CAPITULO III

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Cuando el médico se acercó para asegurarle que todo estaba bien, el corazón de Alejandro volvió a latir normalmente. Aun no podía creerse todo lo que había pasado en la última hora, y su cerebro parecía estar a punto de explotar con tantas emociones; pero si ella estaba bien... entonces no importaba.

Luego de que Key se desmayara, se había puesto como si la tercera guerra mundial acabara de explotar, pero con la adición del renacer de los muertos versión apocalíptica, en medio de una invasión extraterrestre. EXTREMO. No tenía idea de que hacer, su juicio se nublo por completo, y sus músculos se volvieron una masa gelatinosa incapaz de mantenerlo en pie... afortunadamente papá estaba para rescatarlo.

No se sentía orgulloso de que Antonio hubiera tenido que hacerlo reaccionar, de hecho, esto era peor que ser patético gracias a su edad; pero es que cuando vio que los ojos de Keyla se cerraban sin explicación aparente, y su cuerpo se desplomaba en caída libre sobre el asfalto, cada célula de su cuerpo entro en pánico.

Ahora por fin sentía que volvía a respirar; aunque el infernal dolor de cabeza que tenía, seguramente no lo abandonaría en un largo rato. Sin darse cuenta una de sus manos se dirigió a su cuello, y la otra se instaló en su frente, mientras una mueca combinada de alivio y dolor le surcaba el rostro.

-Estas en un hospital...¿Por qué no simplemente pides algo?

Gabriela estaba sentada en una hilera de cuatro sillas pegadas, que quedaban frente a la recepción dentro del área de emergencias. Alejandro parpadeo un par de veces para asegurarse de que era ella, pero la mujer ni siquiera despego la vista de su celular.

-Antonio necesitaba arreglar unos asuntos, y me pidió que me quedara contigo por si algo se ofrecía. Ya le avise que la jovencita solo tenía un fuerte resfriado y que todo está en orden; pero...-. Ella finalmente levantó sus ojos, y lo atravesó como si pudiera saber exactamente lo que pasaba por su mente. -Igual puedo informarle que eres tú el que no se encuentra bien...digo, aprovechando en donde estamos podrías...

La mirada de incredulidad que tenía segundos atrás, por encontrase con la asistente de su padre, se transformó en una que silenciosa y amenazantemente exigía guardar silencio. Gabriela entendió el mensaje al instante.

-Bueno...-. Dijo aclarándose la garganta, y bajando la vista en busca de su bolso, el cual descansaba a su lado. -Supongo que mi trabajo aquí está hecho. Será mejor que vaya a ver que todo esté en orden con Takashima... sabes que a tu padre no se le da muy bien el japonés, y él es su socio más serio...

Una punzada de culpa, atravesó el pecho de Alejandro con más fuerza de lo que lo hacían las que se enterraban en su cabeza. Esa mujer era lo más cercano a una segunda madre, y él iba y se comportaba como un reverendo idiota. Quizás aún necesitaba que sus cables neuronales reconectaran correctamente.

-Gracias por todo Gabriela; y lamento lo de antes yo, amm...

La mujer le dio una cálida sonrisa, y su postura ejecutiva quedó de lado para ceder paso a una imagen dulce y amable. Ella se acercó lo suficiente como para alcanzarle la mano, logrando con esto que sus negros ojos, que ahora buscaban en el suelo la respuesta a la vida en la tierra, volvieran a centrarse en ella.

No solo era como una segunda madre, también lo conocía como tal. Eran ya quince años trabajando para Antonio, y a ambos hombres los conocía como a la palma de su mano.

-Llama si necesitas algo-. Un ligero apretón de mano, y sus tacones hicieron eco al alejarse. Alejandro la observó partir, mientras se recriminaba mentalmente por ser tan grosero.

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Un ronroneo causal se deslizo perezoso por su garganta, y la imperiosa necesidad de estirar los músculos se apoderó de su cuerpo.

Cazando el DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora