerlo, podía venir a pedírmelo y yo estaría más que feliz de poder ayudarlo!

— ¡Uy!  ¡Por Dios, Manuela!  ¿Y alguna vez volvió te pidió que lo ayudaras?

— ¡Oh!  ¡Pero por supuesto todo el tiempo!

La Sumisa De Mi Hijo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora