OMEGA // Larry Stylinson

9. Manada Del Oeste

El tercer día dentro de su RD había llegado, por el momento, Harry agradecía que no hubiera una desafortunada interrupción como la de aquella vez que lo regresó a su RA.

El día recién comenzaba y los futuros cazadores ya se encontraban en su zona de entrenamiento perfectamente formados a la espera de una orden.

-El día de hoy - comenzó Jason - después de los habituales estiramientos, haremos algo nuevo, comenzarán a entrenar el olfato con un ejercicio que más adelante explicaré, mientras tanto, adelante con el estiramiento.

Todos obedecieron, cada uno ya había establecido sus propios estiramientos, creando una rutina personal. Quince minutos bastaron para que la primera parte de la clase del día terminara. Todos terminaron con estiramientos de cuello y regresaron a su posición firme.

-Hace una hora, me adentré al bosque y escondí, en algún lugar, un objeto impregnado con el aroma de El Alfa. Su deber es encontrarla, todos conocen el olor de nuestro Alfa, así que obliguen a su sentido del olfato a agudizarse para hallar el objeto y regresar aquí. No quiero equipos - los miraba seriamente - ¿Qué esperan? Empiecen.

Pronto todos empezaron a movilizarse. Harry observó el momento exacto en que algunos se desvestían para transformarse, mientras que otros decidieron buscar a pie. Le fue fácil reconocer al lobo café que corría al interior del bosque, era Louis.

Cuando se percató de que él era uno de los últimos en correr, rápidamente puso sus pies en movimiento y, al igual que los demás, entró a las profundidades del bosque.

Entre más se alejaba de la zona de entrenamiento, más disminuía la velocidad hasta el punto de empezar a caminar. Olfateaba el aire a su alrededor, hasta que de repente soltó una risa floja.

- ¿Qué estoy haciendo? - negó divertido con la cabeza - Ni siquiera conozco el olor de El Alfa.

Y era cierto, desde que había logrado llegar a su RD, no había tenido la oportunidad de conocerlo, por lo tanto, no tenía ni una mínima idea de cuál sería su olor.

-Esto es ridículo - dijo mientras se agachaba para no golpearse con las ramas de un árbol.

Siguió caminando un par de metros más, no se había topado con nadie más, así que suponía que había tomado el camino incorrecto.

Frenó en seco cuando escuchó a su izquierda un montón de ramas siendo pisadas, su corazón se aceleró en señal de miedo, pero eso no le impidió voltear instintivamente al lugar de donde provino el ruido. Esperó encontrarse con alguno de sus amigos tratando de asustarlo o un animal salvaje asechándolo, sin embargo, su mirada chocó con un par de pequeños pájaros azules que silbaron en su dirección. Suspiró aliviado.

-Ustedes dos casi hacen que me dé un infarto - rio levemente mientras los señalaba.

Las aves se miraron entre sí y regresaron su vista a él, volvieron a silbar antes de emprender su vuelo y alejarse del rizado, quien sonrió al verlos alejarse y decidió que continuaría su búsqueda. Giró nuevamente hacia el frente y se sobresaltó en cuanto vio a una mujer frente a él.

La desconocida lo miraba completamente seria, pero en sus ojos se podía ver algo parecido a la curiosidad. Harry dio un paso atrás, asustado.

-¿Qué eres? - habló la mujer.

Su voz era suave, pero hacía que sus palabras sonaran demandantes, así como su físico, era una mujer delgada que parecía tan delicada que en cualquier momento podría quebrarse si no le dabas el trato adecuado, pero su postura mostraba autoridad y superioridad, demostraba ser alguien de temer.

-¿Quién eres? - lanzó una nueva pregunta.

El rizado no encontraba su voz para hablar, ni siquiera lograba calmar su corazón.