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          Para una persona que intentaba mantener sus días bajo la misma rutina, esa que solo era interrumpida por las veces en las que su impulso fue mayor y se dejó llevar por la tentación que suponía Kim Donghyuk, convivir con otro tipo de ambiente fue un golpe de aire fresco. 

          Kim Hanbin era un chico agradable, lleno de ingenuidad y mucha vibra juvenil que haría pensar a cualquiera que no pasaba de los 18 años, pero verlo con su pequeña hermana, la protección y las peleas tontas sobre quien come primero una cucharada de helado o quién se queda con el caballito negro en la rueda de atracción, eso era algo que Yunhyeong necesitaba.

           La razón era que no recordaba tener algo como eso después de mudarse, pero en su infancia Donghyuk siempre estuvo ahí muy a pesar de que ellos no peleaban y todo se basaba en el menor siguiendo cada idea del pelinegro que cualquier niño de sus edades consideraría aburrida -porque ver discovery channel no era divertido a sus diez años- y en esos recuerdos que ahora solo él tenía. 

          Pero más allá de eso, estaba el hecho de que Hanbin se esforzaba mucho para involucrarlo y lo hacía sentir bien, era atento, lo hacía reír y aunque no dejaba de decir lo mucho que le gustaba verlo sonreír, el simple halago ya era cómodo a sus oídos y sus mejillas reaccionaban a eso.



Hanbin terminó de insertar el cinturón de seguridad sobre el torso de la niña y le colocó su casco. Era la última atracción de la tarde-noche y estaban por marcharse. —No saques las manos, sostén el volante y no pelees con los niños. 

—¡Si, si, Kim Hanbin! —Respondió ella aferrándose con fuerza del volante amarillo y con la mirada fija sobre la vía de colores frente a ella. Los carritos arrolladores eran la única atracción disponible por el momento y la pequeña estaba lista para jugar con los cuatro niños en la pista.

—¡Si, si, Kim Hanbyul! —Le respondió con una sonrisa e hizo un puño con la mano para animarlo. —Estaré con Yunhyeong esperándote.

Yunhyeong esperaba al muchacho sentado en una de las bancas fuera de la pista, en su mano envolvía una lata de agua de sabor con una pajita y dejó de beber cuando el otro se acercó. —Es una niña adorable, no se parece en nada a ti.

—¡Puedo ser muy tierno! —Respondió antes de llegar colocándose los índices sobre ambas mejillas mientras sonreía. —¿Lo ves?

—No, no puedes. —Dijo entre risas que fueron contagiadas a su acompañante, quien pronto se sentó a su lado. Yunhyeong lo miró de reojo frunciendo los labios. —Así que... ¿esto haces en tus días libres?

—Una vez por semana, intento compartir con ella lo que puedo. —Sus ojos se encontraron con los del mayor, sabiendo que quizás debía explicar un poco más. —Padres divorciados, hermanos separados.

—Lo lamento tanto. —Yunhyeong hizo una mueca y por un momento pensó en dejar su mano sobre el hombro del otro como forma de consuelo, pero se detuvo. —Pero si me lo preguntas, ella te adora y es obvio que la adoras a ella.

—Daría mi vida por esa niña escandalosa. —Confesó, por primera vez en un tono de voz más tranquilo del que regularmente usaba. —Cuando no cuido a una niña, trabajo medio tiempo en la estación de servicio.

—Yo también trabajo, así que entiendo lo difícil de los trabajos de medio tiempo, vengo de una mañana bastante pesada y llena de muchas bebidas de café. 

—Algún día visitaré tu trabajo y pediré comer contigo. —Le advirtió alzando un dedo como haciéndose el decidido y realmente lo estaba. —No podrás negarte.

Paper Rings | YunDongWhere stories live. Discover now