Extra

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El invierno siempre ha sido mi estación favorita sin importar en que lugar me encuentre. Es un ambiente de tranquilidad y por el cual te puedes excusar de pasar todo el día debajo de las cobijas gracias al frío. Además está la nieve que pinta todo el paisaje de blanco y le da un toque de paz.

Si por mi fuera pasaría todo el día durmiendo junto a mi alfa, desafortunadamente, ciertas personitas no comparten mi gusto por ese plan.

—¡Es hora de despertar! — sentí un brusco movimiento en la cama, pero no abrí los ojos.

— Por favor, queremos jugar en la nieve — otra vocecita entusiasmada se hizo presente.

Escuché un pequeño gruñido de parte de mi esposo.

— Solo unos minutos más — negoció.

Sentí una diminuta mano posarse sobre mi mejilla y acariciarla, provocando una tierna sonrisa en mi a la vez que abría los ojos.

— Mami — habló el más pequeño — ¿pueden llevarnos a jugar en la nieve?

Su hermano se acercó a él y concluyó la petición.

— Por favor — ambos sonrieron.

¿Cómo decirle que no a esos hermosos rostros que me ven con ilusión al saber que ha comenzado a nevar? Me senté mientras me acomodaba un poco el cabello y les repartí un par de besos a mis cachorros.

— Desayunaremos y su padre y yo jugaremos con ustedes.

Sus ojos se iluminaron y se echaron a correr fuera de la habitación, seguramente directo al comedor.

— No recuerdo haberme incluido en ese plan, cariño.

Giré hacia mi derecha y pude ver esos hermosos ojos azules observándome con el mismo cariño de siempre.

— Ahora lo estás. — me agaché hasta él para dejar un pequeño beso sobre sus labios — Buen día, alfa.

— Buen día, omega — me atrajo desde la nuca hasta juntar nuestros labios en un tierno beso más largo que el anterior.

— ¡Papi! — el grito desde el comedor nos sacó de nuestra pequeña burbuja — ¿Ya despertaste? 

— ¡Voy en un minuto, cachorro! — respondió de regreso.

Me dio un último beso en la mejilla antes de ponerse de pie y vestirse.

¿Cuánto tiempo ha pasado? Exactamente diez años desde que decidí quedarme permanentemente en este universo. Diez años que llevo casado con un magnífico alfa que me ha enseñado a encontrar mi verdadero yo, con quien he aprendido nuevas cosas y quien me ha enseñado lo que es el amor, además de ser quien me dio dos preciosos hijos: el mayor de siete años, Matthew y el menor de cinco años, Eric. 

Es impresionante todo lo que ha pasado en estos años. Tengo una familia la cual se convirtió en mi razón de existir.

Nunca he estado tan feliz y en paz como ahora. Este lugar. Esta vida era todo lo que siempre necesité para estar bien.

Bajé al primer piso y fui directo al comedor tiempo después de Louis, encontrando a mis dos pequeños sentados bebiendo su chocolate caliente junto a un poco de pan y a mi esposo saliendo de la cocina con dos platos de fruta para nosotros.

— Mami, corre. Hay que terminar de desayunar.

— ¿Irás con los chicos a conseguir todo para esta noche? — pregunté a Louis.

— Así es — afirmó — solamente será la cena, según me dijo Niall, guardó todas las decoraciones del año pasado, así que eso ocuparemos.

— Nosotros podemos ayudar a decorar — preguntó el pequeño Matt.

OMEGA // Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora