Me comencé a vestir y me fuí a casa, cenamos algo ligero con mi hijo y luego nos preparamos para irnos a la cama, había un extraño silencio entre nosotros.
En mi mente las palabras de Manuela resonaban una y otra vez, no quería que mi hijo se alejara de mí, ya había perdido a su padre, no me podía permitir de perderlo a él, mientras limpiaba la mesa y lavaba la vajilla, me armé de coraje y me fui a la habitación de mi hijo.
— Hijo, necesito hablar contigo.
— Sí, imaginé que lo harías.
Me sorprendió su respuesta y por un momento me hizo titubear.
— ¿Cómo?
— Sé trata de lo que pasó ¿Verdad?
—Bueno, sí.
— No te preocupes, mamá … yo ya lo sabía.
Su respuesta me volvió a confundir y a sorprender, lo quedé mirando un poco perpleja, se veía que estábamos desconectados, no estábamos hablando de lo mismo.
—Espera … ¿De qué estamos hablando?
— De tú amiga Manuela y tú.
— ¡Qué! … ¿Qué sabes de éso?
— Mami,todo el mundo sabe que tú y ella son más que amigas.
Debe haberse dado cuenta de la expresión de sorpresa en mi rostro, inmediatamente agregó.
— Todos saben que tú y ella son mujeres calientes! … Son las mamás más caliente de la historia universal.
No pude evitar de sonreírme ante su comentario, también me sentí excitada y halagada por mi hijo.
— Hijo, soy tú madre … No deberías decir ese tipo de cosas a tú madre.
— ¿Qué? … ¿Qué eres caliente?
Francisco sonreía confiado y no cesaba de fijar sus ojos brillantes en mis senos y piernas.